El pasado miércoles 26 la empresa finlandesa Botnia organizó su 2º Foro Público en la ciudad de Fray Bentos. Lamentablemente, el mismo se constituyó en un evento propagandístico, apuntando a asegurarse el apoyo local para la instalación de una enorme planta de celulosa 5 kilómetros aguas arriba de esa ciudad.
En efecto, uno de los aspectos centrales del foro consistió en la distribución de un folleto con respuestas a preguntas y supuestas preguntas realizadas en el foro del pasado mes de marzo, acompañado de otro folleto con el Informe Anual 2003 de la empresa.
Un aspecto a remarcar es que la empresa dice en sus conclusiones que “habrá profundización del cambio en la especialización regional forestal e industrias vinculadas. Como resultado del proyecto, habrá forestación adicional”.
Es decir, que el emprendimiento no apunta –como muchos creen- a hacer un aprovechamiento de las actuales plantaciones, sino que resultará en áreas aún mayores a ser cubiertas de monocultivos forestales. La planta de celulosa consolidaría entonces un modelo de monocultivos de árboles que empobrece nuestro ambiente y que resulta en la expulsión rural y marginación social.
También es interesante señalar que los folletos repartidos en el evento dicen que “Botnia firmó el compromiso de responsabilidad social, declarando que la empresa apoya los principios de Global Compact referentes a los derechos humanos, las normas laborales y la protección del medioambiente”.
Sin embargo, ello se contradice con lo que la empresa hace en materia de derechos sindicales. En efecto, nos consta que la Compañía Forestal Oriental (donde se encuentran las plantaciones de los accionistas de la planta de celulosa: Botnia y UPM/Kymenne), prohíbe la sindicalización de sus trabajadores.
Ante la pregunta de si la empresa ha tenido en cuenta que la zona donde piensa instalarse es “Zona de Interés Turístico” la respuesta es que “esa ley es de 1966” y que “después de eso, por ejemplo, se ha aceptado el Puente Internacional. Continuando con la aceptación del puente, creemos que otros proyectos importantes regionales y nacionales pueden ser aceptados”. Sin embargo, cualquiera puede entender que no es posible comparar los impactos de un puente con los impactos de una industria que genera malos olores y emite al aire y al agua productos tóxicos.
Otro aspecto a señalar es su conclusión de que “construir su propio puerto en el sitio de la planta es esencial para la entrega de la pulpa. El volumen de la pulpa es muy grande y de esta manera podremos evitar costos innecesarios de manejo y de transporte a distancias cortas”. Este planteo lleva implícita una nueva privatización y el desaprovechamiento de un puerto ya existente (Fray Bentos) con el sólo propósito de aumentar la rentabilidad de la empresa.
Pero el eje de la propaganda de Botnia gira principalmente en torno a los 300 puestos de trabajo que generará, con la esperanza de que el altísimo nivel de desocupación en la zona (resultado en gran parte del modelo de monocultivos forestales) le otorgue el apoyo social local que necesita.
Sin embargo, es muy poco probable que quienes más desesperadamente necesitan trabajo (los sectores más pobres de la población) puedan llegar a estar algún día en la plantilla de Botnia. La información al respecto la proporciona la propia Botnia en su librillo informativo, en el que incluye “un plan muy preliminar de la mano de obra de la planta y de la educación básica que se necesitará para los puestos”. En efecto, de los 300 puestos de trabajo, sólo 8 – sí ocho- serán para auxiliares administrativos con nivel de escuela primaria. Los demás exigirán un nivel de estudios muy superior, que va desde administrativos con nivel de egresados “mercantil” (suponemos egresados de UTU), pasando por técnicos de Escuela Politécnica y luego ingenieros y universitarios en general. Entonces, queda claro que los más pobres no serán los más beneficiados.
La empresa sigue insistiendo que la tecnología que van a aplicar es la mejor y de última generación. Sin embargo, la planta más avanzada que construyó en su propio país en 1996 (la planta de Rauma) es descrita (por la empresa) como “la primera planta construida en el mundo exclusivamente para la producción de pulpa totalmente libre de cloro – TCF”. O sea, que la que planea instalar en Uruguay, que utiliza dióxido de cloro (ECF) no es “de última generación”.
Por otra parte, es interesante observar cómo la empresa minimiza el efecto de los vertidos en el río Uruguay, apoyándose en el hecho de que su enorme caudal diluye todo. La pregunta que deberían hacerse todos quienes habitan en las orillas del río Uruguay es: ¿Qué hubiera pasado este año, con la enorme bajante del río, si ya estuvieran instaladas las dos plantas de celulosa? ¿Habría ese reducido caudal sido capaz de diluir los efluentes combinados de las dos plantas?
En definitiva, nada nuevo se dijo en este foro. La empresa no sólo no aportó nuevos elementos, sino que confirmó que apunta a incrementar el área de monocultivos forestales, que la planta creará muy escasos empleos para la gente local y que el tema de los impactos ambientales sigue en manos del caudal del río y de la dirección de los vientos.
Grupo Guayubira, 28 de mayo 2004.