En Uruguay hemos ingresado al siglo XXI siendo testigos de una transformación paisajística que se extiende en todas direcciones. Plantaciones de eucaliptos y pinos parecen invadir toda clase de tierras. Esa transformación paisajística tiene incidencia directa en distintos aspectos sociales.
La llegada de capitales invertidos en emprendimientos forestales (fundamentalmente extranjeros) y la inmediata implantación de monocultivos, constituyó la génesis de una nueva pirámide de categorías sociales y laborales. Contratistas, subcontratistas y una amplia base de trabajadores forestales, que desde la etapa de combate de hormigas e invernáculos hasta la cosecha de la madera, han intervenido soñando un futuro mejor.
Rápidamente, las instalaciones de campo, galpones, potreros o viejos vehículos abandonados se transforman en improvisadas “pensiones”. Y en los sitios donde la infraestructura simplemente no existe, precarias carpas o refugios construidos con ramas o nylon, que se confunden con corrales de animales, se convierten en hogar de la cuadrilla.
Para muchos trabajadores, la actividad forestal implicó el hacinamiento, la promiscuidad, la degradación de las condiciones de trabajo, y pasó a constituir la cualidad más destacada y difundida de una actividad que a todas luces prometió bienestar económico y prosperidad para amplios sectores. Simultáneamente, se incorporaron otra serie de situaciones que terminaron de conformar un panorama laboral nada alentador: la ocurrencia de graves accidentes laborales, la aparición de enfermedades vinculadas a la deficiente alimentación o falta de higiene, bajos salarios o jornales nunca abonados, el abigeato y el mate como única forma de sobrevivir.
El Estado a través de su organismo competente no ha instrumentado un plan de fiscalización en la materia. El argumento esgrimido es la ausencia de denuncias por parte de los trabajadores. Sin embargo, la tónica de la política aplicada es justamente intervenir lo menos posible; así lo ponen de manifiesto las propias cifras oficiales. A la ausencia de políticas de contralor, el obstáculo más destacado está representado por la absoluta carencia de vehículos (4×4) que permita a los inspectores acceder a los distintos frentes de trabajo, situación ésta que viene presentándose desde hace años. El descenso del número de inspecciones laborales realizadas a los campos forestales no está en relación con el constante incremento de la superficie plantada y el del volumen de madera obtenida.
El sometimiento a las peores formas de trabajo que sufre parte de la población trabajadora en el sector no ha generado un incremento de denuncias a la autoridad competente. El número de denuncias al respecto han sido escasas. Esta situación responde a varias razones. Una de ellas es el desconocimiento que se tiene respecto a los derechos laborales que protegen al trabajador como parte más débil de una relación laboral. Otro motivo, y quizás el más importante, responde al temor del trabajador a ser identificado como auspiciante de la denuncia y por consecuencia perder así toda posibilidad de obtener una nueva oportunidad de trabajo.
Miles de trabajadores son trasladados diariamente desde ciudades como Rivera y Tranqueras, a distintos frentes de trabajo. Otros trabajadores migran a pueblos y parajes como Perseverano, Castillos, Greco, Punta del Chileno, Aguas Blancas, Villa del Carmen, Piedra Colorada, entre tantos otros lugares, buscando una oportunidad laboral, sin importar las condiciones de trabajo que le impongan. Muchos de ellos permanecerán a la intemperie o en precarios refugios varios días o semanas, con la esperanza de que la tarea realizada le reporte algún ingreso y así poder retornar a su tierra.
Paso de La Cruz es un pueblo que abandonó la tradición de trabajo ganadero y plantaciones citrícolas, volcándole casi en su totalidad a las faenas forestales. Está ubicado en el Departamento de Río Negro, a kilómetros de la ruta Nacional Nro. 25.
Sobre un camino de balasto se extiende un conjunto de casas que albergan una población estable de 400 vecinos (aproximadamente). El pueblo cuenta con algunos almacenes, un salón comunal de uso múltiple, un destacamento policial y un médico que visita la zona con cierta frecuencia. La comunicación vía teléfono celular constituye casi un acto de suerte. Recorriendo la calle principal, se observan en los patios de las casas las motosierras, cascos forestales y otros elementos que revelan sin equívocos la actividad que realizan los pobladores. Durante el día, decenas de camiones forestales sacan y transportan la madera cosechada; y alguna maquinaria pesada de la Intendencia Municipal intenta mantener habilitada la única vía de tránsito.
Las empresas forestales del lugar han prohibido el pernocte de las cuadrillas en los predios. Es por eso que más de 200 trabajadores en época de zafra recorren muchos kilómetros para instalar sus campamentos en el pueblo. Algunos logran arrendar casas abandonadas, y los más se ubican en espacios verdes, predios vacíos o a la vera del camino. Durante la noche, los fogones de ruedas de mate constituyen el único elemento que ilumina la calle.
Si bien algunos pobladores consultados concuerdan en indicar como aspecto positivo que no existe desocupación en el lugar, no ocultan su malestar y preocupación respecto a las situaciones vinculadas al alcoholismo, prostitución, abigeato, problemas vinculados al incumplimiento de compromisos salariales y pago de jornales a través de bonos que solo son canjeables en determinados almacenes. El destacamento policial se ve desbordado por la cantidad de intervenciones y la complejidad de las situaciones sociales planteadas. Preocupados por la situación que parece imponerse en el lugar, la denuncia fue planteada en el seno de la Junta Departamental.
Por el momento parece ser que en lo social todavía resta mucho por resolver. Suscribiendo y subrayando lo que establece la OIT (Organización Internacional del Trabajo), no es suficiente crear nuevos empleos: es necesario crear puestos de trabajo de calidad.
Por: Asociación de Inspectores de Trabajo del Uruguay (AITU), “Por un trabajo con Derechos”, correo electrónico: inspectoresdetrabajo@adinet.com.uy – http://www.aitu.org/
Artículo publicado en el Boletín Nº 122 (setiembre de 2007) del Movimiento Mundial por los Bosques http://www.wrm.org.uy/