MONTE INDIGENA Mucho más que un conjunto de árboles por Ricardo Carrere |
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Anexo 6 Producción de árboles y arbustos indígenas * |
En el país existe una amplia experiencia sobre la producción de plantas indígenas, tanto a nivel público como privado. Sin embargo, gran parte de esa experiencia no está publicada, lo que constituye un escollo para la incorporación de la producción de especies nativas por un número mayor de viveristas. A la vez, tampoco existe mayor documentación respecto de la recolección y conservación de semillas ni una oferta organizada de las mismas a nivel nacional. Con el objetivo de hacer un aporte en este sentido, se resume aquí una pequeña parte de la experiencia acumulada en Paysandú por el técnico forestal Walter Erramuspe en materia de producción de plantas nativas. Lo primero a destacar es que existen fundamentalmente dos maneras de producir especies leñosas nativas: a través de semillas o mediante el enraizamiento de partes de la planta madre. Pese a que en casi todos los casos las plantas se pueden producir a partir de semillas, en algunos casos resulta más fácil el segundo método. La gran mayoría de las especies se producen mediante la germinación de sus semillas, por lo que la primera tarea consiste en la obtención de semilla de las especies requeridas. El primer problema es que los frutos de las distintas especies maduran en distintas épocas del año. En general, la mayoría madura en el período que media entre enero y mayo, aunque las de otras especies maduran entre fines de invierno y primavera. En el primer grupo se incluyen especies como guayabo colorado, guayabo del país, laureles, arrayán, murta, algarrobo, palo de fierro, coronilla, curupí, palo de jabón, ingá, palo amarillo, espinillo, tala, tala trepador, viraró, viraró crespo, mataojo, arazá, pitanga amarga, tembetarí, lapachillo, zapirandí. En el segundo grupo se destacan rama negra, chal chal, ubajai, pitanga, lapacho, ceibo, congorosa, pezuña de vaca, plumerillo rojo, chañar, azara, envira, canelones. Sin embargo, no alcanza con saber en qué meses maduran las semillas, sino que además hay que tomar en cuenta otros factores de importancia. En primer lugar, es necesario saber si los frutos son "dehiscentes" o "indehiscentes". Los primeros son aquellos en los que el fruto se abre y libera las semillas y los segundos los que no lo hacen. Ello implica que las semillas de los primeros deben ser recolectadas antes de la dehiscencia, por lo que es necesario hacer un seguimiento de la maduración para poder obtenerlas antes de que sean liberadas. Tal es el caso de los plumerillos, barba de chivo, pezuña de vaca, falsa mandioca, cambuatá, palo de jabón, lapacho. Entre las especies con frutos indehiscentes se encuentran algunas cuyos frutos permanecen en el árbol o arbusto durante períodos más o menos prolongados, tal como en el caso del timbó, espinillo, viraró, acacia mansa. En otros casos se desprenden de la planta en forma casi inmediata a su maduración, como ocurre con el ubajai, pitanga y murta. Según se trate de uno u otro caso, el hecho debe ser tomado en cuenta para definir el momento apropiado para la recolección de semillas. Otro tema a ser tomado en consideración se refiere a la relación que otros componentes del ecosistema monte indígena (en particular aves e insectos), mantienen con esos frutos, muchos de los cuales se alimentan de los mismos. Desde el punto de vista del recolector de semillas ello constituye un problema, que en algunos casos implica la necesidad de una rápida recolección para evitar que sean consumidos por esas especies, como en el caso de pitanga, guayabo colorado, tala, murta, chal chal, zapirandí, azara, curupí y guaviyú. En otros casos implica el tratamiento de las semillas luego de su cosecha para evitar que sean inutilizadas por las larvas de algunos gorgojos que se alimentan de las mismas, tal como ocurre con acacia mansa, espinillo, plumerillos, timbó, flor de cepillos, ceibo. Adicionalmente, hay que tomar en consideración que la fructificación de las especies nativas varía también dependiendo de la región del país donde se encuentren, así como de las condiciones climáticas que hayan imperado durante el año, por lo que se hace necesario vigilar su maduración en cada lugar concreto. Una vez tomadas las providencias anteriores, es necesario determinar el momento de siembra de cada especie y ello depende de varios factores, el primero de los cuales es la duración del poder germinativo de las semillas; es decir: durante cuánto tiempo el embrión contenido en la semilla puede mantenerse vivo. En algunas especies el mismo puede mantenerse vivo durante uno o más años, como en timbó, ibirapitá, palo cruz, espinillo, corondá, en tanto que en otros casos deben ser sembradas rápidamente puesto que en caso contrario el embrión morirá antes de la siembra, como en laureles, ubajai, ingá, guayabo colorado. Pero la época de siembra no sólo depende del poder germinativo, sino también de las propias características de cada especie y de los cuidados que se les pueda brindar a nivel de vivero. Es decir, en condiciones naturales, cada especie tiene una época del año en la que las condiciones de luminosidad, humedad y temperatura desatan el mecanismo interno que resulta en su germinación. Dichas condiciones pueden ser creadas artificialmente por el viverista, pero en caso de no poseer la infraestructura necesaria, será aconsejable imitar a la naturaleza y sembrarlas en la época en la que normalmente germinan. En la mayoría de los casos, la época más apropiada es la primavera y en el caso de algunas especies sensibles a las heladas como el ceibo y el tala blanco se recomienda su siembra una vez que el peligro de heladas haya pasado. A los efectos de su producción en vivero es importante también saber qué especies pierden la hoja en invierno (de hoja caduca) y cuáles no las pierden (de hoja perenne). Esto guarda relación con su posterior plantación, puesto que las de hoja caduca pueden ser trasladadas sin envase directamente desde el vivero hasta el lugar de plantación, en tanto que las de hoja perenne requieren ser transportadas en envases de los que sólo serán sacadas en el momento mismo de la plantación. Entre las primeras se cuentan el palo cruz, palo amarillo, viraró, falsa mandioca, curupí, timbó, barba de chivo y ceibo. Entre las segundas se destacan el arrayán, guayabo colorado, guayabo blanco, guayabo del país, murta, pitanga, carobá, laurel negro, coronilla. Lo anterior implica que las semillas de las plantas de hoja perenne deberán ser sembradas en almácigo, del que luego se trasplantarán a envases, en tanto que en el caso de las de hoja caduca se podrá optar entre dejarlas crecer en almácigo o trasplantarlas en envases en el caso en que se las quiera plantar cuando aún conservan las hojas. Para la siembra de la semillas es importante saber que algunas germinan muy fácilmente, en tanto que otras requieren de algunos tratamientos para facilitar su germinación. Por ejemplo, las siguientes no requieren de ningún tratamiento: arrayán, guayabo colorado, ingá, murta, barba de chivo, plumerillo rojo. Por el contrario, hay otras que requieren algún tratamiento, tal como dejarlas en remojo durante 24 horas, como en el caso del timbó, espinillo, palo cruz, corondá, flor de cepillos, amarillo, acacia mansa, ceibo. Otras necesitan un tratamiento un poco más drástico, como es el de remojarlas en agua caliente durante 24 horas, con en el caso del algarrobo y el ñandubay. Como se dijo al principio, hay especies que se pueden multiplicar sin semillas, utilizando partes de la planta madre. Normalmente se hacen "estacas", es decir, porciones de ramas de un largo promedio de unos 30 centímetros, que luego se entierran en sus dos terceras partes en tierra preparada. Dichas estacas se producen en invierno y comienzan a brotar en primavera. Luego de su brotación deben ser podadas, dejando sólo el brote más vigoroso. Algunas especies que se multiplican de esta manera son el sauce criollo, sarandí blanco, sarandí negro, tarumán, lantana, naranjillo, higuerón, árbol de pito y envira. Contrariamente a lo que la mayoría piensa, no todas las especies indígenas son de crecimiento lento en vivero, sino que en su mayoría son de crecimiento rápido y medio. Entre las primeras se puede mencionar la anacahuita, molle, curupí, sauce, rama negra, chirca de monte, acacia mansa, cina cina, ombú. Entre las de crecimiento medio se cuentan el guayabo colorado, murta, palo cruz, espinillo, viraró, viraró crespo, laurel, palo de jabón, pezuña de vaca. Finalmente son de crecimiento lento en vivero el guaviyú, guayabo blanco, zapirandí, congorosa y chañar.
* Con base en información aportada por el Técnico Forestal Walter Erramuspe, Paysandú. |
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