Mientras en el país reinaba un clima de festejo y emoción por el advenimiento en las cámaras de las nuevas autoridades, el gobierno saliente aprovechaba para darle el visto bueno al controvertido proceso de instalación sobre el Río Uruguay de una planta de celulosa de la empresa Botnia, otorgando finalmente la autorización ambiental previa.
El grupo Guayubira, que ha sido muy crítico de este megaemprendimiento, ve con preocupación esta decisión y condena duramente al gobierno del Dr. Jorge Batlle por haber tomado una decisión tan trascendente en los últimos días de su gobierno y sin dar lugar al reclamado espacio para un debate nacional sobre un tema tan crucial.
No obstante, el proceso de decisiones no está agotado. Se abre un nuevo escenario con el ascenso del nuevo gobierno, cuyas agendas tienen a la dimensión social como máxima prioridad. Eso seguramente traerá nuevos aires de participación, discusión y reflexión.
El Grupo Guayubira tiene la esperanza y la voluntad de poder contribuir a ello, aportando información, elementos y voluntad de cambio en el sentido de la equidad y la integración. No habrá una salida genuina de la crisis estructural que sufre el Uruguay si no están integradas la economía, el ambiente y la gente.
Son muchos los temas en juego con la instalación de la planta de celulosa. Los más importantes:
* el problema de la tierra -pues la planta está vinculada directamente a los latifundios forestales. Instalarla significa profundizar la concentración y extranjerización de la tierra: miles y miles de hectáreas en manos de sociedades anónimas extranjeras.
* el problema del agua -se pone en riesgo no sólo el Río Uruguay por los efluentes de fábricas gigantescas que inevitablemente lo alterarán, sino también las recargas de acuífero por las plantaciones de monocultivos de eucaliptos en gran escala.
* fuentes de trabajo -habrá un “boom” temporal durante la etapa de construcción de la planta, que una vez terminada se desinflará abruptamente. Por otro lado, no se consideran los innumerables puestos de trabajo locales que se perderán irreversiblemente: en el turismo –el mal olor que despiden las plantas lo hará inviable–, la pesca artesanal –los antecedentes indican que la contaminación de las aguas termina con dicha actividad–, la apicultura –las emanaciones de dioxinas podrían afectarlas y los compradores europeos se negarían a importar miel de la zona– la agricultura orgánica, entre otros.
* condiciones de vida -olor insoportable, trastornos de la salud, ruidos permanentes por el tránsito de cientos de camiones. El Grupo Guayubira ha recibido testimonios de vecinos de la planta de celulosa de la localidad de Valdivia, Chile, que con moderna tecnología finlandesa acaba de ser cerrada por los graves impactos de contaminación constatados. También recogió a fines de enero de este año testimonios de vecinos de la planta de Aracruz Celulosa en Guaíba frente a Porto Alegre, Brasil, acerca de los graves impactos que sufren a causa de esa fábrica. En ambos casos, los testimonios revelan que las promesas de “desarrollo” y prosperidad nada tienen que ver con la realidad actual de estas poblaciones. Ambas plantas de celulosa utilizan el proceso ECF, igual al propuesto por Botnia para Fray Bentos.
Cada vez son más las voces que se elevan reclamando un cambio que sea en bien de la gente. Cansad@s estamos de los grandes capitales que prometieron paraísos que terminaron en infiernos. Es hora de abrir caminos productivos genuinos para la población, de apoyar los emprendimientos locales, de pensar en términos de la economía doméstica, de considerar que el ambiente y la salud son dos valores demasiado valiosos como para arriesgarlos por negocios de dudoso resultado.
Así piensa y siente la mayoría de los uruguayos y uruguayas. Por ell@s, es hora de honrar las consignas.