Entrevista a Ricardo Carrere por Carlos Amorín
En las últimas semanas gran cantidad de hectáreas ardieron en diferentes rincones del país. El eucalipto introduce un riesgo permanente de incendio y las empresas forestales, lejos de hacerse cargo del control y exterminio del fuego, apuestan a que nuevas subvenciones estatales solucionen el tema y los enormes costos que encierra.
Entre bosques, montes y plantaciones de árboles hay grandes diferencias. Ricardo Carrere, presidente del World Rainforest Movement (wrm) y experto en forestación y bosques, viene desde hace décadas intentando pautar y explicar esas variaciones.
-¿Qué es lo que se está quemando cuando se produce un “incendio forestal” como los que acaban de ocurrir?
-Hubo dos tipos de incendios: uno en plantaciones de empresas orientadas a la exportación en los que hubo un esfuerzo e inversión social y otro en el Parque Salus, que es una plantación antigua y con fines estéticos y recreativos. El fuego por eso no quemó solamente el capital de las empresas involucradas, sino los subsidios que sin quererlo les dimos a esas plantaciones, con los objetivos en aquel momento declarados de generar empleo y divisas por exportación. Las grandes masas de eucaliptos que se han plantado representan un grave peligro para las personas. Estamos hablando de concentraciones de plantaciones en Tacuarembó-Rivera, Paysandú-Río Negro, y Durazno-serranías del este.
-¿Cuántas hectáreas hay forestadas de esta forma?
-Son más de 600 mil hectáreas concentradas en estas zonas, donde en muchos casos tierras antes dedicadas a la ganadería o a la agricultura fueron completamente cubiertas con eucaliptos o pinos. Esta modalidad de forestación provoca que el suelo se reseque rápidamente y entre los árboles se acumule hojarasca muy inflamable, que no se descompone. Esto es una bomba de tiempo. Por eso toda la legislación uruguaya en la materia -que es apenas un decreto- apunta a la prevención, porque una vez declarado el incendio en alguno de estos lugares es casi imposible pararlo. Por suerte el área quemada fue relativamente chica (entre 1.200 y 1.500 hectáreas), pero el Estado uruguayo tuvo -nuevamente- que intervenir (bomberos, camiones cisternas, combustible) cuando las empresas tendrían que haber frenado el fuego con sus propios equipos anti incendios. La Dirección de Bomberos y el Ministerio del Interior señalaron públicamente que muchas empresas forestales no están cumpliendo con la legislación vigente. Por ahora ni siquiera se habló de multas, sino de que se empezará a hacer inspecciones, cuando en realidad eso se debió hacer siempre. Una de las exigencias del decreto sobre prevención de incendios es la de torres de vigilancia con personal permanente, las 24 horas, y un cierto equipo contra incendios que varía según el tamaño del predio forestado: desde motosierras y palas hasta camiones cisterna, torres con aparatos de radio, motobombas y acceso a determinados caudales de agua. Hay empresas, por eso, que empiezan a decir que están de acuerdo con que se eliminen los subsidios iniciales -ellas ya plantaron-, pero en cambio solicitan subsidio para el manejo de las plantaciones, o sea la poda y el raleo; tarea que según el decreto la empresa está obligada a ejecutar.
Parece obvio que nunca pensaron en cumplir con la legislación, lo que prueba que la forestación es una de las actividades menos rentables del país, que exige para obtener ganancias siempre alguna forma de subsidio. Creo que se deberían hacer inspecciones inmediatas en los predios que pertenecen a las empresas Euforest y Forestal Oriental, porque ambas pertenecen a corporaciones que pretenden instalar plantas de celulosa en Fray Bentos. Y es lógico pensar que si estas empresas no están cumpliendo con las prevenciones contra incendios forestales -muy simples y económicas comparadas con las que exige una planta de celulosa-, puede ser un indicio de la voluntad que tienen para respetar sus obligaciones hacia las personas y el ambiente.
-¿Por qué las plantaciones de eucaliptos son más combustibles que los montes naturales?
-El eucalipto está integrado a un sistema de fuego, es una especie muy intolerante, y en su crecimiento elimina otras vegetaciones de su entorno. Para eso cuenta con dos armas: una serie de sustancias alelopáticas producidas en las hojas que perjudican a la vegetación que crece cerca, y el fuego. Por supuesto que el ecualipto se quema, pero rebrota, mientras que otras especies no lo hacen. En Uruguay existe además una cultura del fuego como parte del manejo agropecuario, porque hay muchos productores ganaderos que queman el pasto para tener una pradera más apetecible por el ganado. El incendio es parte de nuestra cultura productiva, pero un monte natural no degradado le pone freno en forma eficaz. En cambio los incendios forestales en Estados Unidos y en Europa son incontrolables pese a que cuentan con un excelente equipamiento técnico. La única forma de evitar en el futuro alguna tragedia humana es que las empresas se hagan responsables de tener el personal debidamente adiestrado así como el equipo necesario.
-¿Los montes indígenas, naturales, no se incendian?
-En el caso de los montes que bordean los cursos de agua, el fuego se detiene afuera, prácticamente no entra por el alto nivel de humedad que contienen. El monte serrano -de sierras- es más propenso al incendio, en particular cuando ha sido talado alguna vez. El monte de parque, como la pradera, es relativamente fácil de apagar. En las plantaciones de eucaliptos y pinos sucede totalmente lo contrario, son sumamente combustibles.
-O sea que lo raro es que no haya más incendios.
-Los incendios se pueden producir espontáneamente, porque un vidrio cumple el efecto de una lupa, un rayo cae sobre una plantación, un vecino prende fuego en su campo sin avisar, alguien comete una pequeñísima imprudencia como dejar caer un cigarrillo en la ruta.
La madera podría paliar la crisis energética
“Se está hablando de que vienen muchos turistas porque Uruguay es un país natural, y eso es bueno. Pero toda la política oficial va en el sentido opuesto. En este momento tenemos 200 mil hectáreas plantadas con soja transgénica, cultivo que va completamente a contracorriente con un Uruguay natural. Es de suponer que empezaremos a alimentar a las vacas lecheras con soja transgénica, lo que significa que nuestros niños consumirán leche con transgénicos y las exportaciones empezarán a sufrir por las mismas causas. En la forestación es igual. Uruguay tiene un paisaje y una biodiversidad maravillosos. En 1980 se apeló a la leña como combustible sustituyendo al petróleo, y se reconvirtió todo el parque industrial. La leña pasó así a ser el principal combustible utilizado a nivel local. En medio de esta crisis energética que es regional, ¿por qué no ponemos un equipo a trabajar para ver cuán rentable puede ser usar la leña como combustible? Tenemos mucha más madera ahora que en los ochenta, e incluso se está quemando delante de nuestros ojos. ¿Por qué sólo pensamos en importar petróleo, electricidad, gas, y no en usar lo que tenemos?
Además el parque forestal permite cuatro opciones: exportar troncos, troncos chipeados, celulosa o generar una industria nacional de la madera orientada al mercado interno y al externo. No es difícil darse cuenta de cuál de estas opciones es la que genera más empleo. No tenemos política forestal en serio, sino de promoción de la plantación del eucaliptos.”
Carbono al techo, plata quemada
-Uruguay es candidato a recibir inversiones en forestación como “sumideros de carbono”. ¿Y si esas inversiones se incendian?
-Se intenta vender plantaciones como sumideros de carbono dentro del mecanismo llamado de “desarrollo limpio”. La idea es que los árboles al crecer toman carbono de la atmósfera y lo transforman en madera. Quiere decir que estarían limpiando la atmósfera de dióxido de carbono, que es uno de los responsables del efecto invernadero y del cambio climático. Los incendios que están ocurriendo en todas partes del mundo demuestran que ésta es una forma prácticamente suicida de acumular el carbono, porque el fuego es capaz de devolver a la atmósfera en 24 horas el carbono que costó años acumular en la madera. Si las plantaciones incendiadas hubiesen sido vendidas a inversionistas extranjeros como sumideros de carbono, estaríamos enfrentando un tremendo dilema: no hay más plantación, el inversionista quiere su dinero de regreso, ¿quién se hacer cargo de los costos? Porque como hemos dicho, estas plantaciones algún día se van a incendiar. Nadie preguntó hasta ahora si estas plantaciones incendiadas tenían seguro, porque si es así, quien pagará será el Banco de Seguros, es decir, el Estado. Para entender bien los privilegios que han recibido las empresas forestales, basta imaginar que se apruebe una ley que les diga a los ganaderos: compren las vacas hoy, que si al año el 75 por ciento de esos animales está vivo, le devolvemos la mitad de lo que gastó. Pero además se le diría: usted no pagará ningún impuesto, tendrá créditos a largo plazo y con bajas tasas de interés. Y si a eso se le agrega que cuando las vacas se le enferman (incendio) vienen los servicios veterinarios del Estado, atienden los animales y proporcionan los medicamentos, en este país habría vacas hasta en los techos de los apartamentos. Sería un negocio fabuloso. Y eso es lo que pasa con la forestación.
* artículo publicado en Semanario Brecha del día 16 de abril de 2004.