Por Lucas Livchits, publicado en Página 12 – Enero de 2006
El alcalde de la ciudad española donde funciona la papelera Ence –la misma que se construye en la costa del Uruguay– contó a Página/12 cómo el pueblo convive con la contaminación.
“Pontevedra es conocida porque huele a pestes gracias a la planta de celulosa”, aseguró a Página/12 Miguel Anxo Fernández Lores, el alcalde de esa ciudad española, donde funciona desde hace 45 años una pastera de Ence, la misma empresa que está emplazando una planta en Fray Bentos, Uruguay. Los efectos nocivos para el medio ambiente que los vecinos entrerrianos advierten que se producirán son una realidad allí, según el alcalde. “La empresa no va a regalarles nada a los uruguayos ni a los argentinos”, consideró.
“El Grupo Ence comenzó a desarrollar su plan de negocios en Uruguay en el año 1989, replicando el diseño que tiene en España.” Así se presenta la empresa en las primeras líneas de un documento que repartió entre la prensa, tratando de evocar las ventajas del primer mundo. No obstante, en aquellas tierras su nombre no causa buena impresión.
Fernández Lores es taxativo. “Están destrozando el espacio natural. A la ciudad se la conoce por el olor a peste de la celulosa y las emanaciones aéreas producen lluvia ácida, problemas respiratorios y conjuntivitis”, indicó el alcalde, que desde hace siete años ya no ejerce como médico y dedica sus horas a la administración pública.
En Pontevedra, la planta de pasta de celulosa se instaló en 1960 como un emprendimiento estatal de la dictadura del generalísimo Francisco Franco, aunque tiempo después se privatizó. “Era una época de crisis económica, en la que la gente emigraba hacia América latina. Entonces se decía que la fábrica iba a resolver el problema de la desocupación y con esa excusa terminó por imponerse”, recuerda Fernández Lores.
“Pero las ventajas que decían no son tales. Ence sólo tiene 275 trabajadores, un 0,5 por ciento del empleo de Pontevedra, donde tenemos unos 130 mil habitantes. Además, se perdieron puestos de trabajo en el sector del turismo y en la pesca, porque los moluscos ya no tienen garantía de salubridad y muchas especies se murieron como consecuencia del calentamiento del agua. Los pocos puestos de trabajo son muy caros por las consecuencias de la contaminación. Hasta el paisaje quedó arruinado con esa porquería”, indicó.
No sólo eso. Como una de las principales materias primas de estas industrias es la madera del eucalipto, “han ‘eucaliptizado’ los bosques, generando un monocultivo que está empobreciendo los suelos”, explicó.
Fernández Lores pertenece al Bloque Nacionalista Galo, un partido de izquierda que gobierna el ayuntamiento en alianza con el PSOE. Tal vez por eso no comprende la postura del gobierno del presidente uruguayo Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, con el que mantiene buenas relaciones. “Tratamos de mantener intercambios permanentes con partidos que pertenecen a esa izquierda. Incluso tuvimos la visita de Evo Morales antes de las elecciones en Bolivia”, apunta.
“Mis primeros pasos en la política los di en grupos ambientalistas –rememora a sus 51 años–. En aquella época pegábamos carteles y organizábamos conferencias para explicar los perjuicios de la planta de celulosa y era imposible hablar del tema. Pero eso fue cambiando poco a poco, hasta que ahora el 90 por ciento de la población está en contra.” Para Fernández Lores el conflicto con Ence es “gordo”. Como forma de presión, la empresa se encarga de patrocinar a los equipos locales de fútbol y handball, y pone publicidad en cuanto medio puede para mostrar que su actividad no contamina. “Me levanto todas las mañanas con una publicidad en la radio en la que la empresa dice que cumple con los principios del desarrollo sostenible. Pero están prostituyendo las palabras”, se queja.
“Todos se llenan la boca con el desarrollo sostenible y a la hora de aplicarlo en la práctica hacen todo al revés. Es cierto que hicieron inversiones para reducir la contaminación, pero fue gracias a la presión social y todavía sigue oliendo a pestes”, reclama.
Por el daño ecológico, Ence fue enjuiciada cinco años atrás. Antes había estado “a caño libre”, soltando sus desechos al río sin depuración previa. Ahora, una ley nacional obliga a la empresa a que en 2018 devuelva los terrenos en los que se encuentra, pertenecientes originalmente al Estado, en sus condiciones iniciales. “Ese sitio se llamaba ‘Los Placeres’, ahora debería llamarse ‘Los Horrores’. Pero queremos recuperarlo y que pueda usarse como playa”, se esperanza Fernández Lores.
“Una vez que se instala algo así es muy difícil de quitar. En Uruguay deberían evaluar las ventajas y los inconvenientes de que se instalen las plantas. Por lo que conozco –expresa–, el río Uruguay no es una zona para instalar un polo industrial. Y una vez allí, luego no los sacas ni en 30, 40 o 50 años, porque es una inversión impresionante. A la gente de allí puedo decirles que sigan peleando y exijan al máximo, porque toda lucha, con los argumentos válidos, siempre vale la pena.”