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Campaña Plantaciones
El
papel del Sur.
Capítulo 2 La evolución de una industria basada en la madera El papel consiste en un tejido o entramado de fibras vegetales con alto contenido de celulosa, que han sido refinadas y tratadas en agua antes de ser depositadas sobre un tamiz y secadas. Producido primero en China unos 2.000 años atrás a partir de restos vegetales, el papel llegó a la India alrededor del año 600, al Turquestán por el 750, a Damasco y Egipto cerca del 800, a España en los 1100 y al norte de Europa por el 1400. Las primeras materias primas utilizadas incluyeron seda, cáñamo, harapos de telas de algodón, redes viejas de pesca, corteza de morera, pasto, bambú, lino, cerezo y ratán. Los antiguos papeles europeos fueron producidos fundamentalmente a partir de harapos de lino o algodón (Grant 1978, Western 1979, Wilson 1991). Con la aparición de la imprenta, la utilización de papel se vio incrementada, pero la producción permaneció limitada por la tecnología disponible. La demanda también se mantuvo limitada por la virtual ausencia de una industria de empaquetado de papel o de un mercado de periódicos de consumo masivo. Sin embargo, en el siglo XIX, los productores fabriles franceses e ingleses, luchando por vencer el poder que los artesanos productores de papel tenían en virtud de su conocimiento especializado, comenzaron a desarrollar, apoyados por la nueva industria de maquinaria de la revolución industrial, máquinas papeleras que centralizaban la técnica de la producción de papel en manos de los capitalistas. Provistas de innumerables entramados de alambre que giraban como cintas transportadoras, las modernas máquinas de papel comenzaron a surgir alrededor del año 1800 (Hills 1988, Hunter 1978, Clapperton 1967, Coleman 1958). Las materias primas predominantes no eran las ideales para alimentar a las grandes y centralizadas plantas que estas máquinas hicieron posibles. Los harapos eran demasiado escasos y caros para mantener a las grandes plantas funcionando a total capacidad. La paja, que comenzó a ser ampliamente utilizada en países agrícolas como Alemania y Francia y el esparto, que comenzó a ser importado por Inglaterra desde España y el norte de Africa desde el 1880 y hasta la Segunda Guerra Mundial, estaban disponibles en mayores cantidades. Sin embargo, estos materiales presentaban algunos inconvenientes. En efecto, los mismos eran estacionales, eran vulnerables a la pérdida de cosechas y además, para ser suministrados en grandes volúmenes, requerían de amplias zonas de captación. En consecuencia, distaban mucho de ser la materia prima óptima para grandes plantas como éstas, que implicaban una gran inversión de capital y que, por lo tanto, debían estar en funcionamiento durante todo el año. Las materias primas agrícolas eran además muy voluminosas y debían ser enfardadas en el campo para poder ser transportadas a plantas distantes. Recién en los años 1860, la producción de pulpa de papel a partir de la madera se convirtió en comercialmente viable, particularmente en Norteamérica y los países nórdicos, por lo que los bosques se convirtieron en "minas" relativamente compactas, contiguas y a gran escala de materia prima, posibilitando por ende el verdadero despegue de la moderna industria papelera occidental. El precio del papel de periódico y de otros tipos de papeles, medido en términos económicos convencionales, cayó en alrededor del 85%. La demanda fue estimulada y la industria periodística y otras industrias dependientes del papel crecieron rápidamente. En el momento actual, la producción de papel representa el uno por ciento de la producción económica total mundial (Ionides 1994, Nation 22.2.1995, Chaudhuri 1995, Grant 1978). El uso de madera ha reforzado aún más la necesidad de apelar a plantas de pulpa grandes y altamente mecanizadas. El equipamiento para convertir la madera en astillas y las moledoras de piedra utilizadas para procesar los troncos producen más de lo que puede consumir una pequeña planta. Además, cuanto más se orienta la tecnología papelera hacia la madera, menos inclinada se muestra la industria a adaptarse a otras materias primas y prefiere, en tiempos de crisis, recurrir a fuentes alternativas de madera. En la actualidad, alrededor del 90% de la producción mundial de pulpa para papel (más de 170 millones de toneladas anuales) se basa en la madera. En este proceso se consumen anualmente unos 640 millones de metros cúbicos, que significan el 13% del total mundial de madera utilizada, lo que equivale aproximadamente a un bosque maduro que cubriera más de dos millones de hectáreas, o sea, un área la mitad del tamaño de Suiza. Cada tirada de un diario de circulación masiva en Gran Bretaña consume, en caso de no contener fibras recicladas, unos 10.000 árboles; la lectura de prensa de un ciudadano promedio en los Estados Unidos o Japón a lo largo de su vida requiere de pulpa proveniente de varios cientos de árboles, la mayor parte de los cuales son destinados a avisos publicitarios. Para poder mantener tales niveles de consumo sin cortar bosques naturales maduros, deberían plantarse, a escala mundial, alrededor de 10 millones de hectáreas de árboles cada año (Ayres 1993, PPI 10.1994, Shell/WWF 1993, Judt 1994, Grant 1978, Gauthier 1991, IIED 1995, Durning & Ayres 1994, Wright 1995). Las primeras especies de árboles utilizadas para la producción de papel fueron los álamos y sauces, en gran medida porque en ese entonces tenían pocos usos comerciales. Sin embargo, coníferas tales como pinos, píceas y abetos pronto se convirtieron en la materia prima preferida, en razón de que sus fibras celulósicas era más largas (de dos a cinco milímetros) y producían pulpas más resistentes y de mejor calidad. En 1987, un 46% de la madera para pulpa provenía de rollizos de coníferas, 27% de residuos industriales de coníferas, 22% de rollizos de latifoliadas y 5% de residuos de latifoliadas (Cardellechio et al. 1989). Luego de la Segunda Guerra Mundial, Japón retomó y mejoró una tecnología comercial para poder utilizar latifoliadas como el abedul, haya, aliso y especies de manglares, cuyas fibras son de un largo de sólo 0.5 a 2 milímetros. Esto posibilitó que la industria papelera japonesa recurriera no sólo a la explotación de latifoliadas domésticas, sino también a los manglares del sudeste asiático, a eucaliptos de Australia, a plantaciones de latifoliadas sudafricanas y estadounidenses, a especies nativas de Chile y a los bosques heterogéneos de latifoliadas de Papua Nueva Guinea. Mejoras en la tecnología para la utilización de eucaliptos para pulpa, generadas en Australia, impulsaron el proceso de conversión de muchos de los bosques nativos de ese país en papel y le dieron un mayor ímpetu a la proliferación de plantaciones de eucalipto en Asia, América Latina y Africa. A medida que la industria se desplaza al sur en su búsqueda de materia prima, crece la proporción de madera de latifoliadas sobre la de coníferas, ubicándose el porcentaje actual de pulpa de latifoliadas en un 40% del total del comercio mundial de pulpa. Los eucaliptos en particular, resultan ser crecientemente atractivos como materia prima para la fabricación de papeles para computadora, fotocopia, fax, impresión de alta calidad, etc. y el comercio de celulosa de eucalipto crece a una tasa considerablemente más elevada que el de otras especies (JATAN 1993, Wright 1993, Marchak 1992, Schreuder 1988, Kroesa 1990). El hecho de que la corriente predominante en la industria papelera se caracterice por basarse en el uso de madera y en plantas a gran escala es, sin embargo, el resultado de un desarrollo histórico y no de una necesidad científica ni económica. Incluso las exorbitantes tasas de consumo en Occidente y en zonas del Asia Oriental, no implican necesariamente una economía papelera basada en la madera. En algunos países predomina la utilización de materiales no madereros tales como la paja, bagazo (de caña de azúcar), bambú, algodón, sisal, algas, abacá, junco, esparto y otros pastos. Alrededor del 60-65% del papel producido en China proviene de paja, bagazo, restos de algodón y otras fibras vegetales, mientras que el esparto constituye la materia prima para la industria nacional de papel de Túnez. Muchos observadores prevén que la proporción de papel producido en la India a partir de residuos agrícolas, que en la actualidad se ubica en torno al 30-45%, aumentará en el futuro (Bayliss 1995). En 1991, el 32% de la pulpa utilizada en el sur provenía de materias primas no madereras (Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995). Pese a que la proporción de papel producido a partir de materiales no madereras es mucho menor en el Norte, no existe razón alguna para que tal situación se mantenga así indefinidamente. Incluso en la actualidad existen evidencias de que el Cannabis (planta leñosa de la que se extrae la marihuana), hubiera sido utilizado mucho más extensamente como materia prima en los Estados Unidos, si las empresas vinculadas al comercio de la madera no hubieron establecido, a principios de este siglo, una astuta alianza política con instituciones interesadas en infundir pánico sobre el uso de drogas en torno al cultivo del Cannabis (Hanson 1995). De acuerdo con algunos observadores, la proporción de la materia prima no maderera sobre la maderera, está creciendo a escala mundial y existen más de 300 plantas de tamaño industrial que emplean fibras no madereras (Paavilainen 1993). Según la investigadora Maureen Smith, no existen obstáculos de tipo técnico para que, incluso con una demanda de papel tan exorbitante como la de los Estados Unidos, la misma no pueda ser enteramente abastecida por una red descentralizada de plantas de pequeño a mediano tamaño, que emplearan materiales no madereros regionalmente adecuados (Smith 1995, Smith de próxima publicación). Año tras año, el Cannabis o el kenaf (Hibiscus cannabinus) producen una mayor cantidad de fibra de buena calidad que los árboles y el uso de residuos agrícolas y otros desechos como materia prima resulta no sólo más eficiente sino también socialmente más productivo y ambientalmente beneficioso que la utilización de madera (Ayres 1993; Western 1979; Wright 1994; Bayliss 1995; Riddlestone, Desai, Rice & Solly 1995; DTE [Delhi] 31.8.1995). Una vez eliminada el agua, el tronco de un árbol está compuesto por alrededor de sólo un 50% de celulosa. El resto consiste en un 30% de lignina (un fuerte adhesivo resinoso que provee el apoyo estructural al árbol) y un 20% de aceites y otras sustancias. Para que la celulosa contenida en el árbol pueda ser transformada para la fabricación de papel, se requiere que la madera sea molida (para hacer pulpa mecánica) o que sea transformada primero en astillas ("chips") y luego sometida a un cocimiento con productos químicos, seguido por un proceso de refinado (para hacer pulpa química). Los procesos mecánicos convierten hasta el 95% de la madera en pulpa, pero presentan el inconveniente de que desgarran las fibras, acortándolas y debilitando la pulpa así obtenida. Las fibras resultantes del proceso de pulpa mecánica pueden por lo tanto ser sólo recicladas de tres a cuatro veces, en tanto que las fibras procesadas químicamente pueden ser utilizadas desde cinco a diez veces. Los procesos mecánicos también dejan la lignina en el papel, lo que hace que el mismo se vuelva amarillento al ser expuesto a la luz. En consecuencia, el papel producido a partir de pulpa mecánica se emplea principalmente para papel de periódico, guías telefónicas y otros productos en los que la resistencia y calidad no resultan esenciales. Los procesos químicos, que representan más del 75% de la producción mundial de pulpa, producen una pulpa más resistente, en virtud de que no dañan las fibras de la madera. Por añadidura, los principales procesos químicos utilizados separan la lignina de la celulosa, haciendo posible la producción de papeles que no amarillean con el paso del tiempo (aunque la industria denomina a estos papeles "wood-free", o sea, "sin madera", esto no significa que no estén hechos a partir de la madera. Una denominación más apropiada sería la de "sin lignina"). Esta separación de la lignina implica que sólo entre el 45 y 65% de la madera se convierte en pulpa. La producción de una tonelada de pulpa química blanqueada requiere unos 120.000 litros de agua, más de 20 árboles de una plantación o 4,8 metros cúbicos de madera y aproximadamente 1,2 megavatios/hora de electricidad. En su conjunto, Èsta es la energía equivalente a la requerida para la producción de una tonelada de acero. Los residuos madereros son actualmente quemados para el cocimiento de los "chips" y para la generación de electricidad y vapor para el proceso de fabricación de pulpa. Por consiguiente, pese a que las modernas plantas de pulpa química requieren más agua, electricidad y calor que las mecánicas, tienden a requerir menos energía de fuentes externas tales como plantas térmicas o hidroeléctricas (Grant 1978; Oinn 1994; Smith de próxima publicación; IIED 1995; Floegel 1994; Kroesa 1990; Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995). En términos de uso de energía y agua por unidad de papel manufacturado, los predominantes procesos químicos y mecánicos de producción de pulpa a partir de la madera son ambos, sin duda, mucho menos eficientes y mucho menos sustentables que los métodos tradicionales. Existen varios procedimientos para fabricar pulpa química: - El proceso al sulfato, también llamado kraft, que implica el cocimiento de las astillas de madera con soda caústica y que provee el 95% de la pulpa comercializada en el mercado. Este proceso produce una pulpa resistente que, pese a su inicial color marrón oscuro, luego de ser blanqueada permanece blanca a raíz de su bajo contenido de lignina. Alrededor del 95% o más de los productos químicos utilizados son recuperados y reutilizados, pero entre uno y tres kilos de dióxido de sulfuro son liberados a la atmósfera por cada tonelada de pulpa producida, con potenciales impactos sobre el suelo, el agua y la salud de seres humanos, animales y plantas. - El proceso al sulfito cuece las astillas de madera en una solución ácida, dando lugar a una pulpa resistente, suave, de color marrón claro. El proceso al sulfito también reutiliza los productos químicos empleados, pero sus emisiones aéreas son mayores (unos cinco kilos de dióxido de sulfuro por tonelada de pulpa) y los daños causados en el transcurso de este siglo por la contaminación del agua asociada a este proceso son inestimables. Al igual que en el proceso al sulfato, las fibras de celulosa que se pierden durante el proceso son descargadas al agua, donde se descomponen, agotando el oxígeno disuelto en el agua. - El proceso quimio-termo-mecánico calienta al vapor y realiza un pretratamiento químico a las astillas antes de proceder a su molienda, con el objetivo de remover parte de la lignina y resina, produciendo una pulpa bastante resistente, suave, ligeramente amarilla, a menudo utilizada para la fabricación de papeles absorbentes (tisú) y algunos tipos de papeles de escritura y coteados. Este proceso puede ser empleado tanto con madera de coníferas como de latifoliadas y usualmente sus efluentes contienen no sólo los componentes químicos de la madera removidos de la pulpa, sino también el sulfuro agregado en el proceso de fabricación de la pulpa, caracterizado por ser altamente tóxico y persistente. La pulpa producida, tanto por procesos mecánicos como químicos, requiere ser blanqueada. Las amarillentas pulpas mecánicas son usualmente blanqueadas con peróxido de hidrógeno, en tanto que las pulpas kraft, de color marrón oscuro, requieren de un blanqueado más intenso, para lo que tradicionalmente se ha utilizado el cloro o el dióxido de cloro, aunque en la actualidad (a resultas de las campañas ambientalistas y de la presión de los consumidores), el blanqueo se realiza crecientemente con oxígeno, ozono o peróxido de hidrógeno. El cloro y el dióxido de cloro, si bien son efectivos para remover la lignina y para fortalecer la pulpa, reaccionan con compuestos orgánicos presentes en la pulpa, dando lugar a cientos de contaminantes organoclorados, incluyendo las dioxinas, que son uno de los más potentes venenos conocidos (ver capítulo 4). La mayor parte de la pulpa es producida en plantas integradas de pulpa y papel y pasa directamente a la producción de papel. Sin embargo, alrededor del 17% de la pulpa producida es secada y comercializada internacionalmente a plantas no integradas, en ocasiones a grandes distancias. Esta relación se ha incrementado sólo ligeramente desde 1980, cuando se ubicaba en torno al 16% (IIED 1995) y la tendencia a nivel de los mayores fabricantes de papel es la de reducir la dependencia de la pulpa adquirida de fuera de la empresa (Higham 1995). En 1993, el Sur produjo menos de un quinto de la producción total de pulpa para papel, cifrada en 169 millones de toneladas y apenas algo más de un quinto de la producción total de papel, de 254 millones de toneladas (ver cuadros 2.1 y 2.2) (FAO 1995). CUADRO
2.1
*Ex Unión Soviética menos los estados bálticos Fuente: PPI 7.1995 Para fabricar papel se combinan distintos tipos de pulpas húmedas, mezcladas con sustancias de relleno (carbonato de calcio, caolín, dióxido de titanio, etc.) y con otros aditivos (colofonia, sulfato de aluminio, tinturas), todo lo cual se extiende uniformemente sobre una malla metálica, es sometido a un secado y luego es removido con un fieltro absorbente. La superficie de los papeles de impresión y escritura es luego alisada mecánicamente o revestido con una capa de arcilla o tiza (coteado). A partir de las por lo menos 34 diferentes categorías de pulpa, se pueden producir más de 420 tipos de diferentes papeles comerciales, en tanto que las plantas individuales a menudo son capaces de producir una variedad de papeles a partir del mismo bosque o plantación (Fernández Carro & Wilson 1992). CUADRO
2.2
Fuente: PPI 7.1995 El papel para periódicos, cuyo peso típico es de 40-49 gramos por metro cuadrado (gmc), es producido principalmente a partir de pulpa mecánica (que contiene lignina), con escaso o ningún relleno agregado. Los papeles finos (de impresión, escritura, computadora y para comunicación empresarial), que tienden a ser más gruesos y pesados, son casi siempre fabricados con pulpa química libre de lignina y sometidos a un intenso blanqueo, aunque a veces también se emplea pulpa quimio-termo-mecánica. El papel de impresión y de escritura tiene un peso que fluctúa entre 50 y 350 gmc. El papel coteado utilizado en impresión comercial y en revistas con colores brillantes (en gran medida para publicidad en color), al igual que los libros ilustrados, tiene sobre su superficie una capa de partículas de pigmentos, más fina que las fibras que componen el propio papel. Es posible utilizar tanto pulpa química como mecánica, aunque normalmente predominan las primeras. Los papeles de oficina y de fotocopia no están coteados y pesan entre 70 y 120 gmc. Los productos sanitarios tales como el papel de baño, pañuelos, pañales y toallas sanitarias requieren la remoción de los ácidos resinosos y otros componentes químicos naturales presentes en la madera, que impiden la absorción de agua por parte de las fibras de madera. El material preferido para la mayor parte de la producción de papeles para toallas y pañuelos ha sido la pulpa al sulfito proveniente de coníferas, debido a su suavidad. Para toallas más resistentes se puede utilizar la pulpa kraft. Para papel de baño y otros papeles absorbentes es posible emplear fibras recicladas. La pulpa "fluff" (pelusa), utilizada conjuntamente con otros materiales agregados para aumentar la absorbencia en el caso de los pañales desechables, se obtiene a partir de pulpa al sulfato o quimio-termo-mecánica. Los papeles de envoltura o bolsas marrones, están hechos de pulpa kraft de coníferas, con o sin blanqueo. La cartulina con un peso de 160 gmc o más y el cartón, con un peso de 220 gmc o más, son generalmente utilizados para embalaje. El papel "liner" se fabrica de pulpa kraft de coníferas sin blanquear. El papel corrugado que conforma el "relleno" entre dos hojas de "liner" para la fabricación de cajas es producido de pulpa quimio-termo-mecánica sin blanquear, usualmente de latifoliadas y también de papel reciclado. Al cartón se le puede incorporar pulpa kraft blanqueada o sin blanquear para lograr una mayor resistencia y muchos envases son revestidos con ceras o plásticos. Algunos embalajes corrugados son producidos por un proceso al sulfito que no requiere blanqueo. Las películas de celulosa y el rayón son producidos por un proceso kraft o al sulfito modificados, que utiliza un intenso blanqueo con cloro para la remoción de toda la lignina y otros componentes de la madera. Luego la pulpa es nuevamente tratada químicamente, regenerada en ácido sulfúrico y luego forzada a través de hoyos para producir rayón o a través de ranuras para producir celofán. Los papeles autocopiadores contienen tinta en pequeñas gotas de cera o solvente, mientras que el papel para fax contiene una capa de pigmentos sensibles al calor (Kroesa 1990, Paper Publications 1994, Oinn 1994, Biermann 1993). Por más de un siglo, el papel usado se ha venido empleando para fabricar papel nuevo, toda vez que ésto ha sido económicamente viable. En gran medida como resultado de las presiones ambientalistas, el papel reciclado es hoy aún más importante que antes como materia prima, siendo crecientemente utilizado en papel de prensa, de escritura, de baño y papeles tipo tisú. El impulso hacia el creciente uso de papel reciclado proviene tanto de desarrollos técnicos, que constantemente mejoran la calidad de los productos reciclados, como de los movimientos de consumidores, que señalan que para la mayor parte de los usos, el papel no necesita ser de un nivel tal que requiera un elevado porcentaje de fibra nueva. Además, con la globalización del sector de la pulpa y el papel, el papel usado se ha convertido en un importante rubro comercial. Alrededor del 16% del consumo de papel usado ingresó al comercio internacional en 1992, con enormes cantidades exportadas entre países europeos y desde Estados Unidos, rico en recursos forestales y con un consumo desmedido de papel, hacia economías asiáticas pobres en materia de recursos madereros. Cuando los precios de la pulpa son elevados y existe una gran demanda de papel reciclado, como sucedió a principios de los 90, el papel usado se vuelve aún más atractivo como materia prima. El papel reciclado se puede fabricar tanto de papel de desecho pre-consumo, como de papeles usados post-consumo. El primero consiste en subproductos industriales no impresos, tales como recortes de imprentas o descartes de plantas papeleras. El post-consumo incluye materiales impresos y cartón corrugado proveniente de oficinas, periódicos, comercio y hogares. Pese a que la cantidad de papel reciclado varía ampliamente de país a país, el papel usado significó alrededor del 18-20% del total de materia prima fibrosa para la producción mundial total de papel en 1970. A raíz de las presiones ambientalistas, esta cifra se elevó al 30-32% en 1988 y probablemente se sitúe en torno al 35-37% en 1995. Los principales países consumidores, tales como Taiwán, Japón, Alemania y Holanda, son grandes utilizadores de papel usado, pero los países del Sur, donde el papel usado resulta más fácil de obtener que la madera, utilizan una mayor proporción del mismo en su abastecimiento de materia prima. Alrededor de la mitad de la materia prima del papel fabricado en Asia consiste en papel usado y casi un 45% en el caso de América Latina, en tanto que el porcentaje en Norteamérica es de sólo un 28% y en Europa de un 37%. En su conjunto, el Sur utiliza una materia prima que contiene aproximadamente 10-15% más de papel usado que el Norte (IIED 1995). Muchos países del Norte son, por otro lado, recolectores más asiduos de papel usado. Sin embargo, a menudo terminan lanzando esos papeles al mercado internacional en lugar de utilizarlo ellos mismos (ver Cuadro 2.3). CUADRO
2.3.
*Relación entre papel de
desecho utilizado en la producción y la cantidad
de papel producido Fuentes: P&P 10.1993 (citado en Ryan 1994), IIED 1995, FAO 1994 Fuentes vinculadas a la industria, estiman que el uso global de papel usado puede llegar al 42-45% en el año 2000, mientras que la FAO entiende que es más probable que la tasa de papel usado se estabilice (Niku 1993, IIED 1995). En el momento actual, el uso de fibras recuperadas en la fabricación de papel, está creciendo dos veces más rápido que la propia producción de papel. Esto influye, por supuesto, sobre la demanda de pulpa de madera. Un incremento de apenas un 1% en el uso de papel usado como materia prima papelera sólo en, por ejemplo Finlandia, implicaría un ahorro de 375.000 metros cúbicos de madera al año (FAO 1994). Roger Olsson, de Taiga Rescue Network, estima que un mundo con una tasa de reciclaje de un 50% para el año 2000, ahorraría anualmente 200-300 millones de metros cúbicos de madera rolliza, con los niveles de proyección de consumo estimados. Esto haría innecesaria la construcción de dos plantas gigantes de fabricación de pulpa por año entre 1990 y el 2000 (Olsson 1995). Si los Estados Unidos hubieran logrado una tasa de reciclaje similar a la de Holanda (superior al 50%), se habrían cortado 500.000 hectáreas menos de bosques por año para su conversión en pulpa de papel (Graham 1994). También colabora en la reducción de la demanda de madera para pulpa, aunque a un nivel menor, el creciente uso de rellenos y revestimientos en la producción de papel. Se estima que la proporción de pulpa en la fabricación de papel descendió de 65 a 64% sólo entre 1993 y 1994 (Ayres 1993, Clark 1994, Shell/WWF 1993, McClelland 1994, Niku 1993, Brennan & Pappens 1995). Los periódicos pueden ser fácilmente destintados, lo que vuelve atractiva su reutilización. También el cartón puede ser fácilmente reciclado y los restos de papel pre-consumo, papel de oficina y fotocopias pueden ser convertidos en papeles para ser utilizados en los mismos usos, si se les mantiene separados. Mezclas de todo tipo de papeles pueden ser recicladas y convertidas en productos de baja calidad, tal como los envases para huevos. El destintado de fotocopias y de impresiones laser requiere sin embargo nuevas tecnologías. Además, los papeles con mucho revestimiento, los sobres con "ventana" y papeles que contienen goma sintética (sobres autoadhesivos) son difíciles de reciclar. Los papeles de fax, los papeles autocopiadores y los envases plastificados de bebidas no pueden ser actualmente reciclados. Resulta difícil, además, fabricar papel muy blanco a partir de fibras recicladas sin utilizar blanqueadores muy potentes. Como en todas las "soluciones técnicas", el reciclado no puede, por si sólo, ser considerado como la solución al uso excesivo de madera, sino que debe ser visto en el contexto político y económico, junto al análisis de la estructura de la demanda, del comercio y de la industria. Incluso en el caso de que el porcentaje de reciclado se incrementara, por ejemplo al 50%, igualmente se requerirá, en caso de que se cumplieran las proyecciones de consumo estimadas por la FAO, un crecimiento del 12-13% en la producción de madera rolliza para el año 2010. En los Estados Unidos, el creciente uso de pulpa reciclada en la producción de papel ni siquiera ha enlentecido la tasa de crecimiento de la producción de pulpa de madera de fibra virgen, sino que simplemente se ha traducido en un incremento de la exportación de pulpa (Harland 1994, Olsson 1995, Smith, de próxima publicación). Además, a menos que se combine el reciclado con una reestructuración institucional, un mayor uso de papel usado, en lugar de reducir la dependencia de las plantaciones industriales de árboles, puede simplemente estimular a la industria de la madera a intentar crear una demanda para productos alternativos de la madera de las plantaciones. Por ejemplo, la Comisión Forestal Europea de la FAO y el Comité Forestal de la ONU-CEE llegaron en 1993 a la conclusión de que, debido a la baja en la demanda de madera de pequeñas dimensiones resultante del incremento del reciclado "deberían desarrollarse nuevas posibilidades de colocación de este tipo de maderas" en áreas tales como la energía u otras (FAO 1994). En tanto, la empresa brasileña Aracruz aspira a crear nuevos mercados para la madera de sus plantaciones de eucaliptos en la construcción, mueblería, tableros de fibra y madera compensada, con el objetivo de reducir su vulnerabilidad comercial frente a los vaivenes del precio de la pulpa (FT 21.6.1995). Además, aunque la fabricación de papel a partir de fibras recicladas tiende a implicar un menor uso de agua y energía que produciéndola a partir de madera y a resultar en una menor contaminación, el gasto en agua y energía puede ser aún elevado (Smith, de próxima publicación; Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995). A ello se agrega que tanto la proporción como los tipos de papeles que pueden ser fabricados a partir de material reciclado son limitados. Las fibras se acortan y se debilitan en el proceso de reciclado, volviéndolas menos útiles para papeles que requieran resistencia. Incluso las fibras más resistentes y largas se convierten en polvo inútil, si son recicladas más de diez veces y la mayor parte de las fibras de madera tienen una vida útil mucho más corta. Por consiguiente, la pulpa producida a partir de papel reciclado debe ser mezclada con pulpa de fibra más larga proveniente de madera, paja, kenaf u otros materiales, a fin de darle la resistencia necesaria. Aunque resulta teóricamente posible disminuir globalmente la proporción entre fibra nueva y reciclada a algo más del 20% (Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995), aún no se vislumbra una economía papelera totalmente cíclica. Además, la pulpa mecánica de fibras recicladas no puede ser empleada para fabricar algunas calidades de papel, que requieren de fibras convertidas en pulpa a través de procesos químicos. El reciclado implica, además, la remoción de tintas, rellenos, materiales de revestimiento y grapas. La tinta removida, que suele contener bario, cobre y metales pesados, tiende a ser descartada junto a fibras irrecuperables de papel, que pueden contener dioxinas y furanos tóxicos. El descarte es, o bien incinerado (por lo que se contamina el aire), o bien enterrado o esparcido sobre el suelo de explotaciones agrícolas y jardines (Durning & Ayres 1994). El efecto peligroso de tales compuestos descartados subraya la importancia de presionar por el uso de tintas no tóxicas como parte de las campañas para controlar el consumo excesivo, para reconsiderar políticas de disposición de residuos y de uso de una mayor proporción de fibra reciclada en la fabricación de papel. Gran escala, gran capital y centralización A medida que una industria de la pulpa y el papel basada en el uso de desechos locales crecía y se convertía, durante el siglo XIX, en una industria altamente mecanizada y centralizada que requería la destrucción de grandes extensiones de bosque, también crecía la alfabetización y con ella la demanda de papel de bajo precio. Muchas de las nuevas plantas de papel construidas a principios del siglo XX tuvieron por objetivo la producción de papel de prensa. Estas eran de un tamaño estándar y relativamente baratas y rentables. En los años 1930, sin embargo, la competencia entre las corporaciones de prensa del Atlántico Norte, unida a los avances tecnológicos producidos a partir de la Primera Guerra Mundial, incentivaron a la industria de maquinaria a diseñar máquinas cada vez más grandes. Muchas de ellas resultaron ser únicas. Mientras en los 1900, las nuevas máquinas para producir papel de prensa tendían a tener un ancho de 2,25 a 2,5 metros, con velocidades de 100 a 150 metros por minuto, ya en 1937 las máquinas se construian de un ancho de 7,7 metros, corriendo a velocidades de 420 metros por minuto. La industria de papeles kraft para bolsas y embalaje, que creció rápidamente a partir de 1930, pronto se convirtió en una nueva fuente de pedidos para grandes máquinas. Tales máquinas pasaron a ser crecientemente menos rentables. No sólo muchas máquinas eran únicas en su tipo, sino que además su gran ancho y alta velocidad requerían sofisticados y onerosos controles para su funcionamiento eficiente, lo que aumentaba los costos aún más. Al mismo tiempo, había un límite para el aumento en el precio del papel, dado que éste era fijado por una gran cantidad de máquinas preexistentes, más pequeñas, menos sofisticadas y más económicas, que aún estaban en operación. Por añadidura, cuando en 1960 se alcanzaron anchos de nueve metros y velocidades de 700 metros por minuto, la capacidad de producción comenzó a exceder el consumo por un amplio margen y los precios del papel cayeron. Entre 1930 y 1975, el costo por tonelada anual de una máquina de papel se incrementó en alrededor de 40 veces, mientras que el precio del papel de prensa creció menos de 20 veces. A esta altura, las inversiones de los fabricantes de maquinaria en equipamiento de producción de gran escala, les hacía muy difícil producir para nadie más que las mayores empresas papeleras. Como señala el experto en papel A. W. Western (1979), la construcción de nuevas plantas de papel "se convirtió en un lujo que sólo se podían dar los gigantes multinacionales o los gobiernos de los países en desarrollo, aconsejados por consultores en el sentido de que sólo la producción a esta escala resultaba económica! Para los consultores sí que resultó ser económico, puesto que a partir de entonces pasaron a ser esenciales en el diseño y coordinación de las grandes plantas de papel". En la actualidad, una sola planta de nivel mundial puede costar hasta 1.000 millones de dólares. En muchos países, sólo los mayores fabricantes de papel se encuentran en condiciones incluso de renovar sus plantas y aún en este caso, sólo lo hacen para adaptarlas a la elaboración de productos más especializados, con un mayor margen de rentabilidad. El sueño de casi 200 años, de lograr concentrar la producción de papel bajo el poder de los propietarios de las plantas, se había cumplido con creces. El acceso al conocimiento de la corriente dominante de la producción de papel estaba ahora restringido, no sólo al capital, sino al gran capital. Para cualquier sociedad del Sur con escaso capital, interesada en atender eficientemente sus necesidades de papel con materia prima nativa y de tal forma que no requiriera un control centralizado de grandes áreas de tierra, las perspectivas eran particularmente poco prometedoras. Tampoco eran muy prometedoras, sin embargo, incluso para el Norte industrializado. En parte debido a que las enormes plantas actuales no pueden generar beneficios sin una reestructuración a gran escala de su entorno social y físico, la industria es altamente dependiente, en casi todos lados, del resultado de campañas políticas para obtener beneficios del estado y del público. Por ejemplo, la gigantesca empresa canadiense MacMillan Bloedel aleccionó en 1969 al Primer Ministro de la provincia de Alberta Harry Strom, en momentos en que la compañía intentaba lograr de la provincia préstamos a bajo interés, exoneraciones impositivas, créditos para la reinversión de impuestos y subsidios para infraestructura, que "las plantas de celulosa que se construyen actualmente no son rentables a menos que prevalezcan algunas condiciones o concesiones para abatir los costos" (citado en Pratt & Urquhart 1994). Tales subsidios, al posibilitar la rentabilidad de las empresas papeleras, pueden a su vez motivarlas hacia la inversión en máquinas cada vez más grandes y a buscar la obtención de aún mayores subsidios, con resultados desastrosos para las áreas de donde obtienen su materia prima. Como lo señalan el historiador Ramachandra Guha y el ecologista Madhav Gadgil, a partir de los años 1950 las industrias forestales de la India "fueron subsidiadas tan intensamente y podían aumentar el precio de sus productos tan libremente en un mercado dominado por los vendedores, que su rentabilidad permaneció elevada, incluso cuando las existencias forestales cayeron a niveles muy bajos. Incluso en los 1980, el precio pagado por el bambú subió de sólo 200 a 500 rupias por tonelada, cuando el precio de mercado fue superior a las 5.000 rupias por tonelada. El resultado de esta rentabilidad subsidiada por el estado, ha sido un crecimiento explosivo de la capacidad industrial instalada y un uso no sustentable de las existencias forestales (Gadgil and Guha 1992)". Las redes a través de las cuales esta industria altamente mecanizada y centralizada captura los subsidios que necesita para sobrevivir, son analizadas en el capítulo 5 y en los estudios de caso de la segunda parte. Si bien la propiedad del sector dominante de la actual industria de la pulpa y el papel, no está tan concentrada como en el caso de algunas otras industrias básicas (las principales diez empresas papeleras controlan sólo alrededor de la quinta parte del mercado internacional del papel y ningún productor de pulpa de mercado domina más del 6% del mercado), está físicamente dominada por relativamente pocas y grandes plantas. Los Estados Unidos, el mayor productor mundial, tiene sólo 203 plantas de pulpa, lo que implica un promedio de producción por planta de m·s de 300.000 toneladas anuales. En Japón, 49 plantas de pulpa están en condiciones de producir un promedio de casi 310.000 toneladas anuales cada una. Finlandia, en tanto, mantiene su posición como uno de los principales exportadores de pulpa y papel con apenas 43 plantas de pulpa con una capacidad media de 250.000 toneladas anuales. La relativamente joven industria exportadora de pulpa del Sur también gira en torno a un pequeño número de enormes plantas. En Chile, seis plantas de pulpa ostentan una capacidad de producción anual de 350.000 toneladas cada una; en Brasil, 35 son capaces de producir un promedio de 175.000 toneladas cada una y las 13 plantas de Indonesia poseen una capacidad media anual de 215.000 toneladas cada una. En contraste, la enorme producción china de pulpa está repartida en unas 8.000 pequeñas plantas, cuya producción anual está bien por debajo de las 2.000 toneladas. Algunas plantas pueden funcionar, como si fuesen panaderías de pueblo, sólo dos días a la semana. Tales plantas tienden a depender, no por coincidencia, de fuentes locales y no madereras de materia prima. También en la India, la capacidad media de las plantas de pulpa se ubica en apenas 13.500 toneladas anuales (PPI 7.1995, Wright 1994). No llama la atención que la predominante industria a gran escala genere muy poco empleo por unidad de producción económica. En los Estados Unidos, por ejemplo, la industria de la pulpa y el papel es la más intensiva en capital de todas las industrias manufactureras y el doble del promedio en la industria, con más de US$120.000 invertidos en la planta y el equipamiento por trabajador ocupado. Las modernas plantas que se construyen en Brasil, Indonesia y en otros lados, que recurren al mismo tipo de equipamiento, se encuentran en una situación similar. Aproximadamente US$750.000 se invierten, por ejemplo, por cada empleo generado en una nueva planta de pulpa en Riau Andalan en Indonesia (ver capítulo 11). De la misma forma, US$700.000 se invierten por cada empleo en dos nuevos complejos de celulosa, papel y energía térmica en Galicia, España, con el apoyo de la multinacional alemana Feldmuhle Aktiengesellschaft y la empresa finlandesa Tampella Oy. El costo de cada uno de los 365 empleos generados en la enorme planta de pulpa kfaft blanqueada de Al-Pac, instalada cerca de Athabasca, Alberta y propiedad de un consorcio nipo-canadiense, llega a la increíble suma de US$1,3 millones. El nivel de empleo, ya bajo en la industria predominante, está destinado a caer aún más. El empleo en la industria papelera norteamericana, por ejemplo, cayó un 1% sólo entre 1993 y 1994, debido fundamentalmente a fusiones de empresas y a la progresiva eliminación de la tecnología más antigua. Entre 1990 y 1992, la industria forestal canadiense eliminó 62.000 empleos, alrededor del 28% de la fuerza de trabajo. El conocimiento y las habilidades personales están desapareciendo en una industria basada en el uso intensivo del capital. El dominio de gigantescas máquinas asegura que la oportunidad para aprender sobre la tecnología de la fabricación de papel se restringe a unos pocos selectos técnicos y tecnócratas (Van Hook 1994, Western 1979, McClelland 1994, CEPA 1992, Olsson 1995, TAPPI Journal 1.95, Smith, de próxima publicación, Schindler 1995). Debido a su característica de basarse en maquinaria de grandes dimensiones, cara y centralizadora, unido a la existencia de una tecnología disponible, fácil acceso a financiamiento y madera y a la escasa necesidad de que los recién llegados tengan que adquirir marcas registradas, la industria se siente tentada, cada vez que crece la demanda, a construir numerosas plantas nuevas para satisfacerla. Las grandes empresas han tenido además la esperanza de que, por el hecho de ser las primeras en construir una gran planta durante el período de auge, se auyentaría a los competidores y les permitiría ganar el suficiente porcentaje del mercado como para convertirse en fijadores de precios. Sin embargo, en lo que aún sigue siendo un campo con muchos competidores, tales esperanzas se han demostrado falsas. Como resultado de las excesivas inversiones, el mercado se ve abarrotado de pulpa y papel un par de años después de haber llegado a su punto más alto (lleva entre 18 meses y dos años para que una nueva planta de pulpa entre en producción), deprimiendo los precios a niveles muy bajos. La industria, con enormes máquinas en su poder, que no pueden ser utilizadas a plena capacidad, se encuentra entonces en dificultades para pagar sus deudas y deja de obtener ganancias (Wright 1993, 1994; P&PA 11.1993; PPI 9.1994). Tales ciclos afectan a la industria de la pulpa y el papel aún más severamente que a otras industrias básicas como la química o la metalúrgica. Posiblemente son exacerbados por los bancos, que son los principales financiadores de las industrias forestales y que la proveen de un financiamiento abundante y barato durante el período de alta del ciclo de la pulpa y el papel. Otro factor que se suma para la volatibilidad de esta industria, es su creciente tendencia a invertir a nivel internacional, lo que a menudo resulta en la gran importancia que adquieren las fluctuaciones de las distintas monedas en la determinación de la rentabilidad de las empresas (Fletcher 1988, van Dijk & Dekker 1995, Clark 1994). Las políticas gubernamentales también influyen. Cambios producidos en la década de 1980 en la legislación impositiva de los Estados Unidos, por ejemplo, otorgaron a las corporaciones exoneraciones impositivas por deudas sobre activos netos, dando a las empresas un nuevo incentivo para endeudarse construyendo nuevas plantas (Floegel 1994). En su conjunto, los locos vaivenes del mercado de la pulpa y el papel parecen ser difíciles de controlar dentro del actual sistema. Durante los años de auge de los 1980, por ejemplo, cuando la demanda crecía y tanto la pulpa como el papel se vendían a elevados precios, uno de los principales industriales papeleros, Hugh Fletcher, de la empresa Fletcher Challenge, prevenía a sus colegas que, aunque "la industria no tiene una historia de actuar lógicamente", esta vez realmente debía evitar invertir demasiado en nuevas grandes plantas. Este consejo no fue tomado en cuenta. En 1993 el precio de la pulpa, en dólares constantes, había bajado a la mitad del que había tenido sólo cuatro años antes y 39% de lo que había sido en 1975. En 1994, Ronald Y. Oberlander, presidente y principal ejecutivo de Abitibi-Price, que había perdido más de US$460 millones en el período 1990-94, se lamentaba con sus colegas de la industria en torno a la "incapacidad para manejar los períodos de prosperidad y nuestra incapacidad para utilizar inteligentemente el dinero durante esos períodos". La industria de la pulpa canadiense en su conjunto, había perdido más de US$4.000 millones entre 1991 y 1993. En diciembre de 1993, el nuevo complejo de Avenor para la producción de papel de prensa en Vancouver (Gold River), se vio obligado a suspender la producción, uniéndose así a otras plantas de papel de prensa como la de Abitibi-Price en Thunder Bay, Ontario. En Japón, la oferta excesiva, unida a la recesión económica mundial, llevó a la paralización del mercado, forzando a empresas como Daishowa Paper a una seria crisis administrativa y de endeudamiento (Fletcher 1988, Oberlander 1994, Soulas 1994, McClelland 1994, Avenor 1993). En tanto, la industria chilena perdió hasta US$200 millones de ingresos anuales; los ingresos del sector industrial latinoamericano de la pulpa fueron, a principios de los 1990, los más afectados de todo el mundo. Al mismo tiempo, la producción indonesia de pulpa cayó a un mero 65% de su capacidad y productores tales como Phoenix Pulp and Paper de Tailandia debieron suspender sus exportaciones. Sin embargo, entre mediados de 1993 y fines de 1995, la pulpa kraft blanqueada de coníferas del Norte tuvo un incremento de precio, pasando de US$390 la tonelada a casi US$1.000. Esto permitió que las plantas de pulpa operaran a casi plena capacidad, pero amenazaron la sobrevivencia de algunas empresas papeleras, que tuvieron serias dificultades para pasar un incremento de precios tan grande a los consumidores. Entre las razones señaladas por la industria para explicar esta reversión espectacular, figuran la recuperación económica en los Estados Unidos y Europa; el crecimiento de la demanda en Europa, el Sudeste Asiático y los Estados Unidos; el cierre de algunas plantas integradas de pulpa y la consiguiente corrida en el mercado de la pulpa; una súbita actividad de acaparamiento masivo por parte los compradores que confiadamente habían permitido que se agotaran sus existencias, en respuesta a los anuncios de suba de precios a fines de 1993 por parte de los productores de pulpa; una escasez de madera de latifoliadas en Europa y un incremento de los costos de producción de pulpa allí y en Canadá occidental; un dólar estadounidense y canadiense débiles, que abarataron las exportaciones norteamericanas, estimulando así la demanda; rumores de una huelga en las plantas de pulpa y papel en British Columbia (Canadá); y la gravedad extrema de la anterior depresión, combinada con nuevos requerimientos ambientales, que desalentaron nuevas inversiones que hubieran aumentado la oferta. También fue importante la tradición de falta de cooperación entre los compradores y vendedores de pulpa: los vendedores, que durante la depresión sienten que están siendo empujados a bajar aún más los precios, tienden a desquitarse, exprimiendo a sus clientes lo más posible cuando los precios tienden a mejorar. Lo mismo es aplicable a los comerciantes de papel (Bingham 1995; Independent 19.6.95; Pappens 1995; Edwards 1995; Stefan 1995; Rahikainen et al. 1995). En 1996, sin embargo, el mercado comenzaba nuevamente a decaer, con una caída de la pulpa kraft blanqueada de coníferas del Norte de alrededor del 25% en febrero, bajando a US$725 la tonelada. Atemorizados por la perspectiva de incrementos de precio, los compradores habían aumentado sus existencias, a las que comenzaron a apelar con el empeoramiento de la situación económica, reduciendo por tanto las compras. Al mismo tiempo, como se quejaba un comerciante, productores de pulpa de latifoliadas de Brasil, Indonesia y Rusia "han bajado sus precios, pero no han creado demanda", en tanto que las compras por parte de China habían resultado ser especialmente decepcionantes. Con los incrementos habidos en la capacidad de producción, se prevén caídas mayores en los próximos años (FT 23.11.1995, 5.1.1996, 24.1.1996, 8.2.1996, 2.5.1996, 8,5,1996). Algunos observadores de la industria expresaron la esperanza de que, debido a las limitaciones en materia de gastos impuesta por los desembolsos en el área ambiental, la próxima depresión sería menos severa que la anterior (Bingham 1995; FT 13.7.1995; Economist 14.1.1995). En opinión del ejecutivo David Clark, sin embargo, "los ciclos del papel no muestran señales de disminuir. En realidad, los vaivenes muestran todas las señales de incrementarse a medida que el negocio se vuelve más global y más intensivo en el uso de capital, con una competencia mayor y más agresiva entre los grupos más grandes" (Clark 1996). Tales depresiones a menudo pueden, por supuesto, significar ventajas para las grandes corporaciones con suficientes recursos para afrontarlas. Empresas tales como Indah Kiat, por ejemplo, pueden aprovechar para comprar maquinaria o plantas a precios irrisorios. Pero el medio ambiente no es necesariamente uno de los beneficiados. En 1993, la firma forestal y papelera International Paper tuvo que equilibrar sus pérdidas en su operación papelera ,incrementando la corta de árboles a un ritmo que la propia empresa admitió que era "insustentable". En tanto, el gigante canadiense Avenor, recibió subsidios del estado para poner en funcionamiento una planta parada (Penna 1994; FT 9.2.1995, 17.2.1995; TN 5.1994; Olsson 1995). La crónica tendencia de esta industria hacia la sobreinversión y el periódico exceso de capacidad instalada, es exacerbada por el entusiasmo de muchas burocracias nacionales y de algunos de sus consultores, en promover la madera para pulpa o la pulpa como fuentes de divisas. En particular en países del Sur, se publicita a la industria exportadora de pulpa como dinamizadora de la economía y generadora de empleos rurales e industriales. En algunos países es también promovida como un medio para la centralización del control sobre la tierra, ocupando la que se encontraba en poder de pequeños agricultores, o incluso como un agente de "reforestación". En Tailandia, las metas gubernamentales de superficie plantada con especies para pulpa exceden las proyecciones de demanda más optimistas en un 1.000% y la ambición de algunos altos funcionarios del gobierno de Indonesia, de convertir al país en "el mayor productor de pulpa del mundo", ha contribuido a crear allí un ambiente aún más conflictivo. Un abastecedor occidental de maquinaria declaró, que muchos potenciales inversores indonesios, "no saben lo que piensan hacer con su pulpa", uniéndose así a especialistas, que a principios de los 1990, opinaban que el mercado regional asiático se caracterizaba por no estar desarrollado, ser incierto y estar sobreabastecido (Sargent 1990a; Paper 4.2.1992; Dench 1993; ADB 1993; WALHI & YLBHI 1992). Concentración y liberalización Los endémicos ciclos de la industria de la pulpa y el papel tienden a desembocar en renovados esfuerzos por incrementar la intensidad de capital y a concentrar la producción en menos manos. Cuando las depresiones de mercado hacen que los productores del Norte pierdan terreno en su participación en el mercado de tipos básicos de papel, a manos de los productores del Sur, se ven crecientemente forzados a buscar y utilizar vantajas competitivas minúsculas que les podrían permitir solucionar el problema de la sobreproducción. Se eliminan impuestos, se buscan máquinas aún más grandes y se hacen intentos de diversificación hacia nuevos productos con mayor valor agregado o se concentran en un número menor de nichos de mercado. A medida que las corporaciones intentan abatir sus costos, consolidar su posición en el mercado, prevenir la sobreinversión, crear demanda y hacer frente a la globalización, son a menudo empujadas hacia nuevas fusiones y cárteles. Cuando se producen vuelcos positivos en el mercado, las empresas ansiosas por aumentar su potencial, pasan a disponer de suficiente dinero extra como para comprar a competidores más vulnerables. Por otro lado, por razones económicas, muchas empresas tienden a ligarse más estrechamente con el sector productor de madera, dado que las grandes plantas de pulpa de madera tienden a generar rápidamente una escasez de madera, a menos que se combinen con operaciones de aserradero o con plantaciones (JPA 1994, PPI 7.1994, 7.1995, Rajesh 1995). Crecientemente, las empresas buscan vincularse a productores de productos de papel y a clientes compradores de papel. En consecuencia, las 30 principales empresas papeleras incrementaron drásticamente, durante la última década, su porcentaje en la producción mundial (Higham 1995). Sólo en 1995, la empresa estadounidense Kimberley-Clark pasó a controlar a Scott Paper, la sueca SCA compró a la alemana PWA, la norteamericana International Paper tomó el control sobre la neozelandesa Carter Holt Harvey y comenzó a moverse en torno a la adquisición de Federal Paper Board, la canadiense Canfor lanzó una ofensiva para pasar a controlar a Slocan y Jefferson Smurfit pasó a controlar a Saint-Gobain Paper-Wood. En Finlandia, además, se anunciaron fusiones entre Enso-Gutzeit y Veitsuluoto (para crear ENSO) y entre United Paper Mills y Kymmene (para crear UPM-Kymmene); este último casamiento dará lugar a la mayor empresa de pulpa y papel de Europa. En Japón, entretanto, el porcentaje de participación en el mercado de las cinco principales empresas creció de un 40% en 1960 a un 60% en 1990 y en una fase posterior de lo que Alastair Graham denomina "mutuo canibalismo", Jujo se combinó con Sanyo Kokusaku Pulp para crear Nippon Paper, mientras que Oji se fusionó con Kanzaki, Honshu y Chuetsu para crear New Oji. En 1994, las dos nuevas empresas pasaron a ocupar la segunda y tercera posiciones en las ventas mundiales de pulpa y papel (Whitham 1995; PPI 7.1995). Pira International, un centro de investigación sobre pulpa y papel, predice que la participación de las mayores empresas en el mercado de papel y cartón será muy superior al 80% en el año 2005, cifra que en la actualidad se ubica en torno al 60% (FT 13.7.1995). Las fusiones, además de ayudar a las empresas a concentrar la producción en las plantas más "eficientes", es probable que también mejoren su habilidad para modernizarlas, vender activos no estratégicos, para controlar precios y salarios y en general para minimizar el riesgo a expensas de actores económicos más pequeños. Por su lado, las comunidades locales pueden descubrir que la protección de su tierra, agua y aire contra la invasión de uno de estos nuevos conglomerados, resultará aún más difícil que lo que lo fue contra sus predecesores. La concentración industrial tanto aprovecha como genera presiones para el establecimiento de estructuras internacionales centralizadas de control económico tales como la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y el Acuerdo Internacional sobre Aranceles y Comercio (GATT). Los productores a gran escala esperan que el NAFTA y el GATT les abran rutas comerciales y oportunidades de inversiones extranjeras, mientras que la Unión Europea asiste a las mayores empresas de pulpa y papel de ese continente a acceder a madera, mercados y producción en toda la región, transformándola en una sola unidad económica con mayor poder global. La reducción de aranceles asociada a un mercado global, tiende en tanto a forzar a todos los industriales a competir con sus contrapartes en los países con producción de menor costo, con lo que las consecuencias de la sobreinversión en una región tienen repercusiones a escala mundial. La liberalización económica también está ayudando a que el patrón dominante de producción basada en el uso intensivo de capital y dependiente de madera proveniente de bosques o plantaciones industriales, se extienda hacia los reductos de una industria basada en una agricultura o agroforestería de pequeña escala, tal como en India o China. En la India, por ejemplo, al mismo tiempo que la baja en los impuestos a la importación de papel comienza a amenazar a una industria local del papel muy protegida, flexible, descentralizada e intensiva en el uso de mano de obra, el grupo Sinar Mas de Indonesia anuncia planes para establecer allí una planta de pulpa dos veces más grande que cualquier otra en el país, alimentada con el excedente de su papel kraft de latifoliadas proveniente de sus operaciones en Sumatra. Con esto aspiran a que la producción de la planta ayude a crear una demanda india por un papel "de alta calidad", producido a partir de la madera, que incitará el desarrollo de otras plantas similares, que a su vez, por supuesto, requerirán nuevas fuentes baratas de madera en bosques naturales o plantaciones (Bayliss 1995; cf. DTE [Delhi] 31.8.1995). Riesgos económicos en el Sur y en el Norte La naturaleza altamente cíclica de la industria de la pulpa y el papel genera en todos lados riesgos para los inversores. Pero debido a que los costos de instalación de máquinas de pulpa o papel son tan elevados en el Sur como en el Norte, los países del Sur que son impulsados a establecer tales industrias, ponen en riesgo una proporción mayor de sus recursos que sus contrapartes del Norte. Estos riesgos son exacerbados por un conjunto de incertidumbres adicionales. En razón de la escala de las actuales plantas de nivel mundial, un incremento en la capacidad instalada de producción de pulpa originado en decisiones arbitrarias de productores individuales de Brasil, Rusia, Indonesia o cualquier otro país, tienen un enorme potencial para trastornar el mercado. Además, si bien el consumo per capita de papel en algunos de los nuevos países industrializados de Asia ha crecido en forma explosiva, puede estancarse súbitamente si son golpeados por una recesión económica. Si bien es cierto que algunos países grandes, con consumo per capita bajo, como Indonesia y China, serían capaces de incrementar grandemente la demanda mundial en caso de que sus ingresos crecieran, también es cierto que resulta incierto el momento en que tales cambios se pueden producir. Es también concebible que, en caso de que un suficiente número de productores del Norte fueran eliminados por sus nuevos competidores del Sur, podría desaparecer el paraguas de precios provisto actualmente por ellos (Bazett 1993, PPI 7.1994). El activismo ambientalista añade otro factor impredecible a la ecuación. Los movimientos por la conservación de bosques y tierras afectan la demanda de la madera para pulpa, así como el suministro y precio de la misma, mientras que los movimientos en favor del reciclaje y la aprobación de legislación al respecto, pueden incrementar inesperadamente el suministro global de papel de desecho. La legislación ambiental que regula los procesos manufactureros también tiene un importante efecto sobre los costos de la industria. El alcance de la necesidad de invertir en nuevas máquinas capaces de satisfacer la demanda de los consumidores en materia de papel producido sin cloro, es otro factor difícil de aquilatar y especialmente relevante para las perspectivas de las plantaciones del Sur, dado que los papeles sin cloro requieren de una alta proporción de fibras de latifoliadas (Bazett 1993, ADB 1993). La dependencia creciente hacia la madera proveniente de plantaciones a consecuencia del agotamiento de los bosques naturales, crea incertidumbres adicionales para los productores de pulpa y papel, tanto en el Sur como en el Norte. Incluso las plantaciones de rápido crecimiento requieren horizontes de planificación de 10-15 años, en razón del tiempo que demoran los árboles en crecer y durante ese tiempo muchas cosas pueden cambiar. Los extensos monocultivos de árboles son susceptibles a las plagas, a las enfermedades y al fuego y su productividad bien puede menguar luego de las primeras rotaciones (Good, Lawson & Stevens 1993). Además, resulta notoriamente difícil estimar cual será la competencia que enfrentarán las plantaciones para pulpa por parte de los bosques naturales en la región del Pacífico en el futuro. Dependiendo de qué probabilidades se asignen a la disponibilidad económica de madera para pulpa de bosques remotos de coníferas en Siberia y Yakutsk y de la demanda del mercado Chino, las proyecciones han variado entre un excedente de 20 millones de toneladas a un déficit de 60 millones de toneladas. De acuerdo con el ex-economista forestal de la FAO Alf Leslie, "tales inevitables incertidumbres empequeñecen el alcance de cualquier análisis de crecimiento de mercado basado en factores estables de mercado tales como el crecimiento de la población o de los ingresos". Como se señala en el próximo capítulo, las incertidumbres en materia de abastecimiento de materia prima han tenido una influencia particularmente poderosa sobre la industria japonesa, impulsándola a realizar emprendimientos en toda la cuenca del Pacífico (Graham 1994, PPI 1.1994). Consumo y generación de demanda Desde la Revolución Industrial, los propietarios y administradores de la industria occidental de la pulpa y el papel se han esforzado por reorganizar la sociedad de manera favorable para sí, a través de la mecanización a gran escala. Como se ha planteado en este capítulo, el estilo de mecanización que han seguido está íntimamente ligado a una economía cíclica, la concentración de habilidades y riqueza, el incremento del riesgo, la globalización y la deforestación. Como se desarrollará en próximos capítulos, también está asociado a un patrón de elevada contaminación, degradación de suelos, de despojo generalizado y de una masiva transferencia de subsidios desde el sector público. Pese a las crisis resultantes de este tipo de organización altamente centralizado, la industria de la pulpa y el papel aún muestra pocos signos de mudanza hacia un sistema más descentralizado, de menor escala y de producción especializada. Uno de los más importantes efectos de la estrategia de mecanización a gran escala y de producción masiva seguida por los sectores predominantes de la industria de la pulpa y el papel, se refiere a la forma como el papel es utilizado por el común de la gente. Los industriales, que deben invertir enormes sumas de dinero en complejas tecnologías de producción, poseen grandes incentivos para tratar de predecir y controlar los precios. Como ya hace tiempo lo señalara el economista John Kenneth Galbraith (1972), esto implica intentar manejar la demanda. Tales intentos resultan aún más imperiosos en una industria sujeta a ciclos salvajes de auge y caída, rápidos cambios culturales y tecnológicos y presiones ambientalistas impredecibles sobre la producción y el consumo. En ese sentido, uno de los principales ejecutivos de la industria europea, David Clark (1994), recientemente dijo a sus colegas que "deberemos luchar por nuestro futuro y crear nuestro propio crecimiento . . . la demanda total debe ser estimulada. La alternativa, no hacer nada, podría resultar en una demanda estática o en declinación, con serias implicancias para la industria, su reputación, su tecnología y la calidad de personas que atrae". Por consiguiente, no resulta sorprendente que la industria predominante actual, esté constantemente promoviendo nuevos usos para el papel en los mercados ultraconsumidores del Norte, así como buscando nuevas bocas de salida para sus productos en mercados en crecimiento, como el del sudeste asiático. Esta dinámica inevitablemente enfrenta a esta industria altamente centralizada y mecanizada con los ambientalistas y otros sectores preocupados por el consumo excesivo. El estímulo a la demanda de papel no es por supuesto nada nuevo, ni es algo que la industria debe acometer por si sola. Desde los 1800, nuevos procesos y productos (tales como litografía, cuellos de camisa de papel, pantuflas, vasos, materiales de construcción, bolsas, papel de baño, envases de bebida de cartón, pañales, embalaje de supermercado, embalaje de exportación, papel de fax, fotocopia, etc.) han estado incorporando aún más a fondo el uso del papel en las actividades de las empresas y en el hogar. Pero la escala e intensidad de la creación de demanda ha alcanzado recientemente nuevas alturas. Para tomar un ejemplo, TetraPak, parcialmente financiada por el Banco Mundial, recientemente abrió en Hungría una planta de envases descartables de cartón, que fue la causa del colapso, en unas pocas semanas, del sistema nacional de depósito de botellas (Fairlie 1992). Nuevas tecnologías, tales como las máquinas de fax y las impresoras láser, al igual que el creciente papel de los servicios y la administración en las economías del Norte, así como el floreciente sistema de supermercados, con sus vastas necesidades de empaquetado, también estimulan el consumo de papel. Mientras que en ocasiones la industria declara, hablando frente a audiencias poco informadas, que las fuerzas que impulsan el incremento en la demanda de papel son la creciente alfabetización, el aumento de la población y las necesidades de textos escolares y de educación, lo cierto es que las cifras muestran otra historia. En 1991, más del 40% de la producción de papel fue utilizado para embalaje y envoltura, 13% para papel de periódico y menos del 30% para impresión y escritura (IIED 1995; Bazett 1993). De acuerdo con Worldwatch (1994), en los Estados Unidos el crecimiento en el consumo de papel ha sido determinado por "el crecimiento de la publicidad y por la automatización de los equipos de oficina", incluyendo paradójicamente a las computadoras, que se suponía iban a dar lugar a la "oficina sin papel": "El 60% del espacio de las revistas y periódicos estadounidenses está reservado para avisos, en tanto que unos 52.000 millones de unidades de diversos tipos de materiales de publicidad (incluyendo 14.000 millones de catálogos para compras por correo que a menudo van directo a la basura), que cada año sobrepasan la capacidad del correo de los Estados Unidos". El explosivo incremento en el uso de cartón y papel para embalaje ocurrido en las últimas décadas, se ha debido fundamentalmente al deseo de publicitar los productos contenidos en su interior e incluso el aumento de la demanda de papel de periódico se origina primordialmente en la publicidad (Bazett 1993). A nivel global, el consumo de papel está creciendo más rápidamente en las variedades de papeles revestidos sin lignina y revestidos mecánicos, que son utilizados para revistas brillantes y publicidad en colores. Sin embargo, también continúa creciendo grandemente el consumo per capita de papel de periódico, que sólo en Gran Bretaña pasó de 24,5 a 32 kgs entre 1980 y 1991 (G 25.11.1995). En los países del Sur, en tanto, el incremento en el consumo de papel está estrechamente ligado a la demanda industrial para embalaje (a menudo la industria de exportación), a la publicidad, la computarización de las empresas y al desarrollo del consumismo. En Tailandia, por ejemplo, que es una de las economías de exportación de más rápido crecimiento a escala mundial, el embalaje absorbe más de dos tercios de la producción de papel. A medida que el comercio se vuelve más y más globalizado, es probable que impulse la demanda de embalaje aún más (Kroesa 1990, Soulas 1994, P&PA 11.1994). El hecho de vincular la demanda de papel a una amplia gama de actividades económicas distintas al área editorial educativa, ha posibilitado la expansión indefinida del consumo de papel per capita a nivel mundial. Habiendo crecido desde 0,1 kgs anuales en 1910 a 15 kgs en 1950 y casi 48 kgs en 1994, no muestra signos de estabilización (Worldwatch 1994, PPI 7.1995). La "eficiencia" de la industria ya no puede ser más descrita de forma creíble como "eficiencia para producir el material para libros y periódicos que la sociedad necesita", sino que es crecientemente sólo una habilidad abstracta para producir la mayor cantidad de papel posible al menor precio posible. No causa sorpresa entonces que el consumo de papel per capita guarde muy poca relación con los niveles de alfabetización (ver Cuadro 2.4). De acuerdo con las cifras de la industria, el Sur y Europa del Este, con casi el 84% de la población mundial, en 1993 consumieron menos de la cuarta parte del papel y cartón producidos a nivel mundial, mientras que el Norte y los "Tigres asiáticos", con apenas algo más del 16% de la población mundial, consumieron las tres cuartas partes. Globalmente, el consumo de fibra de madera se reparte más injustamente que otras materias primas. Los ciudadanos de los Estados Unidos, por ejemplo, consumen 386 veces más madera para pulpa per capita que los de la India, mientras que "sólo" 43 veces más de petróleo (G 6.9.1994). Alrededor de la mitad de la producción de papel mundial es consumida por 460 millones de personas en Estados Unidos, Japón y Alemania y entre ellos, los Estados Unidos por si solos consumen más que Japón, China, Alemania y el Reino Unido (los siguientes principales consumidores) conjuntamente (ver Cuadro 2.5) (TRN 1993; IIED 1995; Ozinga 1994; Soltani & Whitney 1995; Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995). CUADRO
2.4
*Consumo estimado per capita Fuente: PPI 7.1995 Significativamente, el incremento del consumo per capita en un solo año en Suecia y los Estados Unidos, entre 1993 y 1994, fue cinco veces mayor al total del consumo per capita actual de la India y el doble del de Indonesia (PPI 7.1995). Si bien el más rápido crecimiento en el consumo reciente ha tenido lugar en Corea del Sur, China, Indonesia, Malasia, Tailandia, Taiwán, Singapur y Chile, el Norte será quien ocupe el lugar principal en las cifras de consumo. El Servicio Forestal de los Estados Unidos sugiere, en lo que desafortunadamente puede resultar ser una estimación conservadora, que el consumo per capita anual en los Estados Unidos puede llegar a los 472 kgs hacia el año 2040 (Smith de próxima publicación). CUADRO
2.5.
Fuente: PPI 7.1995 En su conjunto, el consumo de papel ha crecido desde menos de 15 millones de toneladas en 1910 a más de 268 millones en 1994, donde sólo en Japón el consumo se ha duplicado en dos décadas. De acuerdo con las cifras de la industria, el crecimiento del consumo entre 1988 y 1996 será igual al consumo total global de hace 30 años (Ionides 1994). Si bien la tasa de consumo de papel puede cambiar y ha cambiado muy rápidamente, la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidos (FAO), se esfuerza en mostrar tal tendencia como el destino global, prediciendo que el consumo de papel se incrementará en un 80% hacia el año 2010 y que más del 60% de este crecimiento tendrá lugar en Europa, Norteamérica y Japón. Roger Olsson, de Taiga Rescue Network, estima que incluso si aumentara la tasa de reciclaje del actual 35% al 50% en el 2010, el consumo mundial de madera para pulpa igual aumentaría entre 33 y 41% por sobre los niveles de 1990 (Olsson 1995, BP 22.2.1995). Resulta interesante constatar que, mientras la demanda per capita de papel continúa creciendo, se produce un rezago en la demanda per capita de madera aserrada, requiriéndose menos madera y puntales para construcción. Entre 1955 y 1985, el volumen de madera aserrada consumida por unidad de Producto Bruto Interno se redujo a la mitad, en tanto que el consumo de papel acompañó de cerca al PBI. En ese sentido, la composición de la demanda de madera industrial ha sufrido un cambio radical durante el siglo XX. En los años 1940 y los 1980, la relación entre madera para pulpa y madera para aserrío se incrementó de alrededor de 1:4 a entre 1:2 y 1:3. Aunque la FAO y el Banco Mundial prevén incrementos anuales de la demanda de papel del orden de 2,7-2,9% hacia el 2000, estiman que la demanda de madera aserrada sólo crecerá 1,0-1,5%. De acuerdo con el analista industrial Michael Bazett, el crecimiento en la producción de madera para aserrío es actualmente casi nulo. Por lo tanto, el crecimiento del consumo de madera se origina cada vez más en el consumo de papel (Mather 1990, Gauthier 1991, Bazett 1993). |
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