por Mariana Contreras *
Las sierras de Rocha siempre fueron zona de producción de ovinos; siempre, hasta que llegó la forestación. La plantación de eucalipto ha provocado cambios no sólo en el paisaje, junto con los árboles llegaron varios problemas: disminución de caudales de agua, caminería deshecha, abigeato. Pero es sobre todo la aparición del jabalí, que devora cuanta oveja y cordero se le pone delante, la que está perjudicando a los productores al punto tal de que algunos ya no producen ovinos y otros directamente no producen.
Las Sierras de Rocha tal vez sean una de las zonas más impresionantes de las que se pueden encontrar en Uruguay. Y aunque siguen siendo “levemente onduladas” como toda la penillanura oriental, a la hora de avistar paisajes logran –junto con las de Minas- romper con la clásica y monótona chatura geográfica que recorre todo el país. Sin embargo no suelen figurar entre las atracciones turísticas que el departamento promociona, ni verse sus fotos en guías turísticas, que abundan.
Casi vírgenes de turismo, las sierras atravesaron silenciosamente los siglos sin mayores alteraciones en el paisaje: cerros, curvas, bajadas, subidas, piedras y ovejas. Es que la zona no permite la agricultura, difícil que crezca algo en un suelo tan rocoso; la gran mayoría de los productores se dedica, entonces, a la cría de ovinos.
Eso, hasta la aprobación en 1987 de la ley forestal, que dejó el camino abierto para que los suelos sean lo que son hoy cada vez más: predios forestados con eucaliptos. Así los campos hasta ahora dedicados a la oveja pasaron a ser de “prioridad forestal”, incluso tierras cercanas a la costa obtuvieron esa misma calidad. Y por diversos motivos eucalipto y oveja parecen ser, hasta ahora, producciones incompatibles.
La forestación lleva las de ganar: los suelos membretados como “prioridad forestal” cuentan con un apoyo por parte del estado que parece incondicional –manifestado en beneficios impositivos, exoneraciones de impuestos para las importaciones, préstamos blandos del Banco República- frente a pequeños y medianos productores ovejeros que ven la desaparición de su producción, la pérdida económica que eso significa, los impuestos que no se perdonan y la expulsión del medio de productores que no pueden hacer frente al “mar verde” que se les viene encima.
Por si fuera poco, un peligro que hasta ahora pocos han percibido: En toda la ciudad de Rocha –y es seguro que sea así en cuanto departamento exista forestación- es común escuchar: “dicen que son chilenas, o españolas; bien no se sabe”. Es la respuesta más habitual ante la pregunta de quién es dueño de las tierras forestadas en el departamento.
La falta de conocimiento de los rochenses no es por desinterés, es la consecuencia directa de uno de los principales beneficios que la forestación ha tenido en el país: la posibilidad –a través de la derogación de un artículo de la ley que lo impedía- de que sociedades anónimas, que bien pueden ser extranjeras, puedan comprar tierras.
TODO “VERDEADO”. Así es como dicen los habitantes de la zona, que no dejan de asombrarse del cambio de paisaje que sufren casi a diario. Un color verde oscuro, intenso se extiende cada vez más sobre las sierras.
Desde la capital del departamento, tomando la rutas 15 y 109 se llega rápidamente a la zona. Es allí donde la forestación es más intensa en todo el departamento. Basta con detenerse a mirar y hacia todos lados se encuentran grandes plantaciones que ya tienen, algunas más otras menos, cinco años; aunque la verdad es que desde la propia ciudad se pueden ver las plantaciones, que están apenas a una cuadras..
“Predio de Eufores” o “Propiedad de Compañía Uruguaya de Eucaliptus” son los carteles con los que cada tanto uno se va topando en la recorrida y que tomaron el lugar de los productores que, estimulados por el alza en el precio de las tierras –una hectárea puede costar 600 dólares, cuando hasta hace poco su valor no superaba los 300- o desestimulados por las constantes pérdidas económicas, consecuencia de la forestación, decidieron vender. Así lo hacen constar varios productores: Heider de los Santos, que tiene su establecimiento por el camino India Muerta afirma que en tan sólo 5 quilómetros a la redonda se fueron más de 10 vecinos desde que la forestación echó a andar en las cercanías, hace cuatro años; y otros siete, vecinos de Luis Decuadra, en la zona de Garzón, por la ruta 109, corrieron la misma suerte.
¿Cuáles fueron las causas que provocaron la deserción y que amenazan con terminar con varias decenas más de productores? Los perjuicios ocasionados a los productores rurales son varios, pero entre todos se destaca uno: la aparición del jabalí. Según lo conversado con varios productores de la zona, unos pocos años después de que la forestación comenzó, la presencia de depredadores, sobre todo el jabalí – que cazan las ovejas que suelen pastar por los campos linderos a los eucaliptos- se ha convertido en insoportable.
La llegada del depredador responde a la mugre de los bosques, que lo convierte en refugio ideal para los animales. “No conocíamos el jabalí, ni sabíamos que existía. Nos comió como 30 ovejas y no sabíamos qué era. Desaparecía la oveja y encontrábamos algún pedacito de cuero pero muy poca cosa. Hasta que un día lo encontraron”, afirma uno de los productores. “Cuando se comenzó, hacia el noroeste, hace 4 años, yo tenía ovejas, traían gente a trabajar y desaparecían hasta las gallinas. Venían y se las llevaban. Entraban 20 ovejas para la forestación y las ibas a buscar al otro día y nunca las encontrabas. El último año que me desaparecieron, sin contar las muertes habituales, fueron como 368 ovejas. Eso unido a que había caído el precio de la lana, entonces opté por no producir más”, comenta a varios quilómetros otro. Y un tercer productor, tal vez de los más perjudicados de todos los entrevistados dice que “tenía mil y pico de ovejas y ahora no tengo 100. Perdí 300 en un año, por culpa de los cerdos”.
Hay que aclarar que cuando uno habla de productores, hace referencia a pequeños establecimientos que van de veintipocas a algo más de quinientas hectáreas y que por lo general son trabajados por el grupo familiar que ha vivido desde siempre en la zona. Y también aclarar que cada cordero puede llegar a costar 40 dólares que, multiplicados, por ejemplo, por los 368 animales de uno de los productores, arroja una pérdida de 14720 dólares en un año a causa del jabalí; y de los 900 ovinos del otro…mejor no sacar cuentas.
Si la ley se cumpliera con la misma disciplina en todos sus puntos el problema sería, al menos, un poco menor, ya que en uno de sus artículos manda que “todo propietario de bosques estará obligado a adoptar las medidas de lucha contra las plagas, alimañas y predadores que causen daño a los plantíos, a las aves de corral y a los animales domésticos de predios vecinos, ajustándose a las directivas que sobre el particular fije el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca a través de sus servicios especializados.” Sin embargo la realidad es muy diferente, y a la inacción ante la aparición de jabalíes, zorros, mao pelado y cotorras, más la falta de limpieza en los predios, se suma la negativa de muchos propietarios a colaborar, no ya matando a los animales, sino a dejar pasar a los productores a los predios para dar caza a los mismos.
LA SECA. Pero si bien es el mayor, los depredadores en general, y el jabalí en particular no son el único problema que atraviesan hoy los vecinos cercanos a la forestación. Para quienes están rodeados por eucaliptos, como es el caso de Luis Decuadra y Heider de los Santos, los problemas en torno al agua, producto del abundante requerimiento de los árboles, comienzan a hacerse notar. “Mi campo tiene el privilegio de tener una excelente red de cañadas, pero en el límite con la forestación es donde está el humedal o manantial que surte toda esa cañada y ya he notado desde el año pasado -que antes no sucedida, aunque había secas más grandes- que disminuye notoriamente el caudal de las cañadas” explica de los Santos. La consecuencia no es sólo una posible falta de agua para el ganado. Cuando se producen precipitaciones importantes, con el caudal bajo, la corriente provoca la erosión de las paredes del canal y un desabarranque, que puede llegar a ser profundo. Pero además, la falta de agua hace que los animales se movilicen en procura de conseguirla y entren en lugares donde antes no era necesario. Varios animales han tenido que ser sacrificados al quedar atrapados en pantanos de los que es imposible sacarlos. “El arroyo Garzón, donde nace, está casi seco. Es mucha la forestación allí, y no ha habido una seca tan brutal que justifique la disminución; es un caudal permanente, no me afectó directamente. Antes, después de una semana pasabas con el agua a media rueda, ahora está casi seco. Tengo otra cañada que corta el campo y no tengo problema, pero viene del campo lindero donde no hay forestación” manifiesta por su parte Decuadra, que si bien por ahora tampoco ha tenido problemas advierte las diferencias. “Llueven 70 milímetros y a los 15, 20 días ya hay seca. Antes no. Si se viene un período largo de seca va a haber problemas”.
Ambos –depredadores y falta de agua- son hasta ahora los mayores problemas que los vecinos de las sierras de Rocha encuentran con la forestación. A eso se le suman otros, con los que lidian todos los días, como el destrozo en la caminería rural, la “trampa” de muchos forestadores que reciben exoneración por el terreno dedicado a la plantación de eucalipto pero tienen animales en esos mismos predios sin aportar nada al estado en materia de impuestos, lo que provoca según los damnificados una “competencia desleal” y que ante los perjuicios que les provoca no dudan en catalogarla, después del jabalí, como “la segunda plaga nacional”.
(*) Mariana Contreras realiza una investigación periodística sobre los impactos de la forestación en el Uruguay para el Grupo Guayubira.