¿La piqueta fatal del progreso o el progreso fatal de la piqueta?
En Brecha de fecha 17 de agosto se publicó un extenso artículo denunciando la depredación del monte indígena (supuestamente protegido por la ley forestal) a manos de empresas forestales subsidiadas desde el estado. Ahora el Grupo Guayubira* denuncia, por un lado, la destrucción en Colonia de un tipo de monte indígena en peligro de desaparición y por otro lado la forestación con pinos de un ecosistema único en el mundo en Tacuarembó, que es a su vez un inmenso taller lítico charrúa.
Un tipo de monte en vías de desaparición
El litoral sur uruguayo no siempre estuvo poblado por pinos, acacias, eucaliptos o tamarises. Tampoco fue un sistema compuesto exclusivamente por dunas móviles. Por el contrario, existen evidencias de que, previo a la llegada de los conquistadores, gran parte de nuestra costa estuvo poblada por una vegetación arbórea y arbustiva que fue desapareciendo a medida que aumentaba la presión combinada de seres humanos y ganados. La evidencia consiste en pequeños remanentes de monte y matorral nativos, que se extienden desde Colonia hasta la frontera con Brasil. Lamentablemente, dichos remanentes de un ecosistema único en el mundo, se encuentran en grave peligro de desaparición.
El monte invisible
El primer problema que enfrenta este monte es su invisibilidad conceptual. Pese a que el mismo fue identificado como un tipo de monte específico por Porcile (1987) y Carrere (1990) e investigado en profundidad (desde el arroyo Pando hasta el Chuy) por Alonso Paz y Bassagoda (1999), oficialmente aún sigue sin ser reconocida su existencia y menos aún su importancia. Esto hace que, de hecho, no esté protegido, pese a ser el único tipo de monte que está en peligro de extinción total en el país.
El segundo problema es su invisibilidad cultural. En efecto, son muy pocas las personas capaces de diferenciar a este tipo de monte de la vegetación exótica ahora predominante en la costa, debido al divorcio existente entre el pueblo uruguayo (y en particular del habitante ciudadano de la costa) y el entorno nativo. De ello resulta que la gran mayoría no saben diferenciar entre especies indígenas y exóticas, por lo que difícilmente podrán ver al monte aunque éste esté enfrente suyo. Como resultado, no pueden apreciar ni cuidar algo que ni siquiera conocen.
Un caso actual de destrucción
Uno de tales remanentes de monte costero (también denominado “psamófilo”, donde psamos significa arena) está en estos mismos momentos bajo riesgo de desaparecer. El 4 de abril de este año, el edil Edgar Travers Ferraro hizo una denuncia en la Junta Departamental de Colonia, donde luego de detallar la existencia de este tipo de monte, plantea que está desapareciendo a consecuencia de “los trabajos que se vienen realizando … en la desembocadura del arroyo (Tembetarí), queriendo modificar la boca de entrada al Río de la Plata, algo que entendemos, debería de estar totalmente prohibido”. Tales trabajos prosiguen a manos de una empresa arenera.
El hecho fue denunciado ante la Dirección Nacional de Medio Ambiente (DINAMA), pero el 1º de agosto de este año, 21 vecinos de la zona firman una carta en la que se manifiestan desconformes con la respuesta recibida de la DINAMA y solicitan a ese organismo que haga “llegar a quien corresponda la solicitud para que vuelva a abrirse nuevamente el cauce (del arroyo) en el lugar que la naturaleza con el correr del tiempo había creado, para así devolver a esas playas las características que poseía, junto a la conservación del bosque Psamófilo”.
Los mezquinos intereses
El día 3 de agosto concurren al lugar, a instancia de los vecinos, Eduardo Alonso Paz y María Julia Bassagoda (docentes de la Cátedra de Botánica de la Facultad de Química), quienes poseen un profundo conocimiento de este tipo de monte, siendo los autores de la investigación más exhaustiva existente en la materia. En su informe comienzan diciendo: “La costa de Colonia en la zona del Balneario Los Pinos en la desembocadura del arroyo Tembetarí ofrece aun restos de la vegetación primitiva de la costa anteriores a la acción humana. En Colonia son pocos los lugares que la conservan y esto hace que sean valiosos para poder reconstruir el paisaje natural de la ribera del Río de la Plata. La parte más representativa se desarrolla en un tramo de 400 metros que coincide con la explotación de la arenera “Los Pinos” del Sr. Ramón Barco.”
De lo anterior surge claramente que se trata de un monte único y que por ende deberían tomarse todas las medidas necesarias para su conservación. Sin embargo, el 8 de agosto vecinos de los balnearios cercanos a la desembocadura del arroyo Tembetarí manifiestan su disgusto y sorpresa “por la inoperancia que demuestran quienes sentados detrás de un escritorio en la DINAMA contestan a denuncias sobre lo que creemos son irregularidades que le competen controlar y regularizar”. Denuncian que el cambio introducido a la desembocadura natural del arroyo se origina en “mezquinos intereses económicos de quien realiza una ampliación en un fraccionamiento lindero, para con ello ampliar en algo dicho emprendimiento”.
Otro ecosistema único en el mundo
En el otro extremo del país, en Tacuarembó, se está dando otro tipo de destrucción, esta vez vinculado a la forestación. El conocido investigador Gonzalo Abella, autor de “Nuestra raíz Charrúa” y “Mitos, Leyendas y Tradiciones de la Banda Orien tal” hace el siguiente relato: “Respondiendo a una información dramática que llegó a mi casa, crucé el Río Negro en una pequeña embarcación desde Paso Ramírez (al oeste de la Parada del km 329, en Durazno) hacia la costa tacuaremboense (unos kms al este de San Gregorio de Polanco). Detrás del monte criollo ribereño aparecen los inmensos arenales que delimitan un ecosistema único en el mundo: arenas oceánicas (huellas de una antiquísima entrada del Océano Atlántico), fósiles marítimos, monte galería todavía virginal, río de aguas dulces, y dunas móviles que se detienen ante las praderas naturales. La avifauna nativa está casi intacta.”
Abella constata que “está todo forestado de pino, en las clásicas columnas del monocultivo. Indudablemente el (los) propietario(s) ignoran lo que están destruyendo; no creo que nadie destruya de forma irreversible ese capital incalculable, que podría rendirle(s) muy buenos dividendos para un turismo ecológico único en el mundo. Si no les advertimos, en pocas semanas el paisaje virginal de la ribera tacuaremboense quedará enmarcado en un telón de fondo de árboles exóticos y clonados, lo que será una verdadera tragedia para el rico patrimonio de los orientales”.
El legado charrúa sepultado
Pero además, ese rico patrimonio de los orientales será doblemente afectado ya que, de acuerdo con Abella, “estos arenales además son un inmenso taller lítico charrúa; basta acercarse para recoger (y desgraciadamente, llevarse) lascas , puntas de piedra, rompecabezas, hachas, anzuelos, sobadores, boleadoras, vasijas”. Es decir, que el “desarrollo forestal”, subsidiado (nos guste o no) por todos los orientales está destruyendo un ecosistema único en el monte y a la vez sepultando la herencia charrúa bajo monocultivos de pinos.
En ese sentido, es importante señalar que en “Nuestra raíz Charrúa” Abella identifica al monocultivo forestal como tercera parte del genocidio contra los charrúas. De acuerdo con ese autor, la primera fue la disolución violenta de las comunidades, la segunda la falsificación devaluadora de su cultura y ahora la destrucción del paisaje que ellos protegieron y amaron… y que es mudo testimonio de su agricultura transgeneracional y sus farmacias yuyeras.
Dos caras de la misma moneda
Tanto el caso de la destrucción del monte psamófilo en Colonia como la forestación de dunas en Tacuarembó son ejemplos de un modelo donde la conservación ni siquiera es tomada en cuenta. Pese a que los tiempos han cambiado y todos hablan ahora de un “desarrollo sustentable” que atienda las necesidades presentes sin hipotecar las futuras, en la práctica ello no es más que una expresión vaciada de contenido, útil sólo para los discursos oficiales en los foros internacionales.
Sin embargo, constatar un hecho no significa aceptarlo. El Grupo Guayubira por lo tanto entiende que si en el país existe un ministerio cuya función consiste en la conservación del medio ambiente, debe exigírsele que cumpla con su mandato y tome las medidas necesarias para impedir la degradación del “rico patrimonio de los orientales”, dondequiere éste se encuentre amenazado.
Grupo Guayubira
* El Grupo Guayubira, grupo ambientalista sobre montes y forestación, fue creado en mayo de 1997. Nuclea a personas y organizaciones preocupadas por la conservación del monte indígena y por los impactos socioeconómicos y ambientales del actual modelo de desarrollo forestal impulsado desde el gobierno.
Su objetivo fundamental es constituir un espacio de intercambio de información, para fomentar la investigación sobre monte indígena y plantaciones forestales, que ayude a generar conciencia sobre el tema, y a organizar y movilizar al más amplio espectro posible de actores sociales en favor de los objetivos previstos.
Su nombre es tomado de una especie arbórea indígena.