En todos los sitios del mundo donde se instalan monocultivos de árboles a gran escala, su implantación es precedida por una serie de promesas que sirven para engañar a la población local. A pocos años de su establecimiento se empieza a constatar que las promesas no se cumplen y que la situación ha incluso empeorado. Pero ya es demasiado tarde. Las empresas se han adueñado del territorio y han implantado sus plantaciones.
La ciudad de Tranqueras, en el norteño departamento de Rivera es quizá uno de los ejemplos más notorios del engaño forestal. Antes de que llegara la forestación, Tranqueras era conocida como “la capital de la sandía”, dado que los suelos arenosos que la rodeaban eran especialmente aptos para dicho cultivo. No era por supuesto la única actividad, ya que la región se dedicaba también a la cría de animales y a otras producciones agrícolas, en gran medida a cargo de pequeños y medianos productores familiares.
Hoy Tranqueras ha pasado a ser llamada la “capital de la sandía y la forestación”, pese a que encontrar una sandía producida en esta zona es casi un milagro, dado que todos los suelos aptos han sido ocupados por enormes plantaciones de pinos. En el pueblo existe un importante aserradero, que procesa la madera de pino.
Es decir, que si las promesas de generación de empleo y desarrollo fueran ciertas, Tranqueras debería estar en una excelente situación, ya que al empleo generado por las plantaciones se sumaría el resultante del procesamiento de la madera. Sin embargo, ello dista mucho de ser así y los siguientes testimonios, recogidos en noviembre de 2009, así lo prueban:
“No se ve la prosperidad que trajo la forestación a Tranqueras. Al contrario, antes había 2 bancos, 2 estaciones de servicio, 1 cooperativa agraria, 1 molino de arroz, 1 fábrica de pastas, oficina de DGI y otras cosas. Hoy, prácticamente todo eso desapareció. Tranqueras creció ¿en qué? En cantidad de gente, con peludos [peones] con sueldos de peludos [muy bajos], con mentalidad de peludos [que no aspiran a más]. Una población con solo 6º año de escuela, con la expectativa de tener un árbol para pelar [podar] ¿cuál es el avance?” De acuerdo con varios testimonios, el 90% de los trabajadores forestales son peones.
Quizá el mejor resumen de la situación fue aportado por el testimonio de una apicultora, que da clases de apicultura como posible fuente alternativa de ingresos fuera de la actividad forestal. “Tenemos que aprender a convivir con el cáncer [se refiere a las plantaciones de pinos y eucaliptos]. No tenemos elección y por eso tratamos de sacar el mejor provecho al cáncer”. Es decir, que lo único que les queda por hacer es tratar de producir miel a partir de la floración de las plantaciones de pinos (que solo aportan polen) y de las plantaciones de eucalipto (que son más aptas para la producción melífera, pero relativamente escasas en la zona).
La similitud de las plantaciones con el cáncer es de hecho muy clara, ya que afecta gravemente la salud de los ecosistemas locales y la supervivencia de la población local.
Sin excepción, todas las personas entrevistadas destacan el impacto de las plantaciones sobre el agua. Una persona dice que “los cursos de agua disminuyeron, pozos de 8 a 10 metros están secos” y otra agrega que “el desecamiento del suelo es evidente, lugares que eran bañados [humedales] hoy están secos y se pasa con auto”.
La desaparición del agua vuelve imposible otras producciones y la gente se ve forzada a vender sus tierras … a las propias empresas forestales que generaron el problema. Por ejemplo, hay gente que se quiere dedicar a hacer huerta orgánica, “pero el problema es que no tenemos agua; pozos de 20 metros se secaron y hoy es necesario tener pozos semisurgentes, de 60 metros de profundidad, que cuestan por lo menos US$ 4000” . La producción de sandía tampoco existe, “ porque no hay donde plantar y porque no hay agua”.
El agua resulta además contaminada, tanto por los agrotóxicos usados en la forestación como por las enormes cantidades de polen de los pinos, que terminan en los cursos de agua. Una persona cuenta que “el agua está intoxicada” y que conoce a “una persona que arrendó un campo vecino y lo tuvo que entregar porque los animales no tomaban el agua y si lo hacían morían”. Un edil de Tranqueras describe el proceso de la siguiente manera: “Al forestar, lo primero que se hace es matar todo lo que es vida. Salían cuadrillas con tarritos de veneno y una cuchara, grupos de 14 o 15 personas a unos 5 metros cada uno del otro; daban unos 5 pasos y ponían 1 cucharadita de veneno; así quedaba todo el campo envenenado y si llovía se esparcía eso y el veneno va a las corrientes de agua y se infiltra al acuífero. Hace unos 2 años, no se sabe si por exceso de polen de pino, o por estos venenos o por temperaturas muy bajas, pero murieron muchos peces”.
El problema con “el polen es tremendo en julio – agosto y hasta setiembre. Se mete en todos lados, por debajo de las puertas, sobre los muebles, en los baldes de agua (queda como baba), se ven peces muertos en el río con una capa de polen”. “Se dan casos de conjuntivitis y alergias ocasionadas por el polen de los pinos”.
En materia de flora, “debajo del pino no sigue nada, todo muere”. Este problema es claramente percibido por los apicultores, cuyas abejas no encuentran más que pinos y eucaliptos para producir miel.
En cuanto a la fauna, ésta se ve afectada tanto por el uso de agrotóxicos como por los cambios en los ecosistemas. “Perdices, mulitas, lagartos, etc, todo murió al aplicar agrotóxicos, a veces en avioneta”. “Hay animales que migraron”. El jabalí (especie exótica) se ha convertido en plaga y “no se puede tener ovejas”. “Un jabalí recorre hasta 50 km . en una noche y hay personas que de 90 ovejas paridas le quedan 15 por los jabalíes y a veces hasta atacan a las terneras. El problema se agrava año a año y si bien se ven piaras de 5 a 10 jabalíes, también se han visto hasta de 50” . También los zorros han aumentado mucho afectando a las producciones agropecuarias. Algunas especies nativas -como lechuzas- han desaparecido por los venenos y los distintos cambios y según una persona local “ahora hay unos cascarudos [insectos] que eran el alimento de la lechuza que se transformaron en plaga”.
En materia social, la forestación ha resultado en la expulsión de la población rural. Según cuenta un poblador local, “antes de la forestación vivían unas 200 familias en el medio rural y había una escuela con alrededor de 100 niños. Después de la forestación hay 150 taperas [casas abandonadas] y una escuela con 4 alumnos, hoy cerrada”. Una persona cuenta que la empresa forestal le ofreció un precio superior al de mercado por su tierra y que se la vendió. Se vino al pueblo y trató de ser empleado de la forestación. No fue fácil, se “comió” el dinero de la venta y terminó en el cinturón de pobreza urbano.
En lo referente a empleos, no solo en la forestación se pagan salarios muy bajos (“ para la olla nada más”) , sino que son igualmente exiguos en el aserradero. Algunos trabajadores industriales contaron que “los salarios son muy bajos; uno se va a la mañana temprano, a las 6, y llega a la casa a las 6:30 de la tarde y ganamos $ 10.000 [unos 500 dólares] igual que hace 10 años atrás”.
El hecho de que la forestación haya pasado a ser casi la única opción en materia de empleo hace que la gente se cuide mucho en dar opiniones contra la forestación. Como dijo un productor familiar, “Quien trabaja no se queja. Los que no dependen de las forestales, todos se quejan”.
Luego de más de 20 años de “desarrollo” forestal, la “capital de la forestación” solo tiene pavimento en su calle principal y ésta ni siquiera tiene veredas, por lo que la gente debe caminar por la calle, corriendo el riesgo de ser atropellada por autos y camiones.
La situación se puede resumir en los siguientes testimonios: “¿Dónde está el beneficio que le da al pueblo? La gente se fue del campo, van a las ciudades, algunos trabajan en la forestación, no porque les guste, sino porque es lo único que hay. La facilidad es para el que viene de afuera y para la gente que tiene plata. La juventud de acá no tiene futuro”. “El costo de vida subió, hay menos poder adquisitivo, hay más pobres ahora”.
Para vergüenza de quienes aún siguen apoyando al esquema de certificación FSC, la principal empresa plantadora de la zona (FYMNSA) tiene sus plantaciones certificadas desde hace años por el FSC, en tanto que la gigante Weyerhaeuser ha iniciado el proceso de obtención del sello a través de la empresa certificadora SGS, que llevará a cabo la evaluación principal la última semana de enero de 2010. En vista de los antecedentes en Uruguay, se descarta que la obtención del sello será un mero trámite y que los pobladores locales no solo deberán a “aprender a convivir con el cáncer”, sino a soportar que se lo maquille de verde.
Artículo elaborado en base a testimonios recogidos durante una visita a Tranqueras, Rivera y recorrido por plantaciones forestales de la zona. Noviembre de 2009.