Durante la última década fueron apareciendo en Uruguay nuevos actores del agronegocio -los fondos de pensiones y los fondos de inversión extranjeros-, capitales destinados a la adquisición de tierras, producción de commodities, intermediación y comercialización agrícola. Uno de estos capitales pertenece a los fondos de inversión de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, que entre otras actividades, son destinados a la compra de campos y a proyectos de plantaciones de monocultivos de árboles en países del sur. La suba constante del precio de la tierra y el impulso que en estos países se da a la forestación son llamadores para estos negocios basados en la especulación financiera.
En Uruguay los fondos de inversión de Harvard operan bajo las sociedades anónimas Terena S.A, (con plantaciones en Tacuarembó y Rivera), Guanaré S.A. (con plantaciones en Durazno, Lavalleja, Canelones y Cerro Largo), Pinares A.A.R.L. y Parfen S.A. Todas estas SA obtuvieron de Presidencia de la República una excepción a la Ley Nº 18.092 sobre Sociedades Anónimas para continuar con la titularidad de los inmuebles rurales. Este fondo de inversiones ha sido noticia en las últimas semanas tras haber sido denunciado por los impactos causados en la provincia de Corrientes, Argentina.
En esa provincia argentina, Harvard es propietaria de 87.000 hectáreas de campo plantadas con monocultivos de pinos y eucaliptos que son gestionadas por dos sociedades anónimas: Empresas Verdes Argentinas S.A. (EVASA) y Las Misiones S.A. Los beneficios económicos obtenidos por la producción y venta de madera se destinan a financiar parte de la actividad educativa de excelencia que promueve la casa de estudios norteamericana.
Un estudio realizado por estudiantes de la Universidad de Harvard y difundido en el mes de octubre de 2013 reveló el impacto que estas plantaciones provocaron en los humedales del Iberá y en las comunidades locales de Corrientes (1).
Desde que la Universidad compró las empresas en 2007, ha expandido sus plantaciones rápidamente en aéreas del estero del Iberá a pesar de que están protegidas. Según testimonios de pobladores locales afectados por las plantaciones, éstas generan escaso beneficio económico para la población local, fuerzan a los jóvenes a abandonar sus lugares de origen, reducen la productividad de los campos, crean problemas de salud y dañan las carreteras públicas.
“Las plantaciones de Harvard están destruyendo nuestra forma de vida,” dijo Adrian Obregón, un miembro de la Asociación de Pequeños Productores de San Miguel, una organización de cultivadores pequeños que viven cerca de las plantaciones de Harvard. “Nosotros queremos que Harvard pare de expandir sus plantaciones adentro de nuestras comunidades”. Según el estudio, la población local está preocupada por los impactos en el agua y en el suelo de estos monocultivos. Cuentan que debieron profundizar varios metros sus pozos de agua porque, a determinado nivel, el lecho se había secado. Además, los camiones que sacan la madera de los campos provocan graves daños en los caminos provinciales.
Organizaciones ambientales argumentan, además, que las plantaciones amenazan el hábitat de cientos de especies de plantas y animales así como la integridad de la segunda mayor reserva de agua dulce del mundo: los Esteros del Iberá.
Según declaraciones de Sam Wohns –uno de los alumnos responsables del estudio– a un medio de prensa argentino, “Harvard ha conseguido altos beneficios en Corrientes mediante el aprovechamiento de un clima que lleva a tasas rápidas de crecimiento, un marco legal que otorga beneficios fiscales a los inversionistas extranjeros y una imagen atractiva de responsabilidad corporativa. Sospechábamos que la universidad tenía inversiones poco éticas, y ahora pudimos comprobarlo. Me impactaron además las condiciones precarias de los empleados de las forestales. Harvard dice acoger a buenas prácticas, pero los pobladores viven situaciones contractuales irregulares. La mayoría de las plantaciones está dentro de los esteros. Según los documentos mismos de la empresa, no debería haber ni un pino allí. Pero no respetan ni sus estatutos: plantan sobre los cuerpos de agua y están secando los suelos” (2).
Las organizaciones locales y comunidades que viven en el entorno a estas plantaciones enviaron una carta a las autoridades de Harvard donde destacan que ellos viven de sus cultivos y de la tierra, alertan que la plantación de monocultivos de árboles en gran escala es una actividad “completamente enemiga de nuestras comunidades y ecosistemas, que empobrecen nuestros territorios y nos expulsan de nuestros lugares, quitándonos nuestra dignidad y cultura”. Por estas razones solicitan a Harvard un alto a las plantaciones hasta que se realice un estudio de impacto ambiental, que sea comunitario y participativo; que se aleje la frontera forestal a no menos de 2000 metros de las comunidades; y que se regularice la situación laboral de los empleados, hoy precarizados (3).
A pesar de sus impactos negativos, la mayor parte de las plantaciones están certificadas por el Forest Stewardship Council (FSC) por su manejo y práctica sostenible. Según las declaraciones del vocero de la presidencia de Harvard, “los proyectos se encuentran en áreas legales y se gestionan diligentemente a fin de minimizar el impacto en los humedales. Funcionan con pleno apoyo de autoridades y no han sido objetados por el Gobierno argentino. Evasa obtuvo importantes certificaciones de calidad y Las Misiones espera lograrlo pronto”. Sin embargo, en carta enviada por organizaciones internacionales a la presidenta de Harvard, éstas afirman que “los monocultivos de árboles a gran escala ocupan vastas áreas de tierras, provocan el desplazamiento de las comunidades locales, consumen enormes cantidades de agua y nutrientes del suelo y requieren el uso intensivo de agrotóxicos. Estas características las hacen intrínsecamente insustentables y por lo tanto no pueden ser certificadas como “sustentables”. La certificación del FSC avala, además, el acaparamiento de grandes extensiones de tierras por empresas que utilizan ese sello de falsa sustentabilidad para facilitar la obtención de las licencias necesarias para la expansión de sus actividades, agravando aún más los impactos ambientales y sociales” (4).
Se lanzó una campaña en internet para “Que Harvard detenga la destrucción ambiental y social en la zona de la Reserva Iberá”, quienes quieran apoyar pueden acceder aquí:
http://www.avaaz.org/es/petition/Que_Harvard_detenga_la_destruccion_ambiental_y_social_en_la_zona_de_la_Reserva_Ibera/?cop
Por su parte, un grupo de estudiantes y docentes del grupo Responsible Investment de la Universidad de Harvard organizaron una protesta frente a la casa de estudios para denunciar los impactos provocados en Argentina por sus inversiones forestales. Allí pidieron un alto a las plantaciones forestales en el Iberá, que son responsabilidad de la Universidad (5).
Notas:
1. “Harvard en el Iberá. Investigando las plantaciones para madera de la Universidad de Harvard en los humedales del Iberá de Argentina”, publicación conjunta del Oakland Institute y la Coalición para Inversión Responsable de Harvard, ver documento completo en inglés en
http://www.oaklandinstitute.org/informe-harvard-argentina
2. “Harvard posee tierras en el país y sus alumnos la acusan de explotarlas mal”
http://www.clarin.com/sociedad/Harvard-tierras-alumnos-acusan-explotarlas_0_1017498323.html
3. Carta a la Presidenta de Harvard
http://salvemosalibera.org/blog/slider/carta-a-la-presidenta-de-harvard/
4. Carta en respuesta a las declaraciones de la Universidad de Harvard
http://atiargentina.blogspot.com.ar/2013/11/carta-en-respuesta-las-declaraciones-de.html
5. Ver https://www.facebook.com/ResponsibleHarvard?directed_target_id=0
Artículo elaborado con información enviada por Organización Ecologista Guardianes del Iberá (http://salvemosalibera.org/blog/) y por Amigos de la Tierra Argentina (http://www.amigos.org.ar)