Por María Isabel Cárcamo, Agosto 2010
Cerro Chato, con más de un siglo de existencia, se encuentra en el departamento de Paysandú, a alrededor de 100 kilómetros de distancia de la capital departamental. Para llegar al mismo se deben recorrer unos cuantos kilómetros de camino de balastro, cubiertos a ambos lados de forestación, en suelos que otrora fueron destinados a la ganadería y/o cultivos agrícolas.
En los últimos veinte años este pueblo ha ido cambiando paulatinamente su fisonomía por el avance de la forestación. En la actualidad ha sido reducido a su mínima expresión, convertido a un rectángulo rodeado por la forestación, perdiendo lentamente sus casas de campo asociadas a la pequeña chacra, que supieron tener animales y cultivos que le permitieron dar, sustentabilidad a las familias que habitan en ellas.
Cerro Chato es un pueblo que supo cultivar una variedad de alimentos, dentro de los cuales se encuentran zapallos de distintas variedades, boniatos, maní, entre otros muchos cultivos.
Para la gran mayoría de las familias tradicionales de Cerro Chato que se dedican a la agricultura, el cultivo predominantes es el maní, tanto de granos grandes como pequeños. Lamentablemente esta última variedad ha dejado de cultivarse por una cuestión de mercado (que exige granos grandes), a pesar de ser mucho más sabroso y de mayor rinde para el productor. Por otro lado, al cerrarse la fabrica de aceite que había en Paysandú, los productores perdieron un lugar de venta de este grano de cáscara roja-bordó, de sabor inigualable.
Algunos de los productores realizan los cultivos de forma manual, trabajando con azada para carpir, con el objetivo de evitar el uso de herbicidas y a lo que se suma el uso del caballo. Recientemente se han incorporados productores jóvenes de entre 16 y 17 años, aplicando la misma modalidad de cultivo.
Las familias productores se empecinan en seguir cultivando el maní; conocen bien las pocas tierras de que disponen, tierras sueltas y arenosas, y por otro lado tienen sus semillas, que cumplen un papel primordial, ya que les han acompañado por muchas generaciones y desean seguir conservándolas.
Cabe mencionar que cada vez se reducen más los lugares de nuestro país donde se cultiva maní; uno de ellos es Cerro Chato, al que se suman algunos otros pueblos en los departamentos de Tacuarembó y Cerro Largo.
Problemas de tierras para el cultivo
Los productores de maní de la localidad de Cerro Chato siempre arrendaron tierras para sembrar maní, pero ahora el avance de la forestación los ha dejado sin esta posibilidad y comentan que “no hay lugar donde se pueda arrendar”.
Uno de los graves problemas a que se enfrentan estos productores al no disponer de suficientes tierras, es el de no poder dejar descansar la tierra. Ellos saben muy bien que producción sobre producción agota la tierra y aún más cuando de maní se trata, ya que este cultivo empobrece la tierra. Esa situación les obliga a utilizar fertilizantes para poder obtener un buen rinde.
Las pocas tierras que han logrado arrendar representan el ochenta por ciento de la producción y el resto son propietarios. En Cerro Chato hay unos sesenta pequeños productores que cultivan maní. Para un pueblo pequeño como éste, ello representa una fuente importantísima de trabajo.
Una luz en el camino
Productores asociados a la Fomento de Cerro Chato están gestionando un predio de 2.000 hectáreas de Colonización, que sería trabajado por cultivadores de distintos pueblos vecinos: Buricayupí, Tres Bocas, Paso de las Carros, El Eucalipto, y Cerro Chato.
El proyecto incluiría a ganaderos que tienen entre 50 a 100 cabezas de ganado y a productores agrícolas. Las tierras estarían destinadas a la producción de alimentos, entre los que se encontraría el maní y forrajes para el ganado, en tanto que la apicultura también pasaría a ser parte del emprendimiento.
Estas tierras ya han sido solicitadas a colonización. Sin embargo la situación no es fácil, ya que éstas se encuentran ocupadas por empresarios de la soja, entre otros negocios.
Los productores de estos pueblos tienen todas las herramientas para trabajar la tierra: conocimientos, semillas y deseos de ser autosustentables, como lo fueron antes que la forestación les quitara las posibilidades de arrendar tierras para sus cultivos.
Las autoridades encargadas de la distribución de las tierras de Colonización, tienen las herramientas para asignar estas tierras a productores de alimentos.
¿Primará la sustentabilidad propuesta por los productores o el uso de la tierra seguirá en manos de empresarios sojeros entre otros?
Conocido este proyecto y la importancia de apoyar a pequeños productores y sus familias para que permanezcan en el campo y generen fuentes de trabajo y de ingreso, solo cabe esperar que las autoridades encargadas hagan entrega de las 2.000 hectáreas a estos productores, que han sido rodeados por la forestación y puedan así tener la posibilidad de recuperar lo que se les ha quitado: el acceso a la tierra.
María Isabel Cárcamo, Agosto 2010