La empresa nórdica con intención de construir una planta de celulosa en Fray Bentos despliega una actividad en varios sentidos inédita en Uruguay. Muchas preguntas están sin respuesta, algunas respuestas preocupan y sublevan.
Por Carlos Amorín (*)
“Si yo fuese finlandés querría que esta fábrica se hiciese en Uruguay”, comentó uno de los participantes del reciente seminario “Escenario actual de la industria de pulpa de celulosa” organizado por la empresa finlandesa Botnia. En los últimos meses Botnia irrumpió en el aletargado panorama nacional anunciando la intención de invertir casi mil millones de dólares en Fray Bentos para construir una fábrica de celulosa. Su anuncio empalideció otro “megaproyecto” pensado para la misma zona y en la misma actividad: la planta de celulosa de M’Bopicuá, iniciativa de la española ence (véase BRECHA, 27-II-04), cuya inversión se ubicaría en los 500 millones de dólares.
Muchos en la zona comenzaron a soñar con los miles de pesos, que tanta falta hacen en la mayoría de las familias locales. Las promesas de inversión anuncian miles de fuentes de trabajo para la región, la Intendencia Municipal delira con las posibles proporciones de cualquier pequeño derrame de dinero que chorree desde estas gigantescas marmitas, los propietarios de empresas de servicios imaginan una actividad febril en un contexto pujante, optimista, clientes con picazón en los dedos y billeteras fáciles. ¿Quién sabe cómo y dónde poner la frontera entre la realidad deseada y la dura realidad? Desde la mirada del hegemónico “paradigma del progreso” ha ocurrido un milagro, y es que los dioses de la celulosa eligieran a Fray Bentos para depositar sus artilugios.
Pero desde la mirada crítica de ese paradigma, estos dioses no son ángeles y sus artilugios pueden ser infernales. De hecho, cada dato, cada información puede -debe, dicen algunos- ser mirada desde ambos puntos de vista.
GENTE SERIA. Botnia es una empresa líder en su ramo a escala mundial, a pesar de no tener ningún emprendimiento fabril fuera de su país de origen. Para insertarse en Uruguay Botnia compró la Forestal Oriental Sociedad Anónima (fosa), y comenzó a estudiar los impactos económico, social y ambiental de su inversión. La ley sólo le obliga a presentar ante la Dinama el informe sobre el impacto ambiental, pero es evidente que se trata de empresarios “serios”, que tienen una noción clara de la relación entre beneficio y “política de aterrizaje” y una estrategia definida acerca de cómo obtener la mayor cantidad de apoyos y la menor resistencia. “En Fray Bentos -afirmaron algunos integrantes de ong ambientalistas- se nota una diferencia grande de aceptación entre una y otra empresa. Los españoles desembarcaron bastante autoritariamente, mientras que estos nórdicos le dicen a los fraybentinos que sin ellos no hay planta posible.”
En este contexto no sorprende que Botnia haya contratado a un equipo de economistas y sociólogos vinculados a la Universidad de la República, al claeh y a la Universidad Católica, otro equipo de ingenieros que investigó la disponibilidad de madera y el flujo de vehículos en la zona próxima a Fray Bentos, una agencia de publicidad de primera línea, asesores y hasta a un militante ecologista (véase recuadro) que se desempeña como presentador en público de la empresa. Nada parece librado al azar.
Botnia trajo para el encuentro a un ingeniero químico especializado en el proceso de fabricación de la pulpa de papel, Tapani Vuorinen, quien hizo una extensa exposición describiendo minuciosamente los procedimientos industriales que utilizará la planta proyectada; a Jukka Tana, un especialista en zoofisiología, ecología, genética y bioquímica, y a Klaus Niemelä, especialista en química de la madera. Las tres presentaciones fueron en inglés. Una parte importante del seminario -denominado “científico”- estaba dirigido a una elite de profesionales y curiosos angloparlantes.
PERO CON CONTRADICCIONES. Todo el material presentado en el seminario estará integrado al estudio de impacto ambiental que la empresa presentará en breve a la Dinama. La investigación efectuada por Pike&Co relativa a la disponibilidad y ubicación de la madera permitió concluir que hay una oferta mucho mayor que la demanda de ambos emprendimientos papeleros debido a una política errática de plantación, y que es probable que a partir de mediados de la próxima década la producción se estabilice en función de una plantación más “racional” que se debería iniciar este año. Con respecto al estudio del tránsito se puede decir que Pike&Co peca, por lo menos, de “optimista” al presentar sus datos. En efecto, esta asesoría informa que en la actualidad el tránsito promedio diario anual (tpda) para los camiones en el tramo final de la ruta 2 es de 195, y para otros vehículos es 1.468, mientras que en el escenario simulado para 2011, con la planta de celulosa en pleno funcionamiento, la tpda para camiones será de 697 y la de otros vehículos permanecerá idéntica. Esto le permite afirmar que el incremento de la tpda será de apenas un 30 por ciento, omitiendo que, en realidad, si se toma sólo la referida al tránsito de camiones, ese aumento será superior al 400 por ciento, siempre y cuando no se contabilice el aporte que hará la otra papelera que pretende ubicarse en la misma zona. Una pequeña chicana innecesaria, porque cualquiera puede hacer un par de cuentas elementales para desentrañar la información real.
La exposición acerca del proceso químico industrial de la madera hasta convertirse en celulosa probablemente resultó un jeroglífico para la mayor parte de la concurrencia, incluyendo a quien escribe. Las explicaciones del zoofisiólogo Tana resultaron más apetecibles porque describía experiencias concretas con resultados descifrables por todos. En este punto, sin embargo, Tana -y ninguno de los presentes- pudo despejar algunas incógnitas planteadas por el público: ¿por qué Botnia quiere construir una planta que utiliza una tecnología que libera residuos al ambiente (ecf)* cuando ya es posible usar un procedimiento más seguro porque es un ciclo cerrado (tcf)**? Y se exigió que se especificara si el procedimiento ecf, “sí o no”, libera sustancias bioacumulables al ambiente. Tana afirmó que el análisis de los peces en corrientes de agua expuesta a los efluentes de una planta similar en Finlandia probó que “esos peces” no habían acumulado ninguna sustancia de ese tipo. Como el público insistió, Tana se la jugó y dijo rotundamente que “el procedimiento ecf no libera ninguna sustancia bioacumulable”. Le resultó difícil explicar en otro seminario similar realizado en Fray Bentos unos días antes por qué él mismo había escrito lo contrario, según le señalaron desde el público citando al experto sueco Rune Leithe-Eriksen, quien en un trabajo teórico comparando ambas tecnologías -ecf y tcf- escribió: “Otros estudios científicos muestran que los efluentes de las plantas ‘libres de cloro elemental’ (ecf, por sus siglas en inglés) son más dañinos que los efluentes provenientes de plantas tcf. Por ejemplo, la toxicidad más baja fue observada en los procesos tcf (Tana et al, 1994)”. Tana, sorprendido y contrariado, confirmó que la cita le pertenece y respondió que esa información era antigua ya que en la actualidad se utilizan procedimientos que entonces no existían.
Leithe-Eriksen, sin embargo, respondiendo a una consulta de la red uruguaya de ong Guayubira, afirma que “según los relativamente pocos informes de los estudios de fábrica y laboratorio de los efluentes, el blanqueo ecf de pulpa Kraft de madera blanda todavía produce compuestos clorados. Estos compuestos no han sido eliminados, sólo se ha reducido su cantidad. Investigaciones realizadas en Suecia muestran cantidades mensurables de dioxinas y dibenzofuranos, dos compuestos muy tóxicos. Según un estudio científico canadiense de 1997, incluso el efluente diluido de una planta de celulosa que utilizaba dióxido de cloro causó daños genéticos a las crías de salmón (Easton, 1997). Estudios científicos escandinavos han detectado dioxinas y furanos en las descargas de las fábricas ecf (Rappe & Wagman, 1995)”.
El mismo especialista agrega que “la salud y la seguridad de los trabajadores y las comunidades cercanas a las plantas de celulosa rara vez son tenidas en cuenta en el análisis de las decisiones sobre los métodos de blanqueo. Desde el punto de vista de la seguridad de los trabajadores, el blanqueo tcf es infinitamente preferible. El dióxido de cloro es altamente volátil (explosivo), no puede ser transportado legalmente y debe ser fabricado en el lugar de producción. La inhalación de gas de los trabajadores durante ésta y otras etapas del proceso de blanqueo ecf es un tipo de daño muy común. Incluso si la industria tuviera éxito en sus esfuerzos para desarrollar un método para cerrar el ciclo con dióxido de cloro, los riesgos para los trabajadores seguirían existiendo. En cuanto a la seguridad de la comunidad, basta con considerar el derrame de 600.000 litros de dióxido de cloro que tuviera lugar en el río Powell el 17 de octubre de 2003. Si esa noche el viento no hubiera soplado en dirección opuesta a la costa, cientos de personas hubieran inhalado el gas estando dormidas. Hasta que se desmienta en forma exitosa la ley de Murphy, la potencialidad de otro accidente similar con consecuencias mucho más funestas está planteada para cada población cercana a una planta ecf”.
Parece evidente que hay mucho por saber aún en este aspecto. Porque otra de las interrogantes que nadie pudo despejar en el seminario de Montevideo fue que el estudio de impacto ambiental de la planta de ence ya fue presentado e informado por la Dinama. En esa respuesta, la oficina gubernamental comunica a la empresa española que las emisiones declaradas de contaminantes organoclorados persistentes son demasiado altas y deben ser mitigadas. La pregunta, entonces, fue: si ence y Botnia utilizarán la misma tecnología, ¿por qué una planta produce dioxinas y la otra no? La respuesta oficial fue que Botnia no conoce qué procedimiento utilizará ence, cuando en realidad ambas empresas mantienen colaboración en diversos ámbitos.
Más allá de las inconsistencias, las preguntas sin respuesta, la convicción de que una planta nueva con tecnología ecf probablemente no se podría construir en Finlandia por las limitaciones ambientales y porque ya no queda madera para procesar, lo cierto es que para el economista Ernesto González Posse (integrante del equipo de especialistas contratado por Botnia) esta inversión sería la segunda más importante en la historia de Uruguay, únicamente superada por la de Salto Grande. Por su parte, el economista Pedro Barrenechea elaboró un escenario posible de cómo impactará la construcción y operación de la planta de Botnia en la economía uruguaya: en 2016 se habrán creado más de 6 mil empleos en la región. En 2010 el proyecto Botnia aportaría 240 millones de dólares anuales al pbi, y unos 50 millones en impuestos.
Otra zona de conflicto es el escaso aporte que este emprendimiento hace al país, ya que no ha gastado casi nada en plantar árboles, no pagará el agua que usará y estará exento de la mayor parte de los impuestos que paga la industria uruguaya. Tampoco se hará responsable de la reparación de las rutas o vías férreas. Es la asociación entre una hormiga y un elefante; más que desigual, asimétrica. n
BRECHA agradece la colaboración para la realización de esta nota a Anahit Aharonián (Guayubira) y a Teresa Pérez (Word Reinforest Movement)
* Libre de cloro elemental, significa que no se usa gas de cloro (Cl2) en el blanqueo, pero sí dióxido de cloro (ClO2). Este procedimiento genera residuos con dioxinas y otros contaminantes persistentes.
** Totalmente libre de cloro, esta tecnología de blanqueo Kraft basada en el peróxido de hidrógeno o en ozono, o en combinaciones de estos agentes de blanqueo (procesos de blanqueo tcf) ha sido introducida en las operaciones a escala total en varias fábricas Kraft en todo el mundo bajo la dirección de empresas suecas y finlandesas.
(*) Publicado en el Semanario Brecha, 26/03/04