El monte no es simplemente un conjunto de árboles y arbustos, sino un sistema complejo donde una infinidad de seres vivos interactúan entre sí y con un medio físico con determinadas características. El monte actual es el resultado de millones de años de evolución y de la adaptación de todas esas especies a un sistema del que todas se benefician.
Nuestro monte nativo, considerado por muchos como de escasa utilidad, tiene en realidad un enorme valor social, ambiental y económico. El hecho de que aún no se haya cuantificado este valor en términos monetarios no implica que no los tenga:
* abastece a las fuentes subterráneas de agua, que a la vez aseguran el flujo continuo de los cursos de agua de los que depende tanto la población como la producción agropecuaria, industrial y los servicios
* conserva las márgenes de los ríos y arroyos
* constituye uno de los hábitats fundamentales para numerosas especies de la fauna nativa, que aseguran el equilibrio ecológico, tanto de los ecosistemas naturales como de los agroecosistemas de los que depende en gran medida el sector productivo del país
* retiene carbono atmosférico y su conservación implica por consiguiente una contribución para mitigar el problema del efecto invernadero
* es parte del paisaje nativo, lo que abre grandes posibilidades en materia de desarrollo turístico
* tiene un valor potencial en materia de productos alimenticios (fruta, miel, carne, etc.) medicinales e industriales (taninos, esencias, etc.).
El futuro de nuestros montes depende de la remoción del conjunto de causas que llevan a su desaparición y degradación. Entre ellas, quizá la más profunda sea la falta de conciencia acerca de su importancia en amplios sectores de la sociedad. Un buen punto de partida es comenzar a entender su valor. ¡Y en eso estamos trabajando!