El Grupo Guayubira considera importante comentar dos noticias recientes vinculadas a fábricas de celulosa, que forman parte del necesario debate sobre la temática más amplia sobre empleo y medio ambiente.
La primera se relaciona con Chile, donde el gobierno ordenó el cierre de la fábrica de celulosa de la empresa Arauco en Valdivia, luego de constatarse la grave contaminación que estaba causando, ejemplificada en la masiva mortandad de cisnes de cuello negro en un famoso Santuario de la Naturaleza. El 8 de mayo de 2005 cerca de mil mujeres protestaron pacíficamente en Valdivia junto a sus hijos, exigiendo que la empresa Celulosa Arauco (Celco) no paralice sus funciones productivas y portando pancartas que decían “Sí a los cisnes, sí al trabajo, no más discriminación”, “Mi papá quiere seguir trabajando”, y “Luchecillo para los cisnes, pan para nuestros hijos” (el luchecillo es el pez del que se alimentaban los cisnes y que fue diezmado por la contaminación de la fábrica). Mónica Ferreti, encargada del área de Archivo Técnico de la empresa dijo que “las trabajadoras del área forestal e industrial alzamos la voz ya que si nos cierran la empresa, nos dejan sin trabajo y nos vamos todos para la casa”. En representación de las esposas del personal que trabaja en la empresa, Ana Jara dijo que han llegado a la conclusión de “defender incondicionalmente a la empresa”.
En el caso de Uruguay la ONG Modesa (Movimiento por el Desarrollo) en nota enviada el 9 de mayo de 2005 al Dr. Tabaré Vázquez, defiende la postura del gobierno de apoyo a la instalación de las fábrica de celulosa de la empresa sueco-finlandesa Botnia/UPM/Kymmene y la española Ence, por entender que eso “redundará en beneficios” para Fray Bentos y toda la población del departamento de Río Negro. Modesa sostiene que los “hermanos argentinos sólo han tenido una versión sobre esta instalación, la aportada por movimientos ecologistas”. En la misma misiva acusan a dichos movimientos de “desprestigiar a quien esté a favor de estos emprendimientos”. Asimismo piden a quienes estén en contra que “respeten las decisiones tomadas por gobiernos electos democráticamente y no interfieran en asuntos de otros países”.
Aún sin compartirla, podemos entender la postura de estas personas, que aspiran a lo que todo ciudadano o ciudadana tiene derecho a tener: un trabajo digno. En el caso de Chile, es claro que los trabajadores no son responsables por la grave contaminación provocada por la fábrica, que afectó no solo a los ya famosos cisnes de cuello negro, sino a la salud de toda la gente que habita en el entorno de la planta y a los puestos de trabajo vinculados a otras actividades productivas relevantes y necesarias para la subsistencia de cientos de familias, cuyos empleos provienen del turismo, la producción agrícola, acuícola y pesquera perjudicadas por la contaminación. A ellos ahora se suman los trabajadores de la fábrica clausurada. Es decir, que todos perdieron con una fábrica que prometió desarrollo y empleos.
En el caso de Fray Bentos, las empresas han prometido miles de empleos “indirectos” a una población donde el desempleo llega a niveles altísimos. Botnia habla de 300 empleos directos y 8.000 empleos indirectos, en tanto que Ence sostiene que generará 300 empleos directos y más de 10.000 indirectos (han llegado a hablar de hasta 15.000-20.000 empleos). Claro está que ninguna de las dos aclara donde se generarán los tan mentados empleos “indirectos” y menos aún todos los puestos de trabajo que se perderían en el turismo, en la pesca, en la producción de miel y en otras actividades que se verían afectadas por la contaminación y los malos olores. Tampoco aclaran que los 300 empleos en la fábrica serán para trabajadores muy calificados, a los que no podrán acceder los más necesitados por carecer de dicha calificación. Lo que sí han hecho ha sido polarizar a la población en torno a estos emprendimientos.
Sin embargo, ni la gente que se opone ni la que apoya a las plantas de celulosa es responsable de la actual situación. Tanto unos como otros aspiran a un presente y futuro mejores para ellos y sus hijos. Si bien podemos discrepar con sus posturas, no consideramos ni a las mujeres de Valdivia ni a Modesa como enemigos. En cambio, sí es posible responsabilizar a las empresas, cuyo objetivo primordial es la obtención de ganancias, y para ello no dudan en hacer falsas promesas sobre la generación de empleos. Pero en última instancia, la responsabilidad principal recae en los sucesivos gobiernos blancos y colorados, cuyas políticas han llevado a la marginación de amplios sectores de la población a través de la destrucción de sus fuentes de trabajo. El actual gobierno debe asumir la pesada tarea de revertir esa situación a través de la generación de empleos genuinos. Lamentablemente, eso es precisamente lo que no hacen ni la forestación (que expulsa gente del campo), ni las fábricas de celulosa (que eliminan más empleos de los que generan).