El bosque natural
uruguayo: Mucho se ha enfatizado sobre la necesidad de conservar los bosques naturales. Sin embargo, es muy poco lo que se ha avanzado en materia de investigación en cuanto a su capacidad potencial de producción, en lo referente a su valor como proveedor de servicios de consecuencia (conservación de suelos y agua, refugio de la fauna, etc.), y menos aún en cuanto a su funcionamiento como ecosistema y su interacción con otros ecosistemas naturales o artificializados. En consecuencia, tanto los técnicos como los productores agropecuarios disponen de elementos insuficientes para impulsar o adoptar políticas de uso racional del recurso, por lo que en la práctica se dan tres situaciones principales distintas: 1) El monte es visto como un obstáculo para el desarrollo agropecuario y por consiguiente se busca reducir su extensión y en casos extremos eliminarlo totalmente. 2) El monte es considerado un recurso marginal, al que se apela para extraer leña y maderas, pero que no requiere cuidados especiales y cuyo posible deterioro en definitiva no reviste mayor importancia. 3) El monte es considerado un bien intangible, cuyos servicios de consecuencia y valores estéticos, recreativos o culturales son tan importantes, que justifican la no explotación del mismo. Si bien cada una de esas posturas lleva implícita una racionalidad defendible, entendemos que no están basadas en fundamentos científicos y que en definitiva constituyen formas de desaprovechamiento del recurso. La investigación en curso tiene entonces por objetivo
central aportar elementos que posibiliten la elaboración de políticas
de aprovechamiento racional de nuestras formaciones boscosas sobre
bases más firmes que las actuales. En ese sentido, se plantea analizar
el estado del conocimiento en la materia, detectar vacíos de investigación,
incorporar nueva información, plantear interrogantes y arribar a algunas
conclusiones basadas en la información disponible. Dentro de ese marco,
esta primera contribución tiene por objetivo ofrecer una caracterización
general del monte natural, analizar los principales estudios realizados
sobre el mismo y extraer conclusiones al respecto. El llamado monte (o bosque) natural (o indígena o espontáneo) es una asociación heterogénea y discetánea de árboles y arbustos que se desarrollan sin la intervención humana. Su composición florística es variable, tanto a nivel nacional como dentro de un mismo monte, debido a factores climáticos, edáficos, hídricos, etc. A nivel nacional, está compuesto por unas 100 especies arbóreas y otras tantas arbustivas, en su mayoría de hoja perenne. Pese a que algunas especies pueden adquirir buen porte forestal (varios laureles, viraró, viraró crespo, tarumán, ingá, timbó, ibirapitá, azoita cabalho, guayubira, lapacho, etc.), el monte en su conjunto alcanza en general un porte mediano (6-8 metros de altura y 10-20 cms de diámetro), con una alta proporción de árboles ramosos y de fuste tortuoso. Su densidad es muy variable, constituyendo en algunos casos montes ralos y en otros una vegetación muy densa y enmarañada con características selváticas. En general se entiende que el monte natural es de
crecimiento relativamente lento en comparación con los bosques artificiales
y que su turno de explotación para leña oscila entre los 20 y 30 años.
Las especies que lo componen se regeneran naturalmente y en su mayoría
tienen la particularidad de rebrotar de cepa al ser cortadas. II. CARACTERIZACION FITOGEOGRAFICA. La vegetación de nuestro país -de la que los montes naturales forman parte- no está circunscrita a los límites políticos del Uruguay, sino que forma parte de un área geográfica que lo trasciende. De acuerdo con Chebataroff (1960), la vegetación de nuestro territorio forma parte de la Provincia Uruguayense, que comprende gran parte de la Mesopotamia argentina, todo el territorio uruguayo y la porción meridional de Río Grande del Sur. Esta provincia (o Distrito de la Provincia Pampeana según Cabrera, 1953), que abarca unos 400.000 kms2., puede ser a su vez dividida en dos porciones: a) Occidental. Comprende la Mesopotamia argentina, rebasando los ríos Paraná y Uruguay hacia el oeste y este respectivamente. En nuestro país, esta vegetación se distribuye paralelamente al río Uruguay, sin alejarse mucho de su orilla, salvo a lo largo de sus tributarios. Su característica principal en nuestro país está constituida por la presencia del monte espinoso y ralo de algarrobo, ñandubay, quebracho blanco, espinillo, etc., alejado del monte que margina al río Uruguay. Otra característica de esta porción está dada por la intrusión de vegetación subtropical llegada gradualmente a los ríos Uruguay y Paraná inferiores desde regiones más septentrionales. Entre otras especies, se puede citar al ibirapitá, guayubira, lapacho, lapachillos, timbó, ingá, etc., que en nuestro país sólo están presentes a lo largo del río Uruguay y algunos de sus afluentes. b) Oriental. Abarca el resto de Uruguay y todo el sur de Río Grande del Sur hasta la depresión central, aunque sin límites precisos. Dentro de ella, habría algunas diferencias entre la vegetación del norte y del este y la del centro y sur del país. Esta última ha sido designada por Chebataroff como Formación Pampeana Rioplatense. Esta clasificación fitogeográfica, aunque difiere con la de algunos otros autores, parece ajustarse a la realidad, por lo menos en lo referente a la vegetación arbórea y arborescente del Uruguay. En efecto, la vegetación posee características "mesopotámicas" a lo largo de una franja marginal del río Uruguay y "riograndenses" hacia el norte y este, mientras que conserva características peculiares en el centro y sur del país. PROVINCIAS FITOGEOGRAFICAS DEL SURESTE DE AMERICA DEL SUR
III. LAS FORMACIONES BOSCOSAS. Todo parece indicar que en el actual territorio uruguayo el bosque nunca fue el ecosistema predominante. La propia introducción de la ganadería estuvo determinada por la pre-existencia de praderas, que incitaron a Hernandarias a ensayar tal empresa. Las opiniones más optimistas estiman que la vegetación leñosa habría superado el 25% del área total del país (del Puerto, 1987), aunque la mayoría de los investigadores entiende que ese porcentaje habría sido muy inferior al antedicho. De cualquier manera, hay coincidencia en que los bosques espontáneos ocupaban una superficie superior a la actual y que eran más densos y ricos en especies que los actuales. Entre los factores que inciden (e interactúan) en la ocupación del territorio por parte de la vegetación leñosa así como en su retroceso y degradación, se pueden citar los siguientes: a) Factores naturales. Los principales serían los climáticos, ligados a los edáficos y topográficos, a los que se podría agregar la acción de algunos insectos como la hormiga. Dentro de los factores limitantes, el principal parecería ser la existencia de períodos cortos (pero graves) de sequía, al que se agrega la acción de los vientos y las heladas. Ello explicaría el desarrollo de los árboles vinculado principalmente a dos tipos de accidentes geográficos (cursos de agua y serranías), donde éstos obtienen una provisión de agua suficiente a lo largo de todo el año y/o protección contra los vientos y heladas. Coincidentemente, es en estos ambientes donde la hormiga despliega una actividad menor. b) Factores introducidos. Si bien los factores naturales pueden haber limitado la expansión de los bosques, ha sido la acción humana -directa e indirecta- la que los ha hecho retroceder, en particular a través de: i) Obras de infraestructura (ciudades, caminos, etc.) y particularmente represas hidroeléctricas, bajo cuyos embalses desaparecieron miles de hectáreas de algunos de los más extensos y ricos montes del país (Rincón del Bonete, Baygorria, Palmar, Salto Grande). ii) Explotación forestal, tanto cortas totales para leña y carbón como cortas selectivas de los árboles más valiosos para postes, piques, construcciones rurales y leña para consumo local. iii) Explotación ganadera. La acción del ganado (ingestión, ramoneo y pisoteo) unida a la acción humana tendiente a facilitar el manejo del ganado y a aumentar la superficie pastoreable (corta y extracción de árboles, quema de campos) han limitado e incluso impedido la regeneración de los bosques, como se puede observar en relictos de bosques donde sólo existen árboles maduros. Cuando los bosques han sido cortados y pastoreados, los mismos tienden a desaparecer y a ser sustituidos por gramíneas, transformándose en praderas o en prados arbolados. iv) Explotación agrícola. El desarrollo de la agricultura también ha incidido, en menor extensión, pero con mayor intensidad, en el retroceso de los montes. Este proceso ha sido particularmente intenso en los bosques ralos del litoral oeste, donde numerosos algarrobales han desaparecido bajo la reja del arado, aunque también ha sido común a otras zonas del país. Tipos de formaciones boscosas. Los factores naturales antedichos han determinado el desarrollo de los bosques vinculados a tres tipos de accidentes geográficos: 1) cursos de agua; 2) serranías y 3) arenales del litoral sur. 1) Montes asociados a cursos de agua. Se pueden distinguir tres tipos de montes: a) Monte franja, o ribereño o de galería, que acompaña las márgenes de los cursos de agua de cierta importancia en un ancho variable, pero que promedialmente se puede estimar en unos 100 metros de ancho en cada una de las márgenes. b) Monte isleño, con características generalmente más "selváticas" que el anterior, particularmente en el río Uruguay. c) Monte ralo del litoral, también llamado algarrobal, espinillar o "de parque". Este tipo de monte sólo se encuentra acompañando al río Uruguay, o a los tramos finales de sus principales afluentes, a cierta distancia del monte ribereño que lo margina. 2) Montes asociados a serranías. Las principales formas de relieve donde se desarrollan asociaciones arbóreas y arborescentes son: a) Cerros, sierras, escarpas y asperezas (estas últimas difieren de las sierras en que los cerros y masas de rocas que las constituyen aparecen dispersas sin orden). Estas formas de relieve dan lugar al típico monte serrano, en el que se pueden diferenciar tres estratos: - Ladera baja. Los árboles alcanzan aquí mayor desarrollo por la protección que les proporciona el relieve y por la mayor disponibilidad de agua. - Ladera media. El monte puede ocupar toda la ladera o "trepar" sólo por las zonas más húmedas determinadas por la presencia de manantiales. A medida que se asciende, los árboles van reduciendo su porte y se tornan más achaparrados. - Cima. El monte rara vez alcanza la cima, y se convierte allí en matorral serrano, donde se asocian especies arbóreas (cuyo porte se reduce y se vuelve achaparrado) con vegetación arbustiva (chirca de monte, romerillo, etc.) y herbácea. b) Quebradas. Estas formas de relieve son valles profundos excavados por cursos de agua, con las paredes muchas veces casi verticales. También reciben la denominación de quebrada las zonas bajas determinadas por la unión de las bases de dos cerros, recorridas generalmente por algún arroyo o cañada. El ambiente húmedo y protegido de los vientos determina un microclima muy favorable para el desarrollo de la vegetación, que adquiere un aspecto selvático, con varios estratos arbóreos y abundancia de trepadoras, epífitas y helechos. c) Mares de piedra. Consisten en aglomeraciones de bloques de roca resistentes modeladas por la erosión, faltando verdaderos cerros. La vegetación arbórea y subarbórea que allí se desarrolla conforma un matorral con algunas pocas especies que adquieren un porte arbóreo, mientras que la mayoría adopta formas achaparradas. 3. Montes asociados a arenales y dunas costeras del litoral sur. Este tipo de formación boscosa ha recibido muy escasa atención y hasta el presente no se lo ha definido como un tipo de monte con características propias, pese a que no se le puede incluir en ninguna de las categorías existentes. Se caracteriza por estar compuesto por un número relativamente reducido de especies y no existe información acerca de la distribución de las mismas dentro del monte, aunque podría afirmarse que las más resistentes a la acción del viento y la salinidad (por ejemplo, el canelón) predominan hacia el lado del mar. En la actualidad se presenta en forma de relictos aislados, pero es probable que en el pasado haya ocupado una superficie sensiblemente superior a la actual. Sospechamos que este ecosistema, en equilibrio muy inestable debido a las peculiaridades del sitio que ocupa (arenas móviles, fuertes vientos, recalentamiento de la arena, salinidad, etc.), no pudo resistir la acción combinada hombre-ganado resultante de la colonización del hombre blanco, lo que determinó su desaparición en muchos sitios. Montes isleño, ribereño y ralo:
Serie "Investigaciones" Nº 72 de CIEDUR Mayo de 1990. |
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