Observaciones hechas por Pérez Castellano en 1813 [1]
El primer aspecto tratado por Pérez Castellano en sus Observaciones sobre Agricultura es el cerco, porque “es por donde empiezan, o deben empezar, todos los que intentan ejercitarse en la agricultura, o sembrando granos, o plantando arboledas, o poniendo hortalizas, o reuniendo en una misma huerta (que es lo más común y lo más útil) todos estos renglones.
Pues sin cercar la tierra se expone el labrador a ver destruido en pocas horas el trabajo de mucho tiempo”. Luego de mencionar algunos tipos de cercos utilizados en la zona (membrillos, zanjas), hace una detallada descripción del que considera mejor: el cerco vivo de talas.
“10. – A mí no me ocurre otro más ventajoso para el efecto que el tala. Este es un árbol que prospera en cualquier terreno, que no sea estéril absolutamente; es indígena de este país; se da bien en los altos en los bajos, como éstos no sean fangosos; no lo ataca la hormiga, ni lo carcome gusano alguno; tiene mas espinas que hojas, pues debajo de cada hoja tiene dos espinas: es de un verdor alegre; de madera flexible, difícil de quebrar; de la cual se sacan cabezas pura arados, ejes para carruajes y de sus ramas delgadas se hacen flejes o arcos para techos de los mismos carruajes; su leña hace un fuego alegre, y es de las mejores que el país produce espontáneamente en los bosques. Muchas ventajas son éstas para no mirar con cariño un árbol que las reúne, principalmente cuando con él podemos cercar nuestras heredades y asegurarlas contra los brutos, y aun contra los hombres, que intenten franquearlas para hacernos daño.
11. – El modo de poner el cerco es cavar primero la tierra por dónde queramos ponerlo, haciendo una faja de dos o tres varas de ancho. Después que la tierra se ha podrido y suavizado con el aire, los soles, las lluvias, los rocíos, los hielos y con los demás meteoros, lo que se consigue en dos o tres meses de cavada, se practica en ella, a lo largo de la faja, una zanjilla como de media vara de ancho, y un pie de profundidad, y le van tendiendo a lo largo de la zanjilla varas nuevas de tala, que se cubren con la tierra de los lados, dejando enterradas con la rama principal algunas ramitas subalternas, y dejando otras descubiertas a fin de que por ellas brote y se desahogue la vara principal cuando empieza a echar raíces. Si al lado de la zanjilla que se ha dicho, se practica otra zanjilla paralela, y en ella se entierran varas del mismo modo que en la primera, será mucho mejor, para que en poco tiempo el cerco sea más espeso y tupido. Estas varas, o ramas, se cortan y ponen desde mediados de julio hasta el equinoccio de setiembre; porque en ese tiempo los talas están ya sin hoja, y se hallan sus ramas con jugo bastante del que les ha subido, acercándose el equinoccio, en que empiezan a brotar; lo que conduce para que broten presto. No es necesario que las ramas sean muy gruesas; basta que tengan en la parte inferior el grueso de la muñeca, sin escrupulizar el que las pone en que sean más o menos delgadas. Al mes de puestas o antes, si se cría algún pasto o hierba, se escardilla y limpia la tierra a fin de que la maleza no la apure y seque, lo que sería muy perjudicial a las raicitas capilares y tiernas que empiezan a echar las varas, particularmente si sobreviene una primavera, seca, según suele acontecer. Si después de puestas las ramas se logra una primavera y estío favorables no dudo que prenderán casi todas; porque a mí que las puse el año pasado de 1812, me brotaron muchas, y prometían seguir con vigor si no sobrevienen una primavera y estío tan secos que las obligaron a volver atrás y secarse. Pero cuando yo pensaba que se hubiesen secado todas, como se secaron los manzanitas que con raíces puse en tierra mejor, veo en el presente año de 1813, que brotan con vigor algunas pocas, lo que me anima a repetir este invierno nuevo plantío.
12. – Para fundar esperanza de buen éxito no sólo tengo esta experiencia propia, sino también la de otros que lograron buen cerco de talas. Don Marcos Riglos, vecino de Buenos Aires me dijo el año de 1781, hallándome yo en aquella ciudad, que en su estancia de Areco tenía un hermoso cercado de talas, que lo había puesto con varas tendidas y me añadió que era tan grande que dentro de él tenía un gran pedazo, de arboleda frutal, y campo suficiente para siembra de trigo, de que recogía año por año quinientas o seiscientas fanegas, a más de otros granos. El Dr. don José González, rector que fue del colegio de las huérfanas, me dijo que en la chácara de ese colegio tenía otro cerco de talas; que éste lo había puesto no con varas sino con semilla, y que era tan capaz que dentro de él tenía cuatrocientos mil pies de durazno para leña, y campo extendido para sementera de granos.
13. – Tampoco faltan en esta banda ejemplares de talas que nacen de semilla, y prenden con las varas; porque es muy frecuente ver en las estancias que las varas de tala, que atraviesan en horquetas anualmente, no para que prendan, sino para defender los sembrados; es muy frecuente digo, ver algunas prendidas; que acertaron a tocar en una tierra capaz de abrigar las raíces nuevas, y hacerse árboles grandes a los pocos años. También es muy frecuente ver talitas, nacidas de semillas al pie de los árboles, en que duermen pájaros, que las arrojan con los excrementos; porque la semilla del tala, o la frutilla que la contiene, y es del tamaño de un garbanzo poco más o menos, es una golosina muy gustosa para los pájaros que se alimentan de granos.
14. – Cualquiera de estas dos maneras, que se adopte para sembrar o poner talas en el cerco, la reputo buena; pero me parece más expedita y segura la plantación con varas; porque éstas se cortan poco antes de ponerlas, y se encuentran aquí en todos tiempos y en todos los bosques: ventaja que no tiene la semilla porque sólo se ve sazonada en el mes de marzo, y entonces es menester arrojarla a la tierra para que nazca en la primavera inmediata, lo que pide más cuidado y una prolijidad que no todos pueden tener. Si digo que es menester entonces arrojarla a la tierra, es porque si se guarda para sembrarla poco antes del equinoccio de invierno, se desvirtúa mucho y nacen pocos granos, de lo que tengo experiencia, no sólo en la semilla de tala, que es de hueso; sino también en otras semillas, que están encerradas en cuezco o hueso, como los duraznos, particularmente las pequeñas, cuales son los de la virgen y los abollados, que es necesario, para que nazcan bien, arrojarlos a la tierra cuando madura la fruta. No sólo sucede esto con las semillas encerradas en hueso, porque lo mismo acontece a algunas, cuya corteza o estuche es menos duro, como son las bellotas, que nacen bien al pie de los robles, que las despiden y se desvirtúan si recogidas se guardan algunos meses, antes de sembrarlas.
15. – Como he dicho que las semillas de tala, que con la fruta comen los pájaros, nacen al pie de los árboles en que duermen; me ocurre otra ventaja que este árbol tiene, y es que en el mes de marzo, cuando la frutilla está madura, no necesitan las gallinas de otro alimento, porque sería bastante para ellas el que hallasen debajo de las ramas del cerco en las frutillas del tala.
16. – Podrá tal vez alguno objetarme que por qué yo no he puesto hasta ahora cerco de tala, habiendo tantos años que sabía era árbol a propósito para ese fin. A que satisfago que cuando me dijeron esos sujetos de Buenos Aires que lo era, yo me hallaba bien con el cerco de membrillos, que estaba sano, tupido y fuerte, y lo estuvo muchos años después, porque, según he dicho, el daño de la carcoma solo empezó aquí a sentirse de veinte años a esta parte y aun después que empezó a sentirse viví por algún tiempo con la esperanza de que la carcoma desapareciese, y volviesen los membrillos a su vigor primero; hasta que por último me he desengañado, y he conocido por una experiencia, continuada en muchos años, que el gusano roedor se ha climatizado aquí, y que nunca dejará de propagarse mientras tenga membrillos y manzanos que lo alimenten.
17. – También se me podrá objetar que si las hormigas, comadrejas, lagartos, ratas y otras sabandijas perjudiciales se abriguen debajo de las raíces de las pitas y de las tunas: que por esta razón las condeno por malditas para formar con ellas los cercos, militando la misma razón en los membrillos y talas, que pueden dar guarida en sus raíces a los mismos insectos y bichos dañinos, deba también condenarlos por malditos. A esto digo que no milita la misma razón, porque si las pitas y las tunas dan en sus raíces albergue cómodo a esos animalejos es, porque tanto las pitas como las tunas prosperan puestas sobre los camellones de tierra, con que se guarnecen las zanjas por la parte de adentro; pues vegetar y crecer la humedad que ellas tienen en sí naturalmente, o la que por sus anchas hojas reciben con las rocíos. Pero si se plantan en tierra llana, en que puedan recibir más humedad que la que les conviene, se enferman, se marchitan y se pierden. Teniendo pues estas plantas las raíces en tierra enjuta, se van a su abrigo las hormigas y todos los demás bichos, que también huyen de la humedad excesiva, o por mejor decir, buscan para desovar o parir lugares que estén enjutos. No sucede así con los membrillos y talas, que no se ponen, ni pueden prosperar en esos camellones. Para que se logren, vegeten y crezcan es menester plantarlas en tierra llana, igual y unida y así no ofrecen ni pueden ofrecer abrigo en sus raíces a ninguna casta de sabandijas, y si alguna vez se abrigan, como esas plantas se hallan en tierra llana, es muy fácil desterrar los bichos que se hayan abrigado, sólo con el fácil trabajo de abrir algún conducto que dirija el agua de las primeras lluvias a la madriguera u hormiguero, que se halle debajo de algún árbol.
18. – Con este fácil arbitrio he desterrado yo hormigueros, encastillados debajo del tronco de algunos árboles de estimación, cuyas raíces me interesaba no cortar, y con el mismo se pueden desterrar cuando se abriguen debajo de algunos de los talas del cerco: el agua que se conduzca a esas raíces no perjudica: antes bien aprovecha a los árboles que sustentan.
19. – Lo contrario acontece a las tunas por lo menos, a las que perjudica el riego, aun cuando el agua pudiera correr de abajo para arriba, lo que naturalmente es imposible, como lo es también el conducirla a las pitas del modo que aquí las ponen, que es encima de los camellones o terraplenes altos, con que guarnecen las zanjas. Pues por lo demás creo que esas plantas prosperarían bien, y aun mejor que en los albardones altos, si se pusiesen en una tierra llana, igual y unida, como he dicho se deben poner los talas; porque estoy bien informado de algunos que las han visto por los campos de Misiones, por los del Paraguay, y aun en las vertientes al Yacuy o Río Grande, y uniformemente me han asegurado que si se crían bien en los lugares altos, mejor y más viciosos se crían en los bajos y hasta en las orillas de los ríos. Poniéndose pues las pitas en tierra llana, aunque nunca se evitaría el inconveniente de guarecer debajo de sus grandes hojas a los bichos y sabandijas dañinas; por lo menos se evitarían las zanjas, que pueden llamarse la peste de los campos, y no dejarían de hacer buen cercado; aunque nunca sería tan fuerte ni de tanto resguardo como el de los talas, ni tampoco unirían a la utilidad de la leña la hermosura que tienen los vallados, hechos con árboles vivos.
29. – Por conclusión debo advertir que cuando se ponga el cerco con ramas de tala, o con cualquiera otra planta, se resguarde por la parte de afuera con unas estacas de madera, a las que se cruzan varas del modo con que se hacen aquí los corrales para el ganado, o los palenques para resguardo de las casas de campo. Este resguardo de las estacas sólo será necesario conservar por un par de años, y mientras sean tiernas las plantas que deben formar el cerco vivo y permanente.
30. – Este número lo dejé en blanco de propósito para llenarlo cuando hubiese visto el resultado de la nueva plantación de ramas de tala, que hice en 26 de agosto y primero de setiembre de 1813. En donde las mandé cortar no había ya en qué escoger; porque una partida de gente armada que se hallaba por las cercanías había talado lo mejor. No obstante con las que se trajeron de mal semblante hice la plantación y me prendieron muchas en los lugares en que la tierra tenía más jugo, pero no en la más secano. De las que prendieron, brotaron y crecieron algo se perdió la mitad; porque faltaron enteramente las aguas, siendo cosa sabida que cuando empieza a brotar alguna planta recién puesta es necesario absolutamente no sólo para su aumento, sino también para su conservación que el cielo no le niegue el socorro del agua; y ésta faltó hasta hoy 4 de enero de 1814 en que Dios por su misericordia nos ha mandado una lluvia copiosa. Así creo que con ella se conservarán y crecerán los talas brotados que viven. Esta segunda experiencia me confirma en la idea que he formado a favor de los talas y tengo por cierto que poniéndolos en el invierno inmediato a una primavera de aguas regulares, será la plantación feliz. Cuando puse las ramas tendidas, puse también tres estacas poco más gruesas que la muñeca del modo que se ponen los olivos y me ha dicho un criado mío que las tres están brotando.”
[1] Texto copiado del libro “Observaciones sobre agricultura” de José Manuel Pérez Castellano. Colección de Clásicos Uruguayos, Biblioteca Artigas, 1968 (dos tomos).