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La guayubira es un árbol indígena que en Uruguay sólo se encuentra en el extremo norte del país en la cuenca del río Cuareim. Su nombre científico es Patagonula americana y su área de dispersión abarca el norte argentino, Paraguay y Brasil. Se caracteriza por tener un tronco recto y grueso, alcanzando una altura de hasta 15 metros y diámetros de 60 o más centímetros. |
Grupo más conocido que el árbol que le dio nombre
En Uruguay la palabra “guayubira” se ha vuelto conocida a partir de la creación del Grupo Guayubira en 1997, pero son muy pocas las personas que la asocian a este árbol y son aún menos quienes alguna vez hayan visto una guayubira en su ambiente natural o siquiera fotos de la misma.
La adopción de este nombre por parte del Grupo Guayubira no fue casual. En efecto, el grupo fue creado para luchar por la conservación del monte indígena y para oponerse a la expansión de monocultivos de eucaliptos y pinos y se buscó un nombre que pudiera ser simbólico. Entre las distintas opciones finalmente se eligió ésta por tratarse en primer lugar de una especie nativa en peligro de extinción, que por lo tanto requería el apoyo del grupo para su conservación. Pero por otro lado el árbol y su madera poseen determinadas cualidades que se adaptaban a lo que el grupo se planteaba ser: grande, recto, de madera dura, resistente, flexible e imputrescible.
Más allá de lo simbólico, resulta fundamental reunir la información disponible sobre esta especie, como medida central para la adopción de medidas concretas para su conservación. El presente artículo reúne la escasa información bibliográfica existente en el país y el relato del viaje realizado el 26 de agosto de 2006 por dos integrantes del Grupo Guayubira (María Isabel Cárcamo y Ricardo Carrere) en busca de ejemplares de guayubira en el departamento de Artigas.
La primera pregunta es si realmente está en peligro de extinción. Ya en 1943, uno de los pioneros en el estudio de nuestros árboles nativos (Atilio Lombardo), decía que “Este árbol, conocido con el nombre común de guayubirá o guayubira, puede ya considerarse como desaparecido de la costa del río Uruguay a causa de ser muy buscado por su excelente madera, muy apropiada para puntales, postes y otros usos donde necesite estar en contacto con la tierra”.
Lombardo agregaba que “Sobre el río Uruguay no hallamos ningún ejemplar, aunque es posible que aún persista alguno. La rama estéril de nuestro dibujo proviene de un individuo que crecía a orillas del río Cuareim, algo alejado de la desembocadura del Uruguay, pues a orillas del primero son escasísimos los ejemplares, como sucede, por otra parte, en todo nuestro territorio”.
El mismo autor continúa diciendo que “A causa del limitado número de pies que existen dentro de él es aquí poco conocida esta especie. Arechavaleta la indica como habitante de las orillas del Cuareim, debido a una muestra que le obsequió don Mariano B. Berro, que la había recogido allí, pero el autor de Flora Uruguaya desconocía el tamaño del árbol y no expresa dimensiones. El mayor ejemplar que nosotros vimos se elevaba a unos doce o catorce metros, aunque su espesor no pasaba de 50 centímetros”.
Años más tarde (1959), Lombardo vuelve a escribir sobre este árbol y sostiene que “Pese a que nos aseguraron que en la costa … había árboles de guayubira, no hallamos ninguno y tuvimos que llegar hasta el río Cuareim para ver y recoger tal especie. Allí solamente vimos dos ejemplares, ya señalados para ser cortados y aprovechar su excelentísima madera, de grano fino, suavísimo e imputrescible bajo tierra. Es árbol que desaparecerá de la flora porque solamente se preocupan de explotarlo y lo hacen en forma desmedida”.
Un año antes (1958), Praderi recorría el arroyo Tres Cruces Grande (afluente del río Cuareim), donde sólo logró hallar una guayubira y decía: “es interesante puntualizar este hallazgo pues hoy día se considera casi extinguido a causa de que su madera es muy buscada por la propiedad de ser imputrescible bajo tierra; éste era un ejemplar de unos diez metros aunque su diámetro sería de sesenta centímetros y muy derecho. Esta especie que también se encontraba en el río Uruguay y en el Cuareim parece que a la fecha solo está representada por muy pocos ejemplares”.
En 1967 Lombardo volvía a insistir en el tema señalando que “Su dura e imputrescible madera … hace que esta especie sea explotada en forma desmedida. Por tal razón está llamada a desaparecer de los montes uruguayos”.
En ese mismo año, el autor de este artículo fue contratado para hacer un inventario de un monte indígena a orillas del Cuareim, en la zona del arroyo Yucutujá. Si bien en la zona inventariada no se halló ninguna guayubira, sí se encontró un conjunto de unos 5 árboles muy grandes en una zona bastante apartada del río. Si bien no se tomaron medidas de los árboles –lo que ahora lamento enormemente- lo que quedó más grabado en mi memoria fue la notable rectitud y altura de sus troncos y las grandes “costillas” que tenían en la parte del tronco más cercana al suelo.
En vista de los pronósticos de Lombardo y Praderi acerca de su inminente extinción, lo primero que se hizo fue consultar a varios técnicos en la materia (Carlos Brussa, Iván Grela, Eduardo Villagrán, Fernando Pérez, Andrés Berrutti, Cristina Callero). El resultado de la consulta fue que aún existían ejemplares de guayubira en algunas zonas y hacia allí nos dirigimos a fines de agosto del 2006.
El dato más promisorio fue aportado por Eduardo Villagrán, quien nos dijo haber visto tres guayubiras grandes en la propia ciudad de Artigas y uno más pequeño al costado del puente que une Artigas con Quaraí.
El resultado de la búsqueda en Artigas fue lamentablemente negativo y solo demostró el total desconocimiento de los pobladores de esa ciudad sobre esta especie. Pese a que recorrimos extensamente la zona que nos indicó Villagrán y a que consultamos a numerosas personas al respecto, solo dos de ellas demostraron conocer la existencia de la especie, aunque sin haberla visto nunca (solo la referencia de que es muy buena para postes). Pero nadie se había enterado nunca de la existencia de los tres ejemplares grandes identificados en su propia ciudad por Villagrán.
La búsqueda en el puente fue por suerte
exitosa, aunque el árbol se encontraba del lado brasileño. Pero
al menos se pudo tomar contacto con la primera guayubira y tomarle algunas fotos.
Todos los técnicos coincidieron en que había un conjunto de guayubiras grandes en el rincón de Urumbeba sobre el arroyo Catalán, afluente del Cuareim. Para llegar allí desde Artigas se toma la ruta 30 hacia Tranqueras y a unos 10 kms se toma a la izquierda el camino que va a la Piedra Pintada. Se atraviesan los poblados de Guayubira y Pintado y se sigue recto (sin entrar al Parque de la Piedra Pintada). Siguiendo las indicaciones llegamos finalmente a ese lugar, pero las mismas no fueron suficientes como para que pudiéramos encontrar las guayubiras. Consultamos a las únicas dos personas que encontramos y una de ellas dijo saber donde había y hacia allí nos dirigimos. Recorrimos parte de un monte muy extenso que había sido cortado muchos años atrás y donde los árboles habían vuelto a tener alturas y diámetros importantes. Sin embargo, no pudimos hallar las guayubiras.
Volvimos sobre nuestros pasos hacia la única vivienda que habíamos visto en el camino hacia Urumbeba. Si bien la persona no conocía a este árbol, nos dijo que su señora –oriunda del poblado de Guayubira- le había dicho que aún existía una guayubira grande frente a la escuela de su poblado y hacia allí nos dirigimos.
Cabe acotar que ya habíamos pasado por dicho poblado, pero –a pesar de su nombre- nadie nos había informado que allí hubiera guayubiras. Fue por eso que, en nuestro tránsito hacia Urumbeba solo nos detuvimos en el destacamento policial para preguntar acerca del nombre del poblado. La respuesta había sido que muchos años atrás se habían colocado troncos de guayubira en un bajo para impedir que se atascaran las carretas en el barro y que de allí provenía el nombre. Entonces dimos la respuesta por cierta y continuamos nuestro camino.
En la tarde lluviosa del sábado era muy poca la gente a la que podíamos preguntar en el pequeño poblado y una de ellas nos dijo que efectivamente, en su propio terreno, había varias guayubiras y se ofreció a acompañarnos. Nuestro entusiasmo por haber llegado aparentemente al final del camino se esfumó cuando los árboles que nos mostró como “guayubiras” eran en realidad guayabos colorados (Myrcianthes cisplatensis).
Es interesante destacar que en todos los casos (tanto en la ciudad de Artigas como en toda esta zona) la gente se refirió al poblado (y también al árbol) como Guayubira (con acento en la i) y no como Guayubirá (con la a acentuada como sería su pronunciación en guaraní).
Finalmente logramos dar con la escuela, escondida detrás de un predio de la OSE. Allí volvimos a dar las explicaciones y hacer las preguntas de siempre y la profesora de la UTU Miriam Soravilla amablemente salió al jardín y nos mostró un montecito del otro lado de la carretera diciéndonos que los árboles que sobresalían del mismo eran guayubiras. Incluso nos mostró dos guayubiras pequeñas plantadas en el propio patio de la escuela que eran efectivamente ejemplares de dicha especie. Más amablemente aún, nos acompañó al campo de enfrente y nos presentó a su propietario Wilson Arbiza, quien nos autorizó a recorrer el monte en cuestión.
El montecito queda muy cercano al camino (a unos 100 metros) y se encuentra en el medio de campos arados dedicados al cultivo del tabaco. Bordeando el monte por el sur cruzamos una cañadita y llegamos a una entrada desde donde divisamos inmediatamente las guayubiras.
Se trataba de un conjunto casi puro de árboles de esta especie, con una altura promedio que estimamos entre 12 y 15 metros. Dado que la lluvia arreciaba y que se venía la noche, apenas tuvimos tiempo de medir los diámetros de 14 árboles, pero había más y no llegamos a recorrer todo el monte. De esos 14, dos estaban bifurcados y cada uno de sus fustes tenía unos 30 cms de diámetro. Los diámetros de los restantes fueron los siguientes: 29, 31, 34. 34, 38, 42, 42, 44, 45, 45, 45 y 49 cms.
En el “guayubiral”, se observó que el color de la corteza de los árboles era mucho más claro que el del ejemplar aislado que fotografiamos en el puente en Quaraí y que sus troncos estaban profusamente adornados con musgos, líquenes y pequeños helechos. Algunas de sus hojas eran de borde entero, en tanto que otras eran aserradas en su extremo superior; casi todas mostraban huellas de haber servido de alimento a algún insecto, pero sin que les hubiera afectado demasiado.
El piso estaba muy limpio y el tránsito bajo los árboles era fácil.
Se observaba sin embargo bastante regeneración de distintas especies,
entre las que se contaba la propia guayubira, lo que nos permitió –con
autorización del propietario- extraer una plantita de unos 40 cms de
altura para cultivar en casa..
Corridos por la lluvia, conversamos un rato con Wilson Arbiza, quien nos mostró la forma en que cultiva y seca su producción de tabaco. Con referencia a las guayubiras, nos contó que adquirió ese establecimiento en 1980 y que siempre conservó esos árboles. Es decir, que no parecen correr peligro mientras sigan estando en las manos de este productor.
Dado el escaso tiempo que tuvimos y a las condiciones del clima, no se pudieron hacer todas las observaciones que se podrían haber hecho para aprovechar mejor la visita.
Sin embargo, pensamos que esta zona puede ser un excelente lugar para que otros hagan lo que nosotros no pudimos –ni podríamos- hacer:
1) En el monte de Arbiza
- un relevamiento de todas las guayubiras existentes
(incluyendo sus dimensiones)
- un relevamiento de todas las otras especies allí presentes
- un estudio sobre la regeneración de la guayubira
- estudios sobre floración, fructificación y germinación
de sus semillas
- estudios de flora y fauna vinculadas a las guayubiras (insectos, aves, mamíferos,
epífitas, parásitas, etc.).
2) En el poblado Guayubira y zonas aledañas
- estudios históricos sobre el origen del
nombre del poblado
- estudios históricos de la existencia en la zona de montes similares
a éste
- identificación de postes u otros objetos (ruedas de carretas, construcciones,
etc.) hechos con madera de guayubira y que aún existan en la zona
- identificación de otros montes o ejemplares aislados de guayubira en
las cercanías.
En ese sentido, es importante señalar que la directora de la Escuela 21 de Guayubira (Sully Ospitaleche) nos informó que entre las actividades de la escuela se incluyen trabajos vinculados a esta especie, sobre la que incluso tienen información en el Libro de la Escuela.
En ese sentido, resultan interesantes los datos aportados por Selva Bosc, integrante de la organización Eco Tacuarembó (uno de los miembros fundadores del Grupo Guayubira), quien tiene una guayubira que plantó en su jardín en el tacuaremboense Balneario Iporá en octubre de 2003. Si bien se trata de un ejemplar cultivado y cuidado con esmero, las observaciones hechas por Selva son muy interesantes.
En materia de crecimiento, la planta tenía menos de 30 cms cuando fue plantada y ahora tiene una altura de 3,80 mts. El primer año llegó a una altura de 1 metro y el mayor crecimiento ocurrió el segundo año, cuando alcanzó una altura de 3 mts; en el tercero habría crecido “apenas” 80 cms. Su diámetro actual es de unos 8 cms. Una vez más, la práctica tira por tierra la creencia general de que nuestras especies indígenas son de lento crecimiento.
En lo referente a floración y fructificación, la especie muestra un comportamiento fuera de lo común. En efecto, la planta ya tenía flor cuando contaba con apenas 30 cms de altura, pero si bien ha seguido floreciendo, aún no ha llegado a fructificar. Las flores son de color blanco-crema y aparecen en octubre-noviembre. Según Selva, las flores son “exquisitamente perfumadas”.
Al igual que en Artigas, Selva dice que el follaje de su guayubira es “persistente”. Ha soportado las heladas sin ningún problema y nunca fue necesario ponerle tutor pese a los fuertes vientos de la zona, porque el viento “apenas la mueve”. Hasta ahora no ha sido atacada por ningún tipo de insecto.
A lo anterior se agrega la experiencia del Ing. Agr. Andrés Berrutti, quien tiene en Tacuarembó un vivero donde produce especies indígenas. Informa que una guayubira que plantó en el año 2000 actualmente tiene una altura de 5 mts y 20 cms de diámetro. O sea, que su crecimiento ha sido rápido. Al igual que en el caso anterior, su árbol comenzó a florecer a partir del segundo año de plantado, pero sin haber dado hasta ahora frutos fértiles. Según Berrutti, el problema parece radicar en su floración relativamente tardía, que resulta en que los primeros fríos afectan los frutos, impidiendo que lleguen a madurar.
Lombardo (1967) dice que “Aparte de su dureza, la madera es pesada, de grano fino, blanca en la albura y oscura en el duramen. Pese a lo primero, se la puede trabajar con facilidad y el pulido no ofrece dificultad”.
En su descripción detallada acerca de la madera de nuestras especies nativas, Senyszyn (1978), afirma que la guayubira posee una “albura blanco amarillento; duramen variable entre castaño claro a castaño oscuro u ocre. Anillos medianamente demarcados; presenta atractivo veteado, finamente marcado, y brillo plateado. Textura fina y grano derecho a oblicuo. Madera dura y pesada (Pe 0,78-0,90), resistente, imputrescible bajo tierra; albura y duramen igualmente flexibles (una de las propiedades más importantes de esta madera); se trabaja con facilidad y adquiere buen pulido. Su madera, de similares características que el fresno, se presta para aquellos usos que exigen gran flexibilidad: timones de arado, poleas, cabos de herramientas, trampolines, tacos de golf, arcos, remos, hormas para zapatos y postes (en Argentina). En carpintería, para muebles finos doblados, aberturas, carrocerías, pisos, etc.”.
Leonardis (1976) agrega que “tiene un veteado notorio, que permite la obtención de chapas o láminas, con hermosos arcos superpuestos” y que “se obtienen excelentes piezas de tornería y elementos para deportes”.
Más allá de que la madera en general ya haya sido sustituida por otros materiales en muchos de los usos mencionados por Senyszyn, lo que queda claro es que la madera de la guayubira es de muy alta calidad. El hecho de que se caracterice por tener “anillos medianamente demarcados”, significa que en principio sería posible conocer la edad de los árboles a través del conteo de sus anillos, dado que cada anillo significa un año de crecimiento. El estudio de los anillos también permitiría conocer el crecimiento anual en diámetro de su tronco.
Al igual que ocurre con muchas personas de la frontera, la guayubira está oficialmente indocumentada. La primera necesidad para integrarla a las tareas de conservación consiste en documentar su presencia en toda la cuenca. De acuerdo con informaciones de distintas fuentes, la guayubira no sólo se encuentra en el Cuareim, sino también en muchos –si no en todos- de sus afluentes. Es así que se la menciona en los arroyos Catalán, Tres Cruces Grande, Sepulturas, la Invernada, Pintado.
Dados los grandes avances de la tecnología satelital, es probable que un trabajo detallado a nivel de escritorio permita identificar una serie de sitios potenciales para realizar posteriores estudios de campo, que culmine en un mapeo de la presencia de esta especie en toda la cuenca.
Según información proporcionada por Brussa (com.pers. 2006), en Montevideo existen al menos tres ejemplares de Guayubira: uno en el Jardín Botánico, otro en la Facultad de Agronomía y un tercero en el Cementerio Central. Hacia este último se dirigió una delegación del Grupo Guayubira el 5 de setiembre.
Este ejemplar se encuentra a la derecha del camino
de entrada, cercano a la pared oeste y casi en el medio de esta parte del cementerio,
detrás de la tumba de Julio Mailhos. Se trata de un ejemplar añoso,
con un diámetro de 56 cms y una altura de unos 12 metros.
Este ejemplar evidencia haber sufrido los avatares del tiempo y en particular del viento, que parece haber arrancado uno de sus fustes, habiéndole quedado una larga cicatriz aún no cerrada en el fuste central; también ha perdido otro de sus fustes, como lo muestra un tocón al pie del mismo.
Su follaje se veía mucho más ralo
que el de los ejemplares observados en Artigas, con hojas alojadas principalmente
en las puntas de las ramas. Se podían también observar bastantes
restos de inflorescencias en el extremo de las mismas.
Es interesante señalar que el manual de Flora Indígena del Jardín Botánico dice que la guayubira es de “follaje caduco”. Sin embargo, tanto los árboles del predio de Arbiza, como los dos ejemplares plantados en la Escuela 21 en Guayubira, como el ejemplar del puente en Quaraí estaban totalmente cubiertos de hojas, pese a ser pleno inverno (26 de agosto). Selva Bosc también describe a su ejemplar plantado como siendo de follaje persistente. La guayubira del Cementerio Central, si bien también estaba cubierta de hojas, las mismas eran muchas menos y más amarillentas que las de los árboles hallados en Artigas. En una segunda visita realizada al cementerio el 12 de setiembre, se constató que si bien las ramas bajas aún seguían con hojas, toda la parte superior –expuesta a los vientos- se encontraba totalmente desprovista de follaje.
Consultamos al Director del Jardín Botánico Carlos Brussa, acerca del tema, quien nos informó que en la literatura brasileña (país en el que la guayubira se encuentra aún más al norte y donde abunda más que en Uruguay) también se la describe como de follaje caduco. La caída o persistencia de sus hojas podría entonces variar según que el árbol se encuentre o no protegido dentro del monte. En caso de no estar protegido, podría ser de follaje semi persistente (o tardíamente caduco).
Si bien se trata de un tema que debe ser investigado más, en principio parecería ajustarse más a la realidad definir la guayubira como siendo de follaje persistente en el norte y tardíamente caduco (o semi persistente) en el sur.
En Uruguay, la guayubira parece existir solo en la cuenca del Cuareim y a lo sumo también en la parte norte del río Uruguay (donde ciertamente existió en el pasado). Ello significa que se la encuentra en Artigas, aunque hay información que muestra que se puede “escapar” un poco de ese departamento. En efecto, Fernando Pérez (com.pers. 2006) registró la presencia de un ejemplar adulto cerca de Masoller en la “triple frontera Rivera-Salto-Artigas. Sin embargo, el hecho es que se trata de una especie fundamentalmente artiguense. Ello lo convierte en un árbol de interés departamental, que hasta podría constituirse en un atractivo turístico de importancia económica. Es por ello que la intendencia departamental podría cumplir un papel central en la conservación y regeneración de esta especie. |
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En nuestra visita a la guayubira que encontramos en Quaraí, un funcionario aduanero brasileño nos informó que la intendencia cultivaba plantas de esta especie en el vivero municipal. Entendemos que la intendencia de Artigas podría estar haciendo lo mismo. Dicha producción, complementada con campañas educativas acerca de esta especie única, podría resultar en actividades de plantación tanto a nivel urbano como rural.
Haciendo honor a su nombre, el Grupo Guayubira estará por supuesto siempre dispuesto para apoyar todo lo que se haga para la identificación, estudio, reproducción y reintroducción en su ambiente natural de esta especie de la que tomó su nombre.
- Intendencia Municipal de Montevideo (s.f.).- Flora Indígena. Curso de conocimiento y reconocimiento. Montevideo, IMM, Museo y Jardín Botánico Prof. Atilio Lombardo.
- Leonardis, Rosario (1976).- Libro del árbol: tomo 2, Esencias forestales indígenas de la Argentina de aplicación industrial. Buenos Aires, Celulosa Argentina.
- Lombardo, Atilio (1943).- Noticia de la vegetación de la costa oriental del río Uruguay en los departamentos de Paysandú, Salto y Artigas. Comunicaciones Botánicas del Museo de Historia Natural de Montevideo 1 (4).
- Lombardo, Atilio (1959).- Flora del Río Uruguay. Revista del Instituto Nacional de Investigaciones Geográficas 1. Montevideo, Universidad de la República.
- Lombardo, Atilio (1967).- Contribución al mejor conocimiento de las plantas indígenas: “Guayubira”, “Higuera del Monte”, “Naranjillo” o “Congonha” y “Cambuatá”. Sus caracteristicas mas salientes. En: Almanaque del Banco de Seguros del Estado 1966-67. Montevideo.
- Muñoz, J., Ross, P. y Cracco, P. (1993).- Flora indígena del Uruguay: árboles y arbustos ornamentales. Montevideo, Hemisferio Sur.
- Praderi, Ricardo et al (1958).- Aspectos de la vegetación del arroyo Tres Cruces Grande del Depto. de Artigas. Boletín de la Sociedad Taguató 1 (1), noviembre.
- Senyszyn, Pedro (1978).- Principales maderas indígenas del Uruguay. Montevideo, MGA, Dirección forestal.