Sras y Sres de la Corporación Financiera Internacional
De mi mayor consideración:
Por la presente deseo poner en su conocimiento y de la opinión pública la manipulación de información realizada por la empresa consultora Pacific Consultants International (contratada por la CFI para analizar el impacto acumulado de dos proyectos de plantas de celulosa en Uruguay) en relación con el tema de las plantaciones forestales. Quiero referirme al caso concreto del Anexo B de su informe (Plantaciones).
En dicho anexo se cita uno de mis trabajos de la siguiente manera:
“Según estudios realizados en Uruguay el desarrollo de las plantaciones ha creado más fuentes de trabajo que las que había anteriormente a nivel local a través de la ganadería (Geary, 2001; Carrere y Lohmann, 1966)”.
La cita concreta del trabajo citado es la siguiente:
“Los casos en los que las plantaciones a gran escala han generado más empleo que el que ya existía a nivel local, como en el caso de Uruguay (donde sustituyen a la ganadería extensiva), pueden ser contados con los dedos de una mano”.
En la época en que ese libro fue escrito aún confiaba en la información oficial y en ella me basé para hacer esa afirmación. A partir de entonces fueron surgiendo investigaciones independientes que demostraron lo contrario y las mismas se reflejaron en trabajos posteriores, como por ejemplo en un artículo publicado en el año 2002 (“Uruguay: la absurda injusticia detrás de la forestación”, Ricardo Carrere). En el mismo afirmo:
“En materia de empleo, el resultado [del plan de promoción forestal] es un total fracaso. De todas las actividades agropecuarias, la ganadería extensiva de vacunos y ovinos ha sido siempre considerada como la peor en cuanto a cantidad de empleos generados por hectárea. Ya no más: la forestación ha demostrado ser aún más negativa.
De acuerdo con los datos del censo agropecuario del 2000, el número de trabajadores permanentes por cada mil hectáreas forestadas es de 4,49. La ganadería de vacunos de carne genera 5,84 empleos permanentes en la misma extensión de tierra, en tanto que la ganadería de ovinos provee 9,18 empleos.
Y éstas, junto a la producción de arroz (7,75), son las peores cifras. En el extremo opuesto se encuentran la producción para autoconsumo (262 empleos/mil hectáreas), de aves (211), la viticultura (165), la horticultura (133) y la producción de cerdos (128), en tanto que en el medio se ubican la producción de vacunos de leche (22), los servicios de maquinaria (20) y los cultivos cerealeros e industriales (10).
Frente a esas cifras, el sector forestal usualmente argumenta que genera numerosos empleos de tipo zafral, tanto en la plantación como en la cosecha. Sin embargo, aún tomando en cuenta eso, las cifras comparativas con la ganadería de carne y ovina se mantienen prácticamente idénticas, ya que éstas también generan puestos de trabajo temporarios. A eso se agregan las pésimas condiciones laborales de estos trabajadores zafrales, descritas en recuadro aparte.
En resumen, en un total de 660.000 hectáreas, la forestación ha generado 2.962 empleos permanentes. Peor que eso imposible. Pero más aún, si se toma en cuenta que las plantaciones forestales han desplazado a otras actividades agropecuarias y que todas las demás actividades generan más empleos permanentes que la forestación, se llega a la conclusión de que esta actividad ha significado una pérdida neta de empleos permanentes en el sector agropecuario. En efecto, suponiendo que la superficie forestada hubiera
continuado ocupada por la explotación vacuna u ovina, en el primer caso los empleos hubieran ascendido a 3.854, en tanto que en el segundo habrían sido 6.058. Queda claro entonces que el remedio ha sido peor que la enfermedad y que la forestación ha contribuido a expulsar trabajadores del medio rural”.
Fuente: Grupo Guayubira, http://www.guayubira.org.uy/trabajo/injusticia.html
Los consultores tuvieron acceso a la página web del Grupo Guayubira (tal como se comprueba en el pie de página de la página 17 de anexo que comentamos), donde ese artículo está disponible, al igual que una gran cantidad de información sobre impactos sociales y ambientales de la forestación. Los consultores optaron por ignorar tanto ese artículo como todo el cúmulo de información allí incluida, porque obviamente no se ajustaba a su visión sobre el tema. Si lo hubieran hecho, en su informe podrían haber hecho referencia -entre otras tantas cosas- a las terribles condiciones de trabajo imperantes en el sector forestal uruguayo. A la CFI seguramente le tendría que haber interesado esa información.
Más grave aún, quien suscribe le transmitió personalmente su posición sobre el empleo en la forestación al consultor Madariaga, tal como consta en el comunicado difundido por Guayubira el 12 de agosto de 2005 (“Guayubira se reúne con consultor del Banco Mundial sobre fábricas de celulosa”). Allí se dice:
“Con respecto al empleo, Ricardo Carrere destacó que es fundamental que se realice una evaluación sobre el impacto acumulado de las fábricas sobre el empleo, a partir de cifras serias, tanto acerca de los puestos de trabajo que se generarían como sobre los que se perderían (en particular en los sectores de turismo, pesca y apicultura) si las plantas se instalaran. Ese estudio también debería incluir las pérdidas de empleos por sustitución de la agricultura y la ganadería por la forestación, que genera menos puestos de trabajo que cualquier otra actividad agropecuaria”.
Madariaga tomó notas de lo expuesto en la reunión y obviamente optó por no incluir esa información, prefiriendo en cambio utilizar la cita de 1996. Esto constituye un claro caso de manipulación de información.
Pero esto no es un caso aislado. En el mismo anexo también se puede constatar la manipulación que se realiza con el informe de Thomas F. Geary, donde se lo cita diciendo:
“Debido al porcentaje reducido de superficie de tierras que se pretende convertir en plantaciones forestales en Uruguay, no parece probable que se produzcan impactos significativos sobre la biodiversidad. Además, el efecto sobre la biodiversidad natural podría ser difícil de interpretar dado que la biodiversidad ha sido modificada por siglos de uso pastoril y agrícola. Los pastos exóticos y otras plantas forrajeras exóticas son con frecuencia la vegetación común. La erosión probablemente ha producido cambios irreversibles en el ecosistema.”
Dichas opiniones de Geary son luego matizadas en el párrafo siguiente, que los consultores decidieron omitir:
“Sin embargo, las plantaciones ahora están restringidas a ciertos tipos de suelo, cuya área total puede ser plantada. Si ciertas especies –especialmente las endémicas– necesitan estos suelos, se verán amenazadas o en peligro”.
Con respecto al tema del impacto del las plantaciones sobre el agua, el informe dice que Geary “menciona esta preocupación en su trabajo”, pero sin incorporar la siguiente información, donde el autor explica como llegó a demostrar que el impacto sobre el agua existe:
“Además de la evidencia de estudios llevados a cabo en otros países, yo observé una serie de fotos aéreas de tierras plantadas con eucaliptos en Uruguay. Algunos lugares dentro de las áreas de la plantación eran inicialmente demasiado húmedos para ser plantados. Unos pocos años después, esas áreas estaban suficientemente secas como para ser plantadas y las lagunitas cercanas se habían secado, lo que no ocurrió con las que se encontraban más lejos.”
Todo haría pensar que lo anterior es al menos prueba de que en el caso investigado por Geary se constata un impacto importante y que ello ameritaría pensar que similares casos pueden haber ocurrido en otras zonas forestadas. Esconder esta información a la CFI y al público en general es un hecho grave.
Por lo expuesto, se concluye que la consultora está sesgada a favor de la forestación y que esa es probablemente la razón para la manipulación de información aquí constatada. Esto no es una cuestión personal, sino que la falta de ética en esta materia específica pone en cuestión la seriedad del informe en su conjunto.
Les saluda muy atentamente,
Ricardo Carrere
WRM International Secretariat
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