Recogidos en salidas de campo realizadas con motivo de la investigación sobre la certificación por parte del FSC de monocultivos de árboles en Uruguay – diciembre de 2005.
Se ha constatado, aunque existe escasa bibliografìa al respecto, que las plantaciones a gran escala tienen graves impactos sobre la flora y la fauna de la zona forestada.
En esta materia, la mayor biodiversidad en Uruguay se encuentra en la pradera, que es –y ha sido siempre– su más importante ecosistema. Muchas de las especies que allí habitan, interactúan con otros ecosistemas como el humedal, el monte y los cursos y espejos de agua, por lo que la conservación implica la protección de todos esos ecosistemas y no sólo de algunos.
Con el desarrollo de las plantaciones de árboles en gran escala, principalmente del eucalipto aunque también de pinos, los impactos sobre la flora y la fauna, se han hecho cada vez más palpables.
Parece evidente también que los cambios en la vegetación por la sustitución de pradera por monocultivos de eucaliptos tienen un fuerte impacto sobre la población de insectos vinculados a la flora de pradera y que ello implicaría asimismo un fuerte impacto sobre la fauna. Por otra parte, los cambios en la fauna local, implican tanto la disminución de poblaciones de determinadas especies, como la explosión de poblaciones de otras y de los impactos que estas últimas implican sobre producciones agropecuarias lindantes con los predios forestados (zorros, palomas, jabalíes), e incluso sobre la propia seguridad de la gente de la zona (por el aumento de víboras ponzoñosas).
Los testimonios que ofrecemos a continuación –y que esperamos complementen futuras y muy necesarias investigaciones sobre el tema– fueron recogidos en salidas de campo realizadas en diciembre de 2005, con motivo de la investigación sobre la certificación por parte del FSC (Forest Stewardship Council) de monocultivos de árboles en Uruguay (ver: Carrere, Ricardo. Maquillaje verde. Análisis crítico de la certificación de monocultivos de árboles en Uruguay por el FSC. Montevideo, WRM, 2007, 88pp., Col. del WRM sobre plantaciones, No.5).
Testimonios de los impactos sobre flora y fauna
En 1999, el Grupo Guayubira registró por primera vez in situ los impactos de las plantaciones en Cerro Alegre, departamento de Soriano (ver el artículo “Tristezas de Cerro Alegre: los graves perjuicios de la forestación”).
En el caso de Paraje Pence, departamento de Soriano, una mujer local dijo que el principal problema son las yaras (víbora ponzoñosa: Bothrops pubescens) “que aparecen por todos lados”. Su perro se murió con una segunda picadura de yara (dicen que con la primera ni los animales ni los humanos se mueren, pero con la segunda sí). Una posible explicación de la abundancia de yaras la aporta uno de los hombres entrevistados, quien dice que las yaras han aumentado porque desaparecieron las culebras. Las culebras se comen los huevos de yaras y a las propias yaras. De acuerdo con la persona entrevistada, las culebras se murieron porque desaparecieron los bañados y con ellos los sapos y las ranas, que son el alimento preferido de las culebras. “Esto es así, porque se vió que donde hay culebras no hay yaras”.
Las yaras han matado chanchos, terneros, vacas y hasta caballos. Esto se sabe porque cuando los animales mueren picados por una yara, la sangre no coagula. Y siempre se hace la prueba cuando muere un animal para averiguar si no murió de carbunclo.
Pese a la abundancia de yaras y al peligro que implican para la vida humana, una enfermera que trabaja en atención primaria de salud en la policlínica del hospital asegura que “no hay suero antiofídico disponible en el hospital”. En caso de accidentes ofídicos y dada la ausencia de suero, apelan a un tratamiento de urgencia con un producto para coagular la sangre.
Una situación similar ocurre en las plantaciones ubicadas en Algorta, departamento de Río Negro, donde pululan las víboras “que llegan hasta el patio de las casas”.
Otros cambios en la fauna constatados en esa zona (y, como se verá, en muchos otros lugares) es la abundancia de jabalíes (Sus scrofa) y zorros (Psudalopex gymnocercus), que afectan la producción agropecuaria, atacando cultivos y ovejas. El zorro en particular, según un vecino del lugar, “se come todo”.
También asociada a la forestación, en Algorta se denunció la gran mortandad de mulitas y tatúes resultante de la aplicación de agrotóxicos y el hecho (de acuerdo con el Grupo Ecológico de Guichón), de que “la forestación está cambiando las rutas migratorias de las aves”.
El testimonio de un productor rural de Guichón, departamento de Río Negro, que tiene su campo rodeado de plantaciones dijo que se dedica a la cría de ovejas, “lo que se le dificulta por la plaga de jabalíes”. Señaló que hay también “plagas de zorros y víboras cruceras y que por otro lado ha desaparecido el carpincho” (Hydrochoerus hydrochaerus).
Un cazador nos informó que “con respecto a la fauna, no se ve absolutamente nada”. Hace dos años que no sale a cazar porque no hay nada. “No se ven ni perdices, ni liebres, ni mulitas o tatúes. Las empresas no dejan ni cazar ni pescar en sus predios, lo cual es un chiste, porque no hay nada. Quizá algo de peces, pero cada vez hay menos agua”.
También en esta zona se nos informó que ahora hay cantidad de víboras, zorros y jabalíes. “Antes no había cruceras [Bothrops alternatus, víbora ponzoñosa] en el pueblo. Ahora hay hasta adentro de las casas”, dijo un edil local.
Los testimonios sobre este tema, en la localidad de Tranqueras, departamento de Rivera, fueron similares a los ya comentados, en particular en lo referente a la abundancia de zorros y víboras venenosas. La única diferencia fue que un productor apícola sostuvo “que en la zona de Rivera en la que desarrolla su actividad aún no han llegado los jabalíes”.