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Campaña Plantaciones
El
papel del Sur. Capítulo 12 Tailandia: de la "reforestación" a los contratos de plantación Los incentivos para el establecimiento de plantaciones comerciales para pulpa son tan fuertes en Tailandia como en Indonesia: una economía en expansión, buena ubicación geográfica, abundantes subsidios y elites locales y extranjeras ansiosas por realizar inversiones. Sin embargo, la competencia por la tierra y los bosques disponibles, un clima político menos represivo y, en particular, una fuerte resistencia, han impedido por el momento un auge en las plantaciones de la escala del que tiene lugar en Indonesia. La continua presión de la industria de la pulpa y el papel y sus aliados ha dado lugar, no obstante, a una lucha sin cuartel en amplias áreas del país, entre los promotores de las plantaciones y los pobladores locales y ambientalistas. Crecimiento industrial y exportador Gran parte del ímpetu para el establecimiento de nuevas plantaciones, se origina en la tasa de crecimiento de la economía tailandesa, que ha sido una de las más altas del mundo durante la última década. El incremento en la demanda de papel y cartón no es, sin embargo, determinado simplemente por la expansión económica en general, sino en particular por el crecimiento industrial y exportador. El empaquetado, por ejemplo, da cuenta de los dos tercios del papel utilizado en el país. Resulta revelador, además, el hecho de que en 1994, el incremento superior al 14% en la demanda de papel y cartón se corresponde más al crecimiento de las exportaciones (16%) y de las manufacturas (12%), que al incremento en el Producto Bruto Interno (8%). Entre 1985 y 1990, la producción de papel experimentó un salto de 294.000 a 889.000 toneladas, alcanzando la cifra de 1,66 millones en 1994, con proyecciones de cerca de 3 millones para 1997 (Apichai 1992, P&PA 11.1994, PPI 10.1993, 7.1995). Por su parte, la producción de pulpa se duplicó a unas 200.000 toneladas anuales durante la década 1983-1993 y se espera que alcance las 815.000 toneladas anuales hacia el año 2000 (Rajesh 1995). El grupo Soon Hua Seng, una de los principales empresas tailandesas dedicadas al comercio del arroz, se cuenta entre las empresas que han comenzado recientemente a invertir en la industria de la pulpa y el papel. A fines de 1995, la subsidiaria de dicho grupo, Advance Agro, instaló en Tailandia oriental una nueva planta de papel producida por Mitsubishi-Beloit, con capacidad de producción de 217.000 toneladas anuales, seguida poco tiempo después por la instalación de una planta integrada de pulpa kraft de eucalipto, de la Sunds Defibrator, con una capacidad anual de 175.000 toneladas. El financiamiento para las instalaciones, por valor de US$670 millones, fue obtenido fudamentalmente en los Estados Unidos y Europa (FT 23.11.1994). La empresa también ha hecho un pedido de compra a Mitsubishi Heavy Machinery, de otra planta de papel de 200.000 toneladas anuales de capacidad de producción. Por su parte, el grupo Siam Cement, una compañía asociada al Crown Property Bureau, propietario de once empresas productoras de pulpa y papel, ha elevado recientemente su capacidad de producción a alrededor de un millón de toneladas anuales de pulpa, papel y productos derivados y planea incorporar tres nuevas máquinas para el año 1997. Hiang Seng y Panjapol también han aumentado su capacidad de producción (Nation 14.4.1994; BP 13.7.1994; PPI 8.1995, 11.1995; Rajesh 1995; Papermaker 12.1994). A nivel nacional, la sobreinversión empujó en 1994 a la capacidad de producción de cartón corrugado un 50% por encima de la demanda y se espera que la autosuficiencia en materia de papel se eleve en 1997 a un 117%, momento en el que el país estará produciendo mucha más pulpa de fibra corta (de eucalipto) que la requerida por sus productores de papel (Adul 1993; P&PA 11.1994; PPI 10.1993, 7.1995; Rajesh 1995). Sin embargo, el país no está en condiciones de producir grandes cantidades de pulpa de fibra larga (de coníferas), por lo que continuará importándola. Al igual que en Indonesia, los abastecedores de maquinaria extranjera son importantes beneficiarios del auge del sector y también aquí el mercado está dominado por abastecedores nórdicos, japoneses y norteamericanos. La inversión extranjera es también significativa. La empresa Phoenix Pulp and Paper, que es actualmente el mayor productor de pulpa de Tailandia, es una empresa conjunta entre Ballarpur, el principal productor de pulpa y papel de la India (con más del 13% del paquete accionario) y la Corporación Europea para el Desarrollo de las Inversiones en el Extranjero (European Overseas investment Development Corporation), que es ahora el principal accionista. En buenos años, Phoenix exporta más de un tercio de su producción de pulpa a países tales como la India, Corea del Sur, Filipinas, Japón y los Estados Unidos. Por su parte Asia Tech, una firma parcialmente propiedad de la multinacional con sede en Nueva Zelanda Brierly Investments (ver capítulo 8), se encuentra, mientras tanto, echando las bases para el establecimiento de plantas de pulpa y papel, a través de la promoción de contratos con campesinos para la producción de madera para pulpa, basada en plantaciones de árboles de Acacia mangium, que cubrirían un total de 32.000 hectáreas en cuatro provincias del noreste de Tailandia. Aprovechando sus conexiones con los gobiernos locales, Asia Tech también se ha apropiado ilegalmente de más de 500 hectáreas de bosques públicos inundables sobre las riberas del río Songkhram, para plantarlas con eucaliptos. También las empresas japonesas y taiwanesas han creado consorcios locales para la producción de astillas de madera y pulpa. Itochu se ha unido al grupo Sahapattanapibul para exportar astillas de eucaliptos y New Oji tiene vínculos con Advance Agro, quienes exportarán productos bajo una marca común al mercado japonés. Además la estadounidense Kimberley-Clark ha invertido en empresas tailandesas de papeles tisú y la coreana Shin Ho en una planta de 100.000 toneladas anuales de papel para periódico en base a papel reciclado. Por su parte, bancos tales como Barclays del Reino Unido, asesoran a firmas tales como Soon Hua Seng sobre financiamiento de préstamos y venta pública de acciones (PPI 11.1995, Lang 1995). El crecimiento futuro anticipado, tanto en exportaciones como en la producción para consumo doméstico, unido a la necesidad de mantener a las plantas en funcionamiento incluso en momentos de sobreproducción, ha forzado a la industria a presionar para que superficies cada vez mayores de los suelos del país sean plantadas con árboles para pulpa. El Eucalyptus camaldulensis, que desde los primeros años de la década de 1970 se sabe que es un árbol fácilmente adaptable al amplio espectro de ecosistemas de Tailandia y que se ha vuelto crecientemente atractivo para los productores de papel, ha sido el árbol preferido desde la aparición de semillas baratas en el mercado en 1978. Hacia 1992 ya se habían plantado, por una amplia variedad de empresas y propietarios individuales, unas 80.000 hectáreas de eucaliptos, principalmente en las regiones del noreste y central y la industria ha ejercido una presión continua sobre el gobierno para la obtención de una superficie mayor de tierra, argumentando de que necesitaba otras 128.000 hectáreas de plantaciones de rápido crecimiento para el año 2002. Con la mirada puesta en un incremento de las exportaciones, la asociación de industriales también ha solicitado préstamos blandos con períodos de gracia de seis años, reducciones en el impuesto a la renta, la eliminación del impuesto a las ventas, la suspensión de los impuestos a la importación de productos y maquinaria para la producción de pulpa y papel, más capacitación e infraestructura por parte del estado y la colaboración del estado en actividades de plantación (Apichai 1992, BP 1.2.1993, P&PA 11.1994, Rajesh 1995). Hasta el momento en que se vieron enfrentados a una resistencia popular masiva, los funcionarios oficiales estuvieron en general más que dispuestos a cooperar con los sectores plantadores. A fines de los años 1980, las agencias gubernamentales impulsaban el establecimiento de 4,3 millones de hectáreas de plantaciones comerciales de árboles en Reservas Forestales Nacionales (es decir, más del 8% del total de la superficie terrestre del país), a lo que se sumarían unas 1,85 millones de hectáreas adicionales a ser plantadas por el gobierno y por las comunidades. Esta ansiedad plantadora generó ciertas dudas entre los consultores empresariales quienes, por más que lo intentaran, no lograban identificar posibles mercados para más del 10% de la producción de un área de plantación tan enorme (Sargent 1990a, Prachachart Thurakit 4-6.1.1989). Sin embargo, tal entusiasmo oficial hacia las plantaciones comerciales de eucaliptos no es tan misterioso como parece. El Real Departamento Forestal (RDF), ha estado básicamente orientado hacia la explotación comercial durante toda su historia de cien años. Cuando la tala fue prohibida en 1989, resultó perfectamente natural que volcara su atención hacia la promoción de las plantaciones comerciales. Este sesgo se ha visto reforzado por la asociación de muchos burócratas del RDF con propietarios de viveros o vendedores de eucaliptos y por la igualmente cercana colaboración forjada por la estatal Organización de la Industria Forestal (OIF) con el sector privado de la pulpa y el papel (Apichai 1992). La promoción de las plantaciones comerciales también ha permitido que el RDF se autopublicite como cumpliendo con su responsabilidad de "reforestar el país", tras las catastróficas operaciones de tala de los anteriores 30-40 años. Esto resulta particularmente importante, dado que la mayoría de los funcionarios del RDF han sostenido permanentemente que la conservación y la restauración de la cobertura forestal superan la capacidad de los pobladores locales y que sólo puede convertirse en realidad a través de proyectos estatales o comerciales. Además, el RDF se ha mostrado ansioso por recuperar el control sobre amplias áreas de tierras de las Reservas Forestales Nacionales que, luego de décadas de explotación comercial maderera y de promoción gubernamental de cultivos de exportación tales como yute, maíz, caña de azúcar y mandioca, quedaron bajo la posesión de facto de "invasores" campesinos (Usher 1990a). De la misma manera que el RDF había anteriormente otorgado concesiones forestales baratas a las empresas forestales, comenzó luego a otorgar concesiones aún más baratas a las empresas plantadoras de eucaliptos, con la esperanza de que ellas ayudarían en la expulsión de los colonos que habían sido atraídos por las concesiones madereras. También la paraestatal Organización de la Industria Forestal ha estado buscando asignarse un nuevo papel, luego de la prohibición de la tala de bosques. En consecuencia, se ha involucrado en proyectos de plantaciones para pulpa, tales como las plantaciones comerciales en tierras estatales, como en plantas de celulosa. Una planta de ese tipo fue propuesta para el área de Sri Sa Bet, hasta que la oposición local obligó a la OIF a cambiar el sitio proyectado para Ubon Ratchathanee; está planeada otra planta para Sakon Nakhon. Además, tanto las empresas plantadoras de eucaliptos, extranjeras como locales, tienen vínculos con partidos políticos que están al frente de ministerios poderosos. Por ejemplo, la firma Soon Hua Seng, cuyo presidente es Narong Mahanong, un ex director del Departamento de Policía, ha ayudado a financiar al Partido Democrático, el que durante años tuvo a su cargo la cartera del Ministerio de Agricultura y Cooperativas Agrícolas, bajo el que se encuentra el Real Departamento Forestal. Similarmente, se ha informado que la apropiación de tierras en el noreste de Tailandia, por parte de Asia Tech, fue facilitada por políticos de los partidos New Aspiration, Chart Pattana, Nam Thai y Chart Thai (Krungthep Thurakit 15.2.1996). Al igual que en Indonesia, además, la plantación de árboles puede no ser lo único que los magnates tienen en mente cuando exigen el acceso a más tierra para plantaciones para pulpa. Dado que los bosques nativos no constituyen en Tailandia una fuente importante de materia prima para pulpa, las empresas han a menudo pagado o impulsado a los campesinos a cortar el bosque, a fin de que pueda ser luego catalogado como "tierra degradada" y por ende legalmente elegible para ser plantado con eucaliptos. La madera ha sido después vendida ilegalmente para aserrío. En algunos casos, un bosque no "degradado" en manera alguna, puede ser asignado a ser plantado con el objetivo de que sea talado (Nation 20.1.1996). Más aún, mediante el subterfugio de fingir interés en el área de la pulpa y el papel, algunos empresarios han intentado acumular tierras potencialmente aptas para usos rentables, tales como campos de golf o centros turísticos. Funcionarios del RDF y políticos que pueden salir beneficiados de tales emprendimientos, a menudo les han hecho gustosamente el juego. Influenciadas por los modelos occidentales. las instituciones oficiales tailandesas están estructuradas de forma tal, que han ayudado a subsidiar al sector plantador. El Real Departamento Forestal, por ejemplo, tiene jurisdicción legal sobre alrededor del 40% de la superficie terrestre del país, bajo la forma de Reservas Forestales Nacionales (RFNs), muchas de las cuales sólo están nominalmente cubiertas de bosque. Hasta hace poco, no era posible otorgar legalmente documentos transferibles de propiedad sobre la tierra en las RFNs, inclusive en los 5,6 millones de hectáreas que se estima están siendo cultivadas actualmente, pese a que muchas RFNs fueron registradas como tales en áreas ya ocupadas por comunidades locales. En los años 1980 y principios de la década del 90, tal disposición posibilitó que el gobierno tildara a las más de 10 millones de personas que viven en las RFNs (algunas de las cuales estaban allí antes de que se establecieran las RFNs), como "ocupantes ilegales". En consecuencia, la tierra que estaban ocupando podía ser otorgada a las empresas plantadoras o a cualquier empresa, por la suma irrisoria de US$2,50 por hectárea y por año, lo cual significa un precio de alrededor del 5% de la tasa (ya muy baja), de mercado (Apichai 1992). En teoría, el director general del RDF puede autorizar el arrendamiento de hasta 16 hectáreas de RFN por empresa, el ministro de Agricultura hasta 320 y el Gabinete áreas aún mayores. En setiembre de 1994, incluso se autorizó al Ministro de Agricultura, a permitir que agencias estatales utilicen partes de áreas protegidas sin aprobación del Gabinete, "si sus proyectos involucran la seguridad nacional y económica". Otras dependencias estatales otorgan privilegios especiales a las plantaciones para pulpa, de los que no goza ningún otro cultivo agrícola. A fines de los años 1980, el RDF creó una oficina especial, dedicada específicamente a la promoción de los cultivos forestales comerciales, incluyendo un presupuesto de más de US$24 para relaciones públicas y en 1994 solicitó que se incluyera en el presupuesto fiscal del año 1995, una suma de unos US$130 millones para subsidiar plantaciones del sector privado y para otros proyectos de "reforestación", incluyendo uno en el que se otorgan créditos blandos para la plantación de árboles de rápido crecimiento a los agricultores asentados en las Reservas Forestales Nacionales. Por su parte, la Junta de Inversiones ha exonerado a algunas empresas del pago de impuestos y les otorgó exoneraciones impositivas para la importación de maquinaria y materias primas (Apichai 1992, Usher 1990b, Nation 9.4.1990, Tunya 1990, BP 31.8.1994). También algunos gobiernos extranjeros aportan subsidios adicionales. No resulta sorprendente que los más prominentes en ese sentido sean los de Japón, Canadá y Finlandia, que son tres de los países que probablemente resulten más beneficiados, ya sea por la venta de maquinaria y consultorías o (en el caso de Japón) también por sus importaciones de astillas y pulpa de Tailandia. Ya en 1981, la Agencia de Cooperación Internacional de Japón estableció una plantación piloto de eucaliptos en el noreste de Tailandia, con el objetivo de promover la investigación y la capacitación en el terreno y a principios de los años 1990, financió un proyecto de vivero con una capacidad anual de producción de 20 millones de plantas. El dinero de los contribuyentes japoneses también ha sido canalizado a través del Fondo para la Cooperación Económica en el Extranjero, para apoyar la participación de los agricultores en la empresa Thai-Japan Reforestation and Wood Industry Co., diseñada para abastecer de materia prima a un consorcio de empresas papeleras japonesas (Nectoux & Kuroda 1989, Tunya 1990, Masaki 1995). La agencia de "ayuda" canadiense CIDA, ha ayudado a financiar el trabajo de consultoría de la firma H.A.Simons con Soon Hua Seng, así como trabajos de investigación sobre plantaciones por parte del Instituto Tailandés de Investigación para el Desarrollo. La Corporación de la Mancomunidad Británica para el Desarrollo, que recibe dinero del programa británico de "asistencia", ha hecho préstamos y financiamientos a Soon Hua Seng. Por su parte, la Junta Sueca de Inversiones y Asistencia Técnica, contrató a la consultoría sueca Swedforest para asistir a la Organización de la Industria Forestal a convertirse, de organización explotadora de bosques, en una agencia de manejo de plantaciones (Usher 1994, Rajesh 1995). A su vez, el gobierno finlandés ha canalizado millones de dólares del dinero de sus contribuyentes, no sólo hacia créditos para la exportación de equipamiento finlandés para la producción de pulpa y papel, sino también hacia un ejercicio de presión política, conocido como el Plan Maestro para el Sector Forestal Tailandés, que fue dirigido por la empresa consultora Jaakko Pöyry entre los años 1990 y 1994. Este Plan Maestro, fundamentalmente dirigido, según palabras del director del equipo finlandés, a "poner en orden el marco institucional y social" tailandés, incluía un ambicioso intento de reformular la totalidad de la política forestal del país, con el objetivo de posibilitar la aplicación plena de las técnicas occidentales de forestería industrial (ver más adelante) (Laitalainen 1992). Si bien no alcanzó todos sus objetivos ayudó, al igual que similares ejercicios en Indonesia, a establecer nuevos vínculos personales entre los promotores locales y extranjeros de las plantaciones, con los sectores privado, académico y burocrático, así como para ampliar la base técnica para el desarrollo de plantaciones a nivel nacional. El plan también dio lugar a que los empresarios industriales finlandeses recibieran una educación gratuita acerca del funcionamiento del sistema político tailandés, que ya está pagando elevados dividendos. Las exportaciones finlandesas de maquinaria a Tailandia (gran parte de las cuales colocadas en el sector forestal), crecieron de US$19 millones en 1990 a US$113 millones tres años más tarde y en octubre de 1993 se firmó un acuerdo especial de cooperación económica entre Tailandia y Finlandia (Finland National Board of Customs 1990-3). El dinero de los contribuyentes finlandeses, también ha sido empleado para subsidiar la exportación de la ideología finlandesa en materia de forestería industrial a las instituciones académicas tailandesas durante tres décadas, bajo la forma de becas a estudiantes forestales tailandeses para realizar cursos en Finlandia y para proyectos de investigación finlandeses-tailandeses sobre especies para plantaciones industriales en Tailandia (Luukkanen & Hakulinen 1991). Un proyecto de desarrollo rural financiado por el gobierno australiano, dio a su vez lugar a muchas plantaciones de eucaliptos en tierras comunales en el noreste del país, llevadas a cabo entre 1976 y 1989 bajo el título de "rehabilitación de tierras altas". El proyecto fue duramente criticado desde el inicio por la población local, ONGs y académicos y sus impactos negativos aún se registraban en 1996, dando lugar a que movimientos locales en provincias tales como Roi Et, se movilizaran para que se eliminaran enteramente los eucaliptos en las áreas rurales (ver más adelante). Pese a ello, el proyecto ganó el prestigioso premio del bicentenario del gobierno australiano por "Excelencia en la Asistencia para el Desarrollo Extranjero" y no se ha encarado ningún análisis completo de las fallas del proyecto. También ha sido significativo para el auge de las plantaciones industriales, el fuerte apoyo de agencias multilaterales tales como el Banco Asiático de Desarrollo, que ha financiado la investigación sobre plantaciones y el desarrollo de proyectos, tanto en Tailandia como en la vecina Laos. Por su parte, la pretensión de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), de que Tailandia debería establecerse como objetivo lograr que el 40% del país tenga cobertura forestal, ayuda a legitimar la noción propagada por los intereses del sector plantador y del gobierno, de que el 15% del país debería estar cubierto por cultivos forestales. La resistencia popular y sus efectos Frente a tales fuerzas en favor de las plantaciones, se han desplegado movimientos populares bien publicitados, principalmente entre las más de 10 millones de personas que habitan las áreas deforestadas en las Reservas Forestales Nacionales. Desde mediados de los años 1980, los pequeños campesinos que se oponen a la proliferación de plantaciones de eucaliptos, elevaron peticiones a los funcionarios distritales, parlamentarios y miembros del gabinete, organizaron concentraciones, intervinieron en seminarios a nivel nacional, bloquearon carreteras e hicieron marchas hacia las oficinas gubernamentales. Cuando otros métodos no dieron resultado y contaban con una buena organización, arrancaron plantas y cortaron árboles de eucaliptos, detuvieron a los bulldozers e incendiaron viveros y maquinaria. Las motivaciones de tales acciones se originan fundamentalmente en la experiencia, que muestra que las plantaciones de eucaliptos a gran escala, desalojan o empobrecen a los campesinos, violando así un fuerte sentimiento en cuanto al derecho a una subsistencia estable. Incluso en los casos en que se admite que los campesinos permanezcan en o cerca de las masas forestales, las plantaciones de Eucalyptus camaldulensis casi no permiten los cultivos intercalados (los campesinos dicen que este árbol es "egoísta" porque consume todos los nutrientes), son inservibles como forraje, aportan poca leña a la comunidad, pueden hacer bajar el nivel del agua en los estanques, pozos y bosquetes cercanos y pueden causar erosión, a raiz de la cual se deposita arena en los campos adyacentes. Además, proveen pocos de los variados productos de los bosques, que los pobladores rurales utilizan para asegurar su subsistencia, usurpando justamente el terreno ocupado por los bosques comunales que les proveen de los mismos. En el noreste de Tailandia, donde los eucaliptos han reemplazado a bosques que servían como áreas de desove para los peces durante las inundaciones anuales, este árbol las plantaciones han sido incluso causantes de las bajas recientes de captura de peces, que han disminuido a la mitad los ingresos de algunas aldeas. Por otra parte, los empleos en las plantaciones no son ni abundantes ni estables y ese tipo de trabajo a menudo no resulta atractivo para los agricultores. La especulación de tierras asociada a la expansión de las plantaciones, a menudo también ha afectado la propia seguridad de los campesinos. Utilizando el fraude y triquiñuelas legales, así como sus conexiones políticas y burocráticas, los especuladores, con la esperanza de revender la tierra a las empresas plantadoras, han amenazado a los pobladores rurales con violencia, asesinato o desalojo bajo la acusación de "ocupación ilegal", han procurado cooptar a los ancianos de las aldeas, han intentado endeudar a los campesinos o cortarles el acceso a sus campos adquiriendo las tierras circundantes. Por añadidura, la emigración de las áreas de plantación no resulta una opción atractiva. En Tailandia, las áreas de frontera prácticamente han desaparecido. La cubierta forestal ha descendido desde un 70% de la superficie del país a principios de este siglo, a aproximadamente el 15% actual y la burocracia estatal está menos inclinada hoy a aceptar la colonización ilegal de los bosques, de lo que lo estuvo en los años 1970, cuando las despobladas zonas altas fueron utilizadas como válvulas de seguridad para aliviar los potencialmente explosivos conflictos agrarios en otras zonas. Entretanto, los programas oficiales de reasentamiento, enfrentados a la falta de tierras agrícolas aptas no utilizadas, a menudo han intentado relocalizar a los campesinos en tierras ya ocupadas, desatando así encarnizadas disputas por la tierra. La mudanza permanente a las ciudades, pocas veces es vista como una alternativa seductora y los trabajos para realizar tareas agrícolas zafrales son inseguros y mal pagos. La conciencia acerca de sus limitadas posibilidades de elección ha multiplicado la indignación de los campesinos frente a los abusos del sistema de patronazgo entre las empresas, la burocracia y los políticos, que ha sido utilizado para promover las plantaciones. En su lucha, los campesinos han hecho un uso inteligente de una amplia variedad de herramientas retóricas, políticas y culturales. En muchas áreas, han ubicado sus acciones bajo un manto religioso, atando hábitos amarillos de monjes budistas alrededor de grandes árboles para "ordenarlos" y así protegerlos de ser cortados para dar lugar a las plantaciones. También adaptaron una ceremonia tradicionalmente utilizada para movilizar la asistencia a un templo budista en construcción, para en su lugar promover la participación en el movimiento anti plantaciones. Muy conscientes acerca de la importancia de incluir la temática ambiental, los opositores a las plantaciones también han plantado frutales, árboles de caucho y árboles nativos, para evitar así la plantación de eucaliptos o para reemplazarlos, o han explicado a periodistas y funcionarios estatales comprensivos, los métodos que han utilizado durante generaciones para preservar áreas de bosques locales en su diversidad, como fuentes sustentables de agua, hongos, hortalizas, caza menor, miel, resinas, frutas, leña, forraje, plantas medicinales, ranas o insectos comestibles y huevos de insectos o como bosques ancestrales sagrados y cementerios. En los casos en que dichas tradiciones habían caído en desuso, los pobladores a menudo han creado organizaciones comunales de conservación de bosques, para contrarrestar el avance de los eucaliptos. También han comenzado a aparecer ejemplos de áreas naturalmente forestadas, que los pobladores han "traído de vuelta", luego de haber eliminado los eucaliptos. Durante todo el proceso, los campesinos también han insistido en las demandas por los derechos individuales sobre la tierra, el derecho de la comunidad a los bosques locales y el derecho a vetar los proyectos de plantaciones comerciales programados para sus localidades. En su lucha, los campesinos opositores a las plantaciones para pulpa, han hecho un uso cauteloso del apoyo de los ambientalistas tailandeses y de otros activistas de la inteligencia, que han pedido el reconocimiento de los derechos locales a la tierra y a los bosques, la separación clara entre las políticas de plantación y de conservación de bosques y la cancelación de los privilegios otorgados a las plantaciones industriales. Los ambientalistas han sido particularmente útiles en su labor de difundir la noción de que el enorme incremento en la superficie de plantaciones comerciales, sólo puede incrementar la presión sobre los bosques naturales, a través del desplazamiento y la ruptura de las prácticas localmente desarrolladas de conservación forestal (Lohmann 1991). Las luchas de la década de 1990 A principios de los años 1990, tanto los propulsores como los oponentes de las plantaciones, tuvieron que luchar para afirmar sus posiciones en un ambiente político incierto y en cambio constante. En mayo de 1990, el entonces Primer Ministro, Chatichai Choonhavan, prohibió todas las actividades de "reforestación" comercial, a resultas del arresto de 156 empleados de la empresa Soon Hua Seng, por haber talado el bosque de una zona a ser plantada en Tailandia oriental (de acuerdo con las prácticas habituales, se había autorizado extraoficialmente a la empresa a tener acceso al bosque, para "degradarlo" antes de la conclusión de las negociaciones para obtener la concesión, pero las intrigas políticas contra el presidente de la empresa, determinaron que el hecho tomara estado público). Sin embargo, un golpe militar en febrero de 1991, allanó el camino para un programa oficial de gran envergadura que, contando con un presupuesto de cientos de millones de dólares, apuntaba a la expulsión de cinco millones de residentes de las Reservas Forestales Nacionales, con el objetivo de poner a disposición del sector privado unas 1,37 millones de hectáreas para la implantación de cultivos forestales. En un año, unas 40.000 familias fueron desalojadas por la fuerza en el noreste del país y la represión fue particularmente severa en áreas consideradas por los militares como focos de resistencia (Sanitsuda 1992, Phuu Jatkaan Raai Sapdaa 16-23.9.1991). Cuando en mayo de 1992 la junta militar fue derrocada por un movimiento de amplia base popular, emergió nuevamente con fuerza la resistencia a las plantaciones para pulpa. Como resultado de las grandes movilizaciones realizadas por los pobladores del noreste, que incluyeron el bloqueo de la principal carretera de la región, el gobierno derogó el plan de desalojo decretado por los militares, suspendió la "reforestación" con eucaliptos e impuso un techo de ocho hectáreas para todo tipo de plantaciones comerciales. Las protestas de la última década han determinado que, para la industria, Tailandia haya pasado a ser una palabra clave en lo referente a conflictos para acceder a materia prima. Esto ha desalentado las inversiones tanto internas como extranjeras, en particular en materia de proyectos de exportación de gran envergadura como los que se pueden encontrar en Brasil e Indonesia. Por ejemplo, la empresa Shell se vio forzada a abandonar su plan de plantar 12.500 hectáreas de eucaliptos en Tailandia oriental, luego que una serie de violentos conflictos y escándalos obligaron a aplazar la aprobación gubernamental del proyecto. También Soon Hua Seng, Birla y otras empresas, han sido forzadas a abandonar ambiciosos proyectos de plantación o de producción de pulpa, por temor a la oposición local, o al subsiguiente rechazo por parte del gobierno. Por su parte, la planta de la empresa Phoenix perdió 141 días de producción durante 1992-94, debido a controversias en torno a emisiones contaminantes que afectaron la pesca local, en tanto que inversores tales como Panjapol y Siam Pulp and Paper, han enfrentado problemas con las oficinas reguladoras. Tales dificultades han aumentado la reticencia de los inversores a salir del área de Bangkok, donde disponen de buena infraestructura, consumidores y fácil acceso a papel de desecho como materia prima (P&PA 11.1994). En setiembre de 1993, bajo la presión de la industria de la pulpa y el papel y sus aliados, los ministros del área económica de Tailandia decidieron nuevamente abrir las Reservas Forestales Nacionales para la forestación comercial. Sin embargo, en la práctica, la resistencia de base y la opinión pública han asegurado que continúe siendo difícil la conversión de tierras del estado en plantaciones para pulpa. En 1994, por ejemplo, la oposición local a un programa de plantación de eucaliptos del RDF en Roi Et se volvió tan fuerte, que los funcionarios distritales no tuvieron más remedio que expresar su apoyo a los pobladores, que habían cortado más de 300 hectáreas de eucaliptos a fin de reemplazarlos con bosques comunales de especies nativas (BP 27.3.1995). En 1995, un conjunto de aldeas de la región estaban intentando la eliminación total de los eucaliptos de su territorio, forzando así al RDF a suspender sus plantaciones de eucaliptos sobre una amplia área. A su vez, se ha delegado la responsabilidad sobre las plantaciones existentes a otras autoridades, a las que los aldeanos han presionado para que corten los eucaliptos y distribuyan los beneficios localmente. A través de todas sus campañas, los pobladores del noreste y sus aliados de las ONGs, han investigado y publicitado alternativas de especies nativas de uso múltiple, que atiendan las diversas necesidades en materia de alimentos, construcción, medicina y ecología de las distintas localidades; han emprendido plantaciones suplementarias de árboles nativos en áreas degradadas y han demarcado nuevas áreas como bosques comunales. Crecientemente, las agencias gubernamentales están aceptando tanto la necesidad de otorgar derechos legales a los ocupantes de tierras de las Reservas Forestales Nacionales, como los problemas que genera el cultivo de eucaliptos a gran escala. En 1994 se estableció un nuevo programa de "reforma agraria" (llamado Sor Por Kor), cuyo objetivo era el de distribuir anualmente más de 600.000 hectáreas de tierras en las RFNs a los campesinos, pero fue desvirtuada por abusos a alto nivel. Entretanto, un proyecto en el que las empresas privadas y públicas están siendo invitadas, por el Ministerio de Agricultura y Cooperativas Agrícolas, a plantar con árboles por lo menos 540.000 hectáreas entre 1994 y 1996, para conmemorar el 50 aniversario de la coronación del Rey, ha especificado que las plantaciones deben tener propósitos de conservación, se deben usar especies nativas y no deben desalojar ocupantes de la tierra afectada, aunque existen dudas acerca de lo factible del cumplimiento de dichos objetivos (BP 20.1.1995). De las plantaciones en tierra arrendada a los contratos de plantación Teniendo en cuenta la perspectiva de verse enfrentados a campesinos sin tierra y considerando las vacilaciones u oposiciones gubernamentales en relacion con sus esfuerzos por tomar la completa posesión de tierras de las Reservas Forestales Nacionales, la industria y sus aliados oficiales han apelado cada vez con mas frecuencia a los contratos de plantación como estrategia alternativa. Bajo esta modalidad la industria, en vez de desalojar directamente a los campesinos, realiza con ellos contratos para que planten árboles para pulpa en su propia tierra, a menudo distribuyendo gratuitamente las plantas y prometiéndoles comprarles la madera a un precio garantizado. Aunque este enfoque puede ser difícil de manejar, dado que las empresas de pulpa o astillas deberán trabajar con miles de pequeños proveedores dispersos en una amplia área, es poco probable que provoque el tipo de resistencia organizada a las plantaciones que ha resultado de los intentos de expulsión abierta y pudiendo incluso alentar a los campesinos a cortar nuevas áreas para plantar árboles. Es así que a principios de 1996, Asia Tech había convencido a los campesinos en el noreste de Tailandia de que plantaran 16.000 hectáreas de acacias en sus propias tierras, lo que equivale a la mitad de lo que la empresa requiere para alimentar su proyectada planta de pulpa de 150.000 toneladas anuales en Nong Khai.Por su parte, la firma Advance Agro, subisidiaria de Soon Hua Sen, está promoviendo contratos de plantación entre los más de 4.000 agricultores que habitan cerca de sus plantas en Tailandia oriental. A su vez la empresa Phoenix realiza contratos con más de 10.000 agricultores, en un radio de 15 kilómetros de su planta, para el abastecimiento de bambú y madera de eucalipto. En el área que rodea la planta de la empresa, los campesinos, ansiosos por encontrar cultivos rentables para sus suelos arenosos, han sido exitosamente convencidos, con ofertas de dinero por montos de US$125 por hectárea y por año por el cuidado de los eucaliptos plantados en sus tierras (PPI 11.1995, Anuchit 1995b). Si bien el sistema de contratos de plantación puede resultar, para las empresas de pulpa, más caro que las plantaciones en suelos arrendados, también les proporciona la ventaja de ser capaz de atraer importantes subsidios del Estado. El programa Sor Por Kor de reforma agraria, por ejemplo, estaba asociado a un programa por el que se brindaban préstamos blandos a los agricultores que plantaran especies de rápido crecimiento en su nueva tierra. (Nation 15.2.1994). Por su lado, Asia Tech puede contar con la asistencia del gubernamental Departamento de Extensión Agrícola, para persuadir a los campesinos a que se pasen a los cultivos forestales. Además, el sistema de los contratos de plantación permite desplazar gran parte del riesgo hacia los propios campesinos. Sin embargo, al ser dependientes de las empresas plantadoras o de pulpa para obtener las plantas, los materiales y los ingresos monetarios, los pequeños agricultores bien pueden descubrir, demasiado tarde, que el eucalipto resulta económicamente inviable para ellos y ser empujados a la pérdida de su campo por el no pago de la hipoteca.(Usher 1990b, Phuu Jatkaan 3.5.1995, PRED 1996). Las empresas plantadoras o de pulpa podrían entonces simplemente hacerse de su tierra a precios de ganga. En el largo plazo, el tipo de control social y económico inherente en el sistema de contratos de plantación, bien puede generar nuevas formas de oposición popular al cultivo de plantaciones industriales para pulpa. Por ejemplo, más del 90% de los agricultores encuestados, participantes de un sistema de contratos de plantación llevado a cabo recientemente por Phoenix, abarcando 325 hectáreas cerca de su planta en Khon Kaen, ya desean que el proyecto sea suspendido (Anuchit 1995a). El proyecto, al que la empresa dio el nombre de "Proyecto Verde", fue concebido en parte para que Phoenix, plagada de acusaciones de contaminación hídrica, pudiera reducir el volumen del vertido de sus efluentes líquidos (supuestamente enteramente tratados) al río Pong, utilizándolos en vez para irrigar los cultivos cercanos de eucaliptos de los agricultores con contratos de plantación. Los agricultores participantes en el proyecto, que fueron abordados en forma individual y no colectiva, a fin de evitar la posible unidad de la aldea, podían recibir los beneficios del programa (incluyendo un precio garantido de US$32 por tonelada de madera de árboles de cinco años), sólo si aceptaban el efluente de la planta como agua para irrigación. Pese a que, de acuerdo con los términos del contrato (de los que las únicas copias están en poder de la empresa), los campesinos participantes debían ejercer por si mismos el control sobre las descargas de agua, de hecho un equipo de empleados de Phoenix circulan por los campos de los agricultores, asegurándose de que los caños permanezcan abiertos las 24 horas. Como resultado, los efluentes no sólo han contaminado y salinizado los suelos donde estaban creciendo los eucaliptos, sino que, además, se filtraron hacia los arrozales de campesinos no participantes, matando plántulas, plantas totalmente crecidas y árboles. Si bien la empresa ha sido obligada a pagar una compensación de US$100.000 a los pobladores, resulta difícil que se la haga plenamente responsable por el daño permanente que puede haber causado a la tierra de los pequeños agricultores (BP 12.7.1995, 30.7.1995, 9.8.1995; Anuchit 1995a, 1995b; Wannasri 1994). Dados los problemas vinculados tanto con los contratos de plantación como con el establecimiento de plantaciones en tierras del Estado, algunas empresas han encontrado ventajoso plantar árboles para pulpa en tierras de las que ya son propietarias, o comprar pequeñas propiedades que están siendo utilizadas para otros cultivos. Por ejemplo, el grupo Siam Cement, que es la compañía propietaria de Siam Pulp and Paper y de Siam Cellulose, ha adquirido recientemente 1.600 hectáreas en el norte del país y Soon Hua Seng hace muchos años que está comprando en el este parcelas de tierra a productores endeudados de mandioca y caña de azúcar, con el objetivo de complementar sus emprendimientos en materia de plantaciones y contratos de plantación. Por su parte el encargado de materia prima de Phoenix, ha confesado, que preferiría que la compañía comprara la tierra de los pequeños campesinos cercanos a la planta, antes que continuar con el Proyecto Verde de contratos de plantación (Suppachai 1996). Otra estrategia para los inversores tailandeses de pulpa y papel que enfrentan resistencia a nivel local, consiste en trasladarse al extranjero. La empresa Phoenix, por ejemplo, ha estado trabajando con el Banco Asiático de Desarrollo (BAD), Jaakko Pöyry, el gobierno finlandés y la Corporación Europea para el Desarrollo de Inversiones en el Extranjero y sus subcontratistas laosianos y suecos, para desarrollar planes para explotar 10.000 hectáreas de plantaciones en Laos. Alrededor del 70% de un préstamo del BAD para realizar plantaciones en Laos está destinado al sector privado (para cuyo control el estado laosiano se encuentra mal equipado) y sólo el 30% se orienta hacia los pequeños agricultores. Los contribuyentes finlandeses están subsidiando la planificación y la manipulación política consiguientes, a través de una donación de US$5,8 millones para asistencia técnica. Esta donación apoya el proyecto del Banco Mundial denominado Manejo y Conservación Forestal en Laos, que significará que se vuelquen decenas de millones de dólares hacia un sector donde los salarios de los funcionarios gubernamentales oscilan en torno a los 30 dólares mensuales (Malee 1994, Geary 1996). Por su lado, Siam Pulp and Paper ha iniciado conversaciones con el gobierno de Laos, sobre un posible proyecto de US$250 millones, incluyendo una planta de pulpa con una capacidad de producción de 150.000 toneladas anuales y 32.000 hectáreas de plantaciones. También Asia Tech tiene ambiciones de invertir en plantaciones en Laos y Birmania. Una plantación de 16.000 hectáreas de Pinus radiata, programada para la región de Bolevens Plateau en Laos desplazará, de acuerdo con las estimaciones de la propia Asia Tech, a casi 5.000 personas, para quienes aún no se han encontrado nuevas tierras. Se destinará poco más de US$1 por persona durante el primer año del proyecto, para encontrar nuevas formas de sustento para los desalojados. En el área del proyecto se emplearán enormes cantidades de pesticidas, herbicidas, fungicidas y fertilizantes químicos, incluyendo glifosato, Pulse, Simazine y Gardoprim. Durante los primeros diez años del proyecto, se pagará al estado un arrendamiento anual de apenas US$3 por hectárea (Bannan 1995). Asia Tech también planea cooperar con el gobierno laosiano y con un afiliado de Jaakko Pöyry con sede en Nueva Zelanda, en otro proyecto, mucho más grande, de una plantación de acacias en las provincias de Khammouane y Kham. También se contempla la instalación de una planta de pulpa, que funcionaría en base a la energía producida por una de las destructivas nuevas represas que están siendo construidas sobre los afluentes del río Mekong (Krungthep Thurakit 15.2.1996, Geary 1996). La empresa maderera Pattanakit Poudoy, perteneciente a los militares laosianos aspira, además, a construir una planta de pulpa y papel en la provincia de Vientiane, que sería abastecida por una plantación de 20.000 hectáreas y por una concesión de bosque de bambú de un millón de hectáreas. Entre los licitantes del proyecto se encuentra la Corporación Europea para el Desarrollo de Inversiones en el Extranjero y se espera que Phoenix brinde su asistencia para el funcionamiento de la planta (Geary 1996). Entretanto y al igual que las empresas indonesias Sinar Mas y Raja Garuda Mas, la firma Soon Hua Seng ha ingresado a China, invirtiendo cientos de millones de dólares en emprendimientos conjuntos para plantar más de 220.000 hectáreas de eucaliptos en Cantón y para establecer plantas de astillado, pulpa y papel. Liderado por el Ministerio de Agricultura y Cooperativas Agrícolas, el gobierno tailandés también firmó un acuerdo de cooperación con China sobre ciencia y tecnología forestal industrial, cuyo objetivo apunta, entre otras cosas, a apoyar la política de ese país de plantar, para el año 2.000, 6,5 millones de hectáreas de árboles de rápido crecimiento tales como eucaliptos y álamos, con inversiones de Japón, Nueva Zelanda, Australia, Indonesia y Tailandia (BP 23.6.1993, Rajesh 1995). Siam Pulp and Paper, además, está sacando partido de los "enormes recursos madereros" de Indonesia, asociándose al grupo Astra International en un emprendimiento conjunto de US$1.000 millones, en una planta de pulpa de 350.000 toneladas anuales en Kalimantan oriental (FT. 4.1.1996). Siam también está invirtiendo en una planta de papel kraft en las Filipinas, asociada al grupo Phinma (Nation 1.3.1996). El Plan Maestro
para el Sector Forestal Tailandés: El Plan Maestro para el Sector Forestal Tailandés (PMSFT), elaborado por Jaakko Pöyry, constituye una interesante ilustración del intento de la industria internacional de la pulpa y el papel y sus aliados por construir redes de apoyo, reescribir políticas y manejar la oposición en un contexto intercultural. Gran parte del ímpetu inicial del PMSFT se originó, al igual que en otros planes maestros nacionales para el sector forestal, en el Programa de Acción Forestal Tropical (PAFT), un gigantesco proyecto originado, a principios de los años 1980, en una conversación en un bar de Washington entre el experto forestal del Banco Mundial, John Spears y un colega, quienes discutían fórmulas para lograr más financiamiento internacional para los consultores forestales profesionales, en el marco del nuevo ambiente de preocupación por los bosques tropicales existente en las principales capitales del mundo. Tal como fue elaborado por el Banco Mundial, la FAO, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el World Resources Institute, el plan alienta a cada país tropical a unirse a agencias donantes tales como CIDA, FINNIDA o el Banco Mundial, para acordar el envío de misiones para estudiar el estado de sus bosques. Luego se formularán planes de manejo (usualmente con una orientación altamente comercial), cuyos componentes pueden atraer financiamiento de agencias internacionales o bilaterales (Colchester & Lohmann 1990). Un segundo conjunto de intereses detrás del PMSFT estuvo constituido por el negocio de consultoría de Jaakko Pöyry (ver capítulo 5). Luego de haber ayudado a convertir a Pöyry en un actor clave en varios países asiáticos como Filipinas, Indonesia y Nepal, el presidente de la División Consultoría de la empresa, Jouko Virta, buscaba, a mediados de los 1980, introducirse dentro del altamente personalizado sistema gubernamental tailandés. La tarea de Virta se vio facilitada por su encuentro fortuito con un suizo llamado Nat Inthakan, quien había estado viviendo por varias décadas en Tailandia y que era de nacionalidad tailandesa y poseía un conocimiento profundo de la industria maderera local. Nat preparó el camino para que Virta se reuniera con Snoh Unakul (empresario y secretario general de la Junta Nacional para el Desarrollo Económico y Social), con el General Harn Leenanonda (entonces Ministro de Agricultura y Cooperativas Agrícolas, con jurisdicción sobre el Real Departamento Forestal) y con Phairote Suwannakorn (entonces Subdirector del Real Departamento Forestal). Virta redactó luego los términos de referencia para un Plan Maestro para el desarrollo forestal de Tailandia que Nat (ahora actuando como representante de Pöyry en Bangkok), utilizó para informar al entonces Primer Ministro Prem Tinsulanonda. En 1988, durante una visita a Finlandia, Prem firmó un acuerdo, por el cual FINNIDA financiaría un plan maestro tailandés, bajo los lineamientos del Programa de Acción Forestal Tropical. Dado que el Producto Bruto Interno de Tailandia era técnicamente demasiado alto para poder acceder a la ayuda bilateral finlandesa, los fondos de FINNIDA fueron canalizados a través del PNUD. Como era de esperar, el PNUD seleccionó a Pöyry como consultor. Rauno Laitalainen, que había estado al frente del equipo del plan maestro de Pöyry en Nepal, arribó a Bangkok en julio de 1990, con un salario anual libre de impuestos de US$240.000 (Usher 1991). Pese al apoyo del Primer Ministro, desde el inicio Laitalainen debió enfrentar el problema de elaborar un plan que satisficiera a las distintas burocracias, empresas, gente de negocios y especuladores con intereses vinculados a los bosques (sin mencionar a los grupos de campesinos, organizaciones no gubernamentales y ambientalistas). Habiendo tenido experiencia previa con FAO y el PNUD y consciente de la controversia existente en torno al PAFT, la división de planeamiento del Departamento Forestal al principio se negó a trabajar con Pöyry y aún en agosto de 1991, un funcionario de la FAO constató que el 75% de los funcionarios del Departamento Forestal seguían oponiéndose al plan (Inglis 1991). Por su parte, unas 205 ONGs que trabajaban en el área de desarrollo rural, advirtiendo el interés desembozado de Pöyry por la promoción de plantaciones comerciales, plantearon su objeción al plan, sobre la base de que fortalecería el control del Estado y de la industria sobre los bosques, a expensas de las comunidades locales y de sus áreas comunales. Laitalainen aceptó, bajo presión, firmar una declaración, en la que se estipulaba que los términos de referencia del plan serían redactados de nuevo, luego de realizar consultas con ONGs que trabajaban con comunidades de las aldeas. Laitalainen y su equipo comenzaron entonces a dedicar tiempo para aprender a conocer los manejos políticos, a presionar para el logro de un enfoque coordinado sobre forestería industrial, a establecer alianzas con las elites, a distribuir consultorías, a editar publicaciones, a apaciguar a los descontentos y a alistar a los partidarios potenciales de un plan del que muchos de sus detalles se definirían en el futuro. Quizá sintiendo que cuantos más participantes lograra poner del lado del plan, más fácil sería acusar a los otros de "marginación" y "obstruccionismo" y de pasar la responsabilidad a las autoridades, Laitalainen hizo todos los esfuerzos posibles para hacer que el PMSFT pareciera capaz de responder a las necesidades de todos los actores. Al hablar con el Departamento Forestal, señaló que el PMSFT podría ayudar a incrementar el área forestada del país y las industrias forestales. Al hablar con los empresarios, Laitalainen enfatizó la necesidad de que el gobierno subsidiara las inversiones privadas en plantaciones, a través de la provisión de tierra y de otros requisitos necesarios. Intentando integrar a las ONGs al proceso de planificación, alabó los esfuerzos de las organizaciones de base para conservar los bosques; reconoció la necesidad de reformas en materia de tenencia de tierra, "participación" popular y beneficios a nivel de base; y declaró estar en una posición clave para intervenir ante el Estado en beneficio del común de la gente. En las publicaciones del PMSFT comenzaron a aparecer fotografías de campesinos reunidos en asamblea o plantando árboles bajo la tutela de funcionarios del Estado. El PMSFT fue presentado como un "proceso continuo", infinitamente autocorregible y capaz de adaptarse a cualquier objeción por parte de cualquier actor. Las críticas fueron desechadas como "prematuras" y los críticos fueron invitados a participar en etapas subsiguientes. Estos esfuerzos dieron algunos resultados. La capacidad del PMSFT para contratar a consultores atrajo eventualmente a muchos miembros de la facultad forestal tailandesa. Pese a que muchas ONGs se mantuvieron firmes en su exigencia de que los términos de referencia del plan debían ser revisados antes de pensar en aceptar ninguna invitación para participar en el proceso de planificación, dos ONGs aceptaron, en la primavera de 1991, integrar el consejo directivo del plan. Una de ellas recibió posteriormente una inusual donación de US$20.000 de FINNIDA. Sin embargo, la mayoría de las ONGs comenzaron a aumentar sus presiones, señalando que, al brindar información supuestamente "neutral" sobre la demanda económica y los recursos forestales y sus usos, promoviendo técnicas de manejo "correctas" y tecnologías "ambientalmente benignas", tratando de integrar el manejo de la tierra a los sistemas globales de fibra de madera y proponiendo la derogación de la popular prohibición de corta de 1989, Pöyry ya estaba, de hecho, involucrada en subversión política contra la reforma agraria y contra el estilo de vida de muchas comunidades. El declarado apoyo de los planificadores hacia los derechos consuetudinarios sobre la tierra y hacia el control local poco significaban, señalaron las ONGs, puesto que, bajo los lineamientos del plan, los propios sistemas de conocimiento y organizativos de los pobladores locales, quedarían subordinados a los esquemas de los tecnócratas y "a medidas adoptadas para . . . acelerar la emigración de las tierras forestales". La planificación "de abajo hacia arriba" de los consultores de Jaakko Pöyry, añadieron, lo era sólo en el papel, dado que de hecho consistía simplemente en que los funcionarios "esbozarían" sus planes de manejo en presencia de los campesinos. En parte como reacción a tales presiones y en parte debido a la típica frustración empresarial con el existente "marco institucional y social" de Tailandia, el equipo del plan maestro se fue apartando cada vez más de su pretensión de ser un simple apéndice "técnico", que aportaba datos factuales a un organismo unificado encargado de elaborar políticas de largo aliento. En su lugar, se vio obligado a comenzar a publicitarse como un facilitador político para el logro de una "visión nacional" sobre los bosques de Tailandia, un reservorio de experticia sobre democracia y "participación" y un redactor de las políticas. Como era de esperarse, esta postura despertó sarcasmos aún más agudos. Como lo señaló en 1993 un dirigente de una ONG en una carta publicada en el Bangkok Post, "Los 'valores nacionales', percibidos como lo hace el equipo del plan maestro, guardan escasa relación con los valores que la gente local asigna al manejo colectivo de los bosques y otras áreas comunales en los contextos culturales, sociales y económicos a lo largo y ancho del Reino". Al final, Pöyry se vio forzada a romper con las ONGs. Al parecer siguiendo una sugerencia de Heikki Rissanen, asesor forestal de FINNIDA, Laitalainen rompió su promesa de firmar las recomendaciones aprobadas en la reunión de febrero de 1991 (Wallgren 1994). Pese a ser consciente de que la mayoría de las ONGs tailandesas con trabajo rural se oponían al PMSFT, Jouko Virta declaró que sólo dos o tres individuos marginales y "extremistas" ("creo que son anarquistas") tenían una posición crítica respecto de los ejercicios de planificación de Pöyry. Comenzó a decirse que ya "era muy tarde" para influenciar el plan y que cualquier problema que éste tuviera era debido a la negativa de las ONGs a participar en el mismo. Sin embargo, la burocracia tailandesa demostró no estar más dispuesta que las ONGs a aceptar la pretensión de Pöyry de ser capaz de reelaborar la totalidad de la política forestal tailandesa y de reformar sus prácticas de arriba a abajo. El gabinete nunca aprobó el PMSFT final y ninguna burocracia estatal tomó sus banderas. Previsiblemente, el plan terminó (usando la expresión empleada por el antropólogo James Ferguson para describir los proyectos de desarrollo en Lesoto), como "una miga de pan en un hormiguero". (Ferguson 1994). En vez de proveer los lineamientos generales para un sistema de manejo forestal completo y coherente, el plan quedó como un relativamente pequeño componente de una maquinaria mayor, tratado en el mejor de los casos como una "lista de compras", de la que distintos actores podían elegir aspectos aislados que podían ser beneficiosos para sus propios círculos. La capacidad de Pöyry de poder siquiera seguir adelante con el plan maestro y por ende abrir un nicho por lo menos un poco más amplio para los intereses de la pulpa y el papel, fue en parte debida al hecho de que pudo ocultar con éxito al público finlandés la dimensión de la resistencia que sus esquemas estaban generando en Tailandia. En este sentido fue asistido, no sólo por la distancia física entre los dos países, sino también por el hecho de que el público finlandés compartía muchos de los supuestos de los consultores de Pöyry. Para muchos observadores tailandeses, era sólo una cuestión de sentido común que Pöyry, al plantear el plan maestro, estaba buscando beneficios comerciales y que no iba a rendir cuentas a la gente cuyo modo de vida estaba amenazando. En Finlandia, donde siguió siendo fuerte la creencia en la "neutralidad" de los consultores de la empresa y en su "objetividad de expertos", tales afirmaciones, incluso en los pocos casos en que pudieran ser escuchadas, a menudo sonaban como paranoicas. Similarmente, para muchos tailandeses, la idea de que expertos forestales finlandeses pudieran convertirse en un foro neutral donde, por ejemplo, los objetivos de las empresas transacionales, los ministerios tailandeses, los políticos locales y los pobladores de las aldeas del noreste pudieran ser conciliados bajo una autoridad centralizada, aparecía como pura imaginación. Sin embargo, en Finlandia se lo creyó ciegamente. Finalmente, mientras en Tailandia era por todos sabido que millones de pobladores rurales dependían para su subsistencia del tipo de regímenes comunitarios que estaban siendo desbaratados por los proyectos de plantaciones comerciales de eucaliptos, tales regímenes eran vistos como algo simplemente curioso o económicamente marginal por muchos finlandeses. |
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