Recorrido por plantaciones forestales en la zona de Colonia Baltasar Brum, Paysandú – febrero 2009.
En el Uruguay de fines de los años cuarenta se impulsó desde el Estado una iniciativa ejemplar, la creación del Instituto Nacional de Colonización (INC), que surge ante la necesidad de un “instrumento idóneo para promover una racional subdivisión de la tierra y su adecuada explotación, procurar la radicación y bienestar del trabajador rural, promoviendo además el aumento y la mejora de la producción agropecuaria”.
“La colonización es un proceso socioeconómico productivo, mediante el cual el Estado, adquiere tierras o las recibe en propiedad o en administración, las redimensiona, y luego las adjudica a productores para que se instalen en ellas con sus familias y las trabajen debidamente.” (1) Es así que dentro de las colonias es común encontrarse con fraccionamientos que mantienen el nombre de la estancia que les dio origen. Tal es el caso de Santa Kilda y Santa Blanca, dentro de la Colonia Baltasar Brum en el departamento de Paysandú.
Invitados por vecinos de Santa Kilda y Santa Blanca –preocupados por el avance de las plantaciones de pinos y eucaliptos en las cercanías de sus campos– tuvimos oportunidad de recorrer parte de la Colonia Baltasar Brum. La zona originalmente era de uso agrícola, luego pasó a ser agrícola-ganadera.
La Colonia está siendo rodeada por monocultivos y a medida que éstos crecen en altura y extensión, son cada vez más notorios los impactos que sufren los productores rurales: falta de agua, proliferación de plagas, entre otros.
“La forestal nos mató la colonia, y nos están desapareciendo las aguadas y los pozos”, dice uno de los productores. “Arroyos que jamás nunca se secaron hoy están sin agua” y “esto no tiene nada que ver con la sequía”. Se apresuran a aclarar que en épocas de sequías importantes los arroyos tan sólo llegaban a cortarse en algún punto de su recorrido, pero que desde que la forestación se instaló en la zona, están secos. Los colonos ven cómo en los pozos de 40 m de profundidad el nivel del agua ha ido bajando peligrosamente e incluso se ha acabado en algunas zonas, lo cual implica que el productor deba invertir en otro pozo donde tratará de llegar a las napas freáticas a 100 m de profundidad. Éste es un costo extra que no todas las familias pueden asumir.
Al pasar por un campo perteneciente a una de las empresas forestales, nos llama la atención una superficie bastante importante sin forestar, “esos bajos eran bañados, por eso no los pudieron forestar, no podían entrar con las máquinas. Usted ve que unos años después de que plantaron el resto del campo, los bañados ya no existen, ahora es suelo listo para forestar”. Un proceso similar ocurrió en campos de Colonos; acompañando el crecimiento de los eucaliptos, los bajos -donde no se podía pasar ni a caballo y donde en las peores sequías vividas en el país era lo que permitía salvar el ganado- ahora hace más de cinco años que están secos.
“Usted siembra un cultivo y los bichos le comen todo, hay millones de palomas, aunque los ingenieros de las forestales dicen que las palomas no viven en esos montes [se refiere a las plantaciones de árboles], pero, qué no van a vivir!”
Otro colono que tiene su campo al lado de la “cortina forestal” afirma que “cuando uno planta el sorgo vienen los jabalíes y se lo comen, y eso nadie lo ve, está minado de jabalíes y ciervos.” “Esto era una Colonia de lujo, nos echaron a perder con la forestación, usted cría un animal y los jabalíes se lo comen, tanto al ternero como a las vacas”.
Dentro de los argumentos utilizados para promover la plantaciones de árboles dicen que generan empleo, hablan de biodiversidad, de manejo sustentable. Leyendas como “El bosque da vida y trabajo. Protéjalo” se pueden leer al borde de las carreteras.
Los habitantes de la Colonia tienen otra opinión al respecto. “¿Te das cuenta vos cómo debajo de los árboles no nace nada?” mientras señala las 1000 hás. de forestación que rodean su campo de 40 hás. Ése era un campo como éste [haciendo referencia a su campo donde cultiva la tierra y cría ganado] y ellos vinieron y mataron todo, no hay más pasto, no hay vida en ese lugar”.
Estas familias, que han vivido toda su vida en el campo, dicen que “a quienes conocemos de campo, no nos vayan a hablar de trabajo en la forestación; hay trabajo cuando siembran, y después, nada”. “La cosecha tampoco da mano de obra, es mentira, es una mujer que maneja la máquina y viene el grapo y otro hombre lo carga y viene el camión y hasta luego y no hay más mano de obra”.
“Las empresas forestales han avanzado con todo sobre nuestras Colonias, llegan haciendo promesas y ofreciendo materiales y electrodomésticos para las escuelas, para promover una buena imagen y para lograr la aceptación”. “Para nosotros, con los impactos que sufrimos con la forestación, esas cosas ni nos importan”
“Uno trabaja la tierra, acondiciona la casa y su entorno, para que nos pase esto ahora…” Hoy no sólo estos suelos agrícolas por excelencia están compitiendo con la forestación sino también entra en juego la permanencia de las familias de colonos que ven con tristeza cómo se está dando nuevamente un proceso de redistribución de sus tierras, salvo que ahora el proceso es inverso, tierras que podrían asignarse a nuevos colonos se les están entregando a las empresas forestales extranjeras. No sólo volvemos a concentrar la tierra sino además a extranjerizarla, y como si esto no fuera suficiente, estas plantaciones están certificadas por el FSC.
(1) Instituto Nacional de Colonización http://www.colonizacion.com.uy
Artículo publicado en el boletín Nº 139 – febrero de 2009, del Movimiento Mundial por los Bosques – http://www.wrm.org.uy