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Campaña Plantaciones
El
papel del Sur.
Capítulo 3 En los años 1950, casi toda la producción de fibra, pulpa y papel estaba destinada a los mercados domésticos y unos pocos grandes productores y consumidores de papel importaban materia prima de otros continentes. Aunque existía un importante comercio de papel de prensa y de algunos otros tipos de papeles a través de las fronteras de países del Sur, el grueso del comercio internacional de madera y pulpa se realizaba entre Canadá y los Estados Unidos y entre países europeos, donde Finlandia, la URSS y Canadá eran los principales exportadores de materia prima para pulpa. En la actualidad, la industria tomada en su conjunto aún produce principalmente para el mercado interno y el Norte continúa dominando en la producción de madera para pulpa (ver cuadro 3.1). Sólo el 9% de la producción de fibra, el 17% de la de pulpa, el 23% de la de papel y el 16% de la producción de papeles de desecho cruzan las fronteras nacionales. El mercado total de exportación de madera para pulpa en el año 1993 fue valuado en algo más de US$11.000 millones y el de papel en no mucho más de US$43.000 millones. Sin embargo, el comercio internacional mundial de madera para pulpa se cuadruplicó desde 1960 a la fecha, mientras que el de la pulpa se quintuplicó durante los últimos 40 años. El comercio de papel, incluido el de desecho, también se ha incrementado enormemente. Mientras los troncos de Rusia viajan a Finlandia, las astillas y pulpa de los bosques canadienses navegan a través del Pacífico para alimentar plantas de papel japonesas, la pulpa y el papel de Indonesia aparecen en el Oriente Medio y el Este Asiático y vastas cantidades de papel de descarte de los Estados Unidos son exportadas a México y el Lejano Oriente. Como lo señalan constantemente los dirigentes de esta industria, la economía de la pulpa y el papel ha pasado a ser global en unas pocas décadas y en todos lados las empresas dedicadas a la producción de madera, pulpa y papel se encuentran crecientemente en activa competencia con empresas de países distantes (Dudley 1992, Hagler 1993, IIED 1995). En consecuencia, las fibras de madera contenidas en una hoja de papel en Japón o Europa, hoy pueden tener su origen en árboles de cinco o seis continentes. Tomando quizá el ejemplo más extremo, alrededor del 74% de las fibras de madera contenidas en el papel y cartón japoneses provienen de árboles que crecieron en el extranjero. Entre el 45-50% proviene de los Estados Unidos y Canadá, más del 10% de Australia y Nueva Zelandia, alrededor del 7% de Chile, más del 3% de Brasil, entre 1-2% (cada uno) de Finlandia, Sudáfrica Indonesia y cantidades más reducidas de Rusia, China, Tailandia, Fiji, Suecia, Noruega y otros países. En otras palabras, la fibra promedio de una hoja de papel o cartón japoneses, ha viajado más de 6.000 kilómetros desde su punto de origen (estimaciones a partir de JPA 1994, PPI 7.1994, UN 1994). CUADRO
3.1
*Ex-URSS excepto los Estados
Bálticos Fuente: FAO En términos agregados, la mayor parte del comercio de fibra, pulpa y papel aún continúa siendo Norte-Norte. En 1991, casi el 83% del comercio de fibra de madera y el 77% del comercio de pulpa de madera se realizaba entre los países con industrialización de larga data, mientras que las exportaciones del Sur hacia el Norte sólo daban cuenta del 13% del comercio de fibra y el 7% del comercio de pulpa. Los Estados Unidos y Canadá aún producen alrededor de la mitad del total mundial de pulpa y madera para pulpa y sus exportaciones representan más del 25% del comercio mundial de madera para pulpa, el 55% de las exportaciones de pulpa, el 31% de las de papel y más del 44% de las exportaciones de papeles de desecho. Además, la mayor parte de las más grandes empresas papeleras son norteamericanas, que también están involucradas en la producción de madera de aserrío, madera aserrada y paneles de madera contrachapada (IIED 1995, PPI 7.1994). Sin embargo, este dominio numérico del Norte esconde el profundo impacto que ha significado la globalización de la economía de la pulpa y el papel para el Sur. A medida que la fibra, pulpa y papel son transportados a mayores distancias, a menudo por transporte marítimo, el Sur se ha visto mucho más integrado que antes al mercado global y varios de los países del Sur han ascendido al nivel de exportadores e importadores de escala mundial en la última década (ver Cuadros 3.2, 3.3 y 3.4). La aún reducida relación numérica entre la fibra del Sur en comparación con la del Norte, nada dice sobre el crecimiento del volumen total comercializado, ni sobre la medida en que la nueva capacidad de producción de pulpa en países del Sur se orienta a la exportación (ver Cuadro 3.5), ni sobre los grandes cambios que ha traído consigo la globalización del mercado a nivel de sociedades rurales específicas en el Sur. CUADRO
3.2
Fuentes: Estimaciones tomadas de IIED 1995; cifras de importación- exportación de Naciones Unidas; USDA 1994 CUADRO
3.3
Fuentes: Estimaciones a partir de Stefan 1995; IIED 1995; PPI 7.1994, 7.1995; cifras de importación-exportación de las Naciones Unidas; Wright 1993. CUADRO
3.4
Fuentes: PPI 7.1994; cifras de importación-exportación de las Naciones Unidas Por ejemplo Brasil, el preeminente exportador de pulpa y papel del Sur, en 1992 envió alrededor de las tres cuartas partes de sus exportaciones de pulpa (sobre un total exportado de US$750 millones) a Europa y Norteamérica (la mayor parte de las cuales fueron a Bélgica y Estados Unidos), en tanto que otra cuarta parte fue a Japón y el resto al Este asiático. Sólo alrededor del 2% fueron a su propia región latinoamericana. Los casi US$600 millones de exportaciones brasileñas de papel y cartón se repartieron entre un número aún mayor de países, encabezados por Argentina, Italia, el Reino Unido y Nigeria. Alrededor del 35% fue a Europa, 30% a América Latina, 14% a Africa y 12% al Oriente Medio. Simultáneamente, el país importó papel por un valor superior a los US$210 millones, principalmente de Canadá, Finlandia y los Estados Unidos (UN 1993). Por su parte, Chile vendió a Japón el 96% de sus exportaciones de astillas de 1993, que totalizaron US$137 millones, mientras que la mayor parte de sus US$150 millones de exportaciones de madera rolliza, incluyendo madera para pulpa, fueron a Corea del Sur (56%), Turquía (19%) y Japón (18%). El 80% de las exportaciones chilenas de pulpa se repartió entre Asia y Europa y sólo el 15% fueron a América Latina. Los principales compradores incluyeron a Bélgica/Luxemburgo (16%), Japón (12%) y Corea del Sur, Italia, Alemania, China y el Reino Unido, con alrededor del 6% cada uno. Si bien Chile exportó la mayor parte de su papel y cartón a su propia región de América Latina, con la cuarta parte del total de sus US$77 millones exportados a la Argentina, el país también importó US$143 millones de papel y cartón, principalmente de los Estados Unidos, Brasil y los países nórdicos (USDA 1994; UN 1994). (ver cuadro 3.4.) La predominancia del comercio Norte-Norte reflejada en las estadísticas también puede esconder la manera en la que partes del Norte, incluyendo áreas del norte de Alberta (Canadá) y el sudeste de los Estados Unidos, están siendo transformadas, por la globalización de la industria, en nuevos "Sur dentro del Norte". En la península Ibérica, por ejemplo, los subsidios estatales han ayudado a asegurar el reemplazo de bosques de utilidad para las economías locales por plantaciones para pulpa destinadas al mercado internacional. En 1955, la madera para pulpa constituía apenas el 7% de la madera comercial de España, pero a fines de los 1980, había ascendido a más del 50%. Los árboles destinados a la fabricación de pulpa, cubren hoy en España una superficie de cinco millones de hectáreas, en tanto que otras especies de latifoliadas ocupan sólo 1,9 millones. La erosión y el ataque de plagas se han incrementado, mientras que la biodiversidad se ha reducido, se han cercado las tierras comunales y las áreas rurales se han despoblado. El ingreso de España a la Comunidad Europea en 1985 sólo sirvió para fortalecer aún más este proceso. Dado que las reglas de la Comunidad Europea "asignan" la producción de leche al Norte de Europa, muchas áreas antes destinadas en España a la producción lechera se han convertido en plantaciones para pulpa. Los Fondos Estructurales Europeos, destinados a integrar a las regiones de España a la economía europea, han subsidiado la corta mecanizada de la vegetación nativa de matorral y su sustitución por "reforestación", lo cual acelera la erosión y diezma la fauna nativa (Coordinadora Extremeña de Protección Ambiental 1992). CUADRO
3.5
*Estimado a partir de las
cifras de la FAO para madera para pulpa y
partículas para 1991 Nota: La condición de exportador no implica la autosuficiencia en todos los tipos de papeles. Por ejemplo, aunque Chile y el Reino Unido exportan algunos tipos de papeles, son importadores netos de papel, en parte debido a que importan tipos de papeles que no producen. Fuentes: Estimaciones a partir de Stefan 1995; PPI 7.1994, 7.1995; USDA 1994; cifras de comercio de la ONU; Wright 1994; ABECEL s.f. La globalización de la producción ha sido acompañada, por supuesto, por una creciente regionalización y globalización de la inversión y la propiedad. En la actualidad, las empresas suecas operan a través de toda Europa; la gigantesca empresa Fletcher Challenge, con base en Nueva Zelanda, posee empresas en Norteamérica; la australiana Amcor lleva a cabo operaciones en China, Europa, Japón y el sudeste asiático; la japonesa Daishowa opera en los bosques occidentales de Canadá; la empresa semiestatal finlandesa Enso está invirtiendo en Kalimantán, Indonesia; la estadounidense Weyerhauser está ingresando a Siberia oriental; empresas alemanas y finlandesas están en Galicia; compañías británicas están en Brasil y Swazilandia, en tanto que empresas japonesas planean actividades en China. Mientras que Ballarpur (India) opera en el noreste de Tailandia, la tailandesa Siam Pulp and Paper está invirtiendo en plantas en las Filipinas y las empresas indonesias Indah Kiat y Raja Garuda Mas colocan su dinero en plantas en Bombay y Sarawak. El destino de las exportaciones ¿Hacia dónde van todas las exportaciones de fibra maderera, pulpa y papel? La respuesta depende de muchos factores, incluyendo la cercanía o lejanía del país exportador con respecto al importador. Algunos de los más voraces importadores, sobre los que existe fácil acceso a estadísticas, están listados en el cuadro 3.6. CUADRO
3.6
* Incluye maderas no destinadas a pulpa Fuentes: Estimaciones a partir de estadísticas de importación y exportación de las Naciones Unidas; IIED 1995, Rice 1995, Hagler 1995. Una de las ironías de la globalización de la industria de la pulpa y el papel, radica en que más de la mitad de las exportaciones mundiales de fibra para la producción de papel, tienen como destino a tres de los países con mayor cubierta forestal del planeta (Japón, Finlandia y Suecia), para los que el mantenimiento de una abundante superficie boscosa constituye una cuestión de orgullo nacional. En 1991, estas tres naciones absorbieron el 40, 9 y 8% respectivamente del comercio mundial, seguidas por Bélgica/Luxemburgo con el 7% (Hagler 1993, IIED 1995). En materia de pulpa, los mayores importadores son los Estados Unidos, Alemania y Japón, respectivamente con el 17, 15 y 11% del total de importaciones, pese a que estos tres países están entre los mayores productores del mundo. Los principales importadores de papel son los Estados Unidos, con el 19% del comercio mundial, Alemania, con el 13% y el Reino Unido, con el 10%. Taiwán y Corea del Sur son por su parte los principales importadores de papel de desecho, con un 10% cada uno del total comercializado, seguidos por Holanda con el 8% y México y Canadá con un 7% cada uno. El mayor flujo Sur-Norte de materia prima, es el de astillas de Chile a Japón y el mayor flujo de pulpa de Sur a Norte es el de Brasil hacia los Estados Unidos. El mayor comercio de pulpa Norte-Sur, en tanto, es el de los Estados Unidos hacia Corea del Sur, China y México y en materia de papel, el mayor flujo Norte-Sur es el de los Estados Unidos hacia China (IIED 1995). En su conjunto, la economía global de fibra, pulpa y papel puede ser dividida, a grandes rasgos, en dos regiones comerciales: la del Atlántico y la del Pacífico. En la región del Atlántico, donde se concentra el comercio mundial del papel, la producción de pulpa y papel está concentrada en Norteamérica y los países nórdicos, con crecientes vínculos con fuentes de madera o pulpa en países como Brasil, Sudáfrica y el Congo. En la región del Pacífico, la mayor parte del comercio se compone de madera rolliza, astillas o pulpa vendida a Japón y en menor medida a China y los "tigres" asiáticos. Mientras en la región del Atlántico hay una creciente escasez de madera de coníferas para pulpa, la región del Pacífico ha experimentado una escasez de madera de latifoliadas durante una década, aunque es posible que esto se revierta con las nuevas plantaciones de eucaliptos (Hagler 1993). La globalización de la producción de madera para pulpa, pulpa y papel se origina en una combinación de numerosos factores. En primer lugar, la cultura e instituciones de la industria, al igual que las del capitalismo industrial en general, tiende a orientarse hacia la acumulación ilimitada, la expansión económica y el crecimiento del consumo. Cuando no resulta posible seguir accediendo a los recursos de un área para alimentar este crecimiento, debido a razones económicas, ecológicas, geofísicas o políticas, pero existen recursos accesibles en otra área, se incrementan las presiones en el sentido de la globalización. Por ejemplo, el crecimiento en el consumo de papel en Japón a partir de 1960, dependió fundamentalmente, primero, de hallar alternativas, en la costa occidental de Norteamérica, a las fuentes locales de fibra (caras o inaccesibles) y en segundo lugar, a medida que las fuentes norteamericanas pasaron a ser económica, política y biológicamente menos accesibles, en encontrar nuevas fuentes alternativas en otras regiones del mundo (ver más adelante). En un mundo caracterizado por relaciones de poder y distribución de recursos desparejos, la globalización ofrece entonces una posibilidad para evitar que las circunstancias locales (ya sean económicas, biológicas o políticas) puedan limitar el consumo local. De la misma manera que el crecimiento económico externaliza los costos hacia el futuro a través del endeudamiento y el descuento, la expansión económica global que acompaña este crecimiento externaliza los costos hacia regiones "periféricas". Factores específicos de la industria (y de los países) han incidido, por supuesto, en la definición del camino concreto que han recorrido la fibra maderera, la pulpa y el papel hacia la globalización. Entre ellos se encuentran los factores culturales y políticos mencionados en el capítulo 2 que, con el paso del tiempo, han acrecentado la dependencia de la industria con respecto a las grandes máquinas, reforzado la necesidad de disponer de enormes recursos forestales y contribuido a ritmos recurrentes de sobreinversión, recesión, concentración y estímulo de la demanda. En parte son estos ritmos, que determinan la búsqueda de más árboles y compradores de papel, los que han empujado a la industria a expandirse hacia afuera de sus centros tradicionales. Otras fuerzas detrás de la globalización incluyen la práctica de larga data de la industria norteamericana, de agotar los bosques naturales e invertir en nuevas tecnologías de producción de pulpa y en investigaciones biotecnológicas en vez de replantar en forma extensiva. A medida que los bosques nativos de coníferas se agotan, aumenta el activismo ambientalista, lo cual disminuye aún más el volumen de cosecha de madera para pulpa. La empresa Union Camp Corporation, por ejemplo, estima que la venta de madera de los bosques estatales de la región del noroeste será un 64% menor en la segunda mitad de los 1990 de lo que lo fue durante la década anterior, en parte debido a las presiones ambientalistas, mientras que la legislación de protección de humedales podría reducir el área disponible en el sureste de los Estados Unidos en un 10%. Esto suma el equivalente a la materia prima requerida por 30 plantas de pulpa de categoría mundial, con una producción de 400.000 toneladas anuales cada una. La presión ambientalista para reducir el corte de bosques primarios ha sido también importante en los países nórdicos, Australia y Chile. La industria finlandesa, por su parte, se vio sacudida a principios de los 1990 por la interrupción delas exportaciones rusas de madera, en particular de latifoliadas, a consecuencia de la disolución de la Unión Soviética (Marchak 1992, Know-How Wire 1993: 5, JP&P 30 (1), Ozinga 1994, McClelland 1994, Hagler 1993). Tales acontecimientos están impulsando a la industria, no sólo a buscar bosques aún no explotados, sino también a planificar en torno a su creciente dependencia de madera proveniente de plantaciones. La Las plantaciones resultan particularmente atractivas, puesto que encierran la promesa de ser capaces de asegurar un abastecimiento de materia prima excepcionalmente uniforme, más rápidamente que los bosques naturales y ocupando menos tierra, evitando así conflictos con otros usos posibles de la tierra. Mientras que en la actualidad las plantaciones industriales sólo abastecen alrededor del 15-30% de la demanda mundial de madera para pulpa (en realidad, el consultor sobre comercio de madera Robert Hagler estima que en 1993 sólo el 11% de la producción global de pulpa estuvo basada en fibra proveniente de plantaciones de árboles exóticos), estos porcentajes están destinados a crecer debido a la deforestación, la decreciente disponibilidad de bosques manejados, las limitaciones de la fibra reciclada y la resistencia de gran parte de la industria hacia el uso de materias primas no forestales. Ya en 1990, el 95% de la producción de madera industrial de Chile, el 93% de la de Nueva Zelandia y el 60% de la brasileña provenía de plantaciones. Mientras tanto, Indonesia planea incrementar la participación de sus plantaciones en la producción de madera industrial del actual 20% al 80% para el año 2030 (Hagler 1994, 1995; Bazett 1993; IIED 1995; R. Wilson 1991, 1995; Stefan 1995; Pandey 1992). Cuanto más se ve forzada la industria a pasar de bosques naturales a plantaciones de madera para pulpa, mayor es el incentivo para llevar la producción de materia prima fibrosa al Sur. Por un lado, pese a que las tasas de crecimiento varían enormemente de un lugar a otro y dependiendo también de los métodos empleados (y resultan siempre mayores en parcelas experimentales que en plantaciones a gran escala), lo cierto es que especies de rápido crecimiento como el eucalipto, crecen en conjunto mucho más rápidamente en el Sur de lo que lo puede hacer cualquier especie comercial en el Norte, lo cual significa que están disponibles antes y que las plantaciones requieren una extensión de tierra menor. Mientras que la tasa media de crecimiento de bosques manejados y plantaciones en los Estados Unidos es de unos 2,6 metros cúbicos por hectárea y por año, las plantaciones de pinos en el Sur han mostrado tasas de 5,7 metros cúbicos en ciertas áreas de Madagascar hasta 30 metros cúbicos en algunas plantaciones en Chile. Por su parte, las plantaciones de eucaliptos en el Sur han logrado una producción que oscila entre 1,5 metros cúbicos por hectárea y por año en Burundi, 6 metros cúbicos en varias partes de la India hasta 60 metros cúbicos bajo condiciones excepcionales en Brasil. La empresa consultora forestal Jaakko Poyry estima que, mientras en Columbia Británica se requieren 1,6 millones de hectáreas de bosques replantados para alimentar una planta de pulpa que produzca 500.000 toneladas anuales y 800.000 hectáreas en los países nórdicos, sólo se necesitan 50.000 hectáreas en Brasil bajo condiciones ideales. Bazett calcula que para alimentar una misma planta de pulpa, se requerirían 1,3 millones de hectáreas de bosques no manejados de coníferas, mientras que en el caso de bosques manejados intensamente se requerirían 650.000 hectáreas y sólo 80.000 hectáreas de plantaciones de rápido crecimiento (Evans 1992, Pandey 1992, Axberg & Stahl 1989, Bazett 1993). La tierra es además más barata en el Sur, en particular en grandes extensiones contiguas. Por ejemplo, en mucho países el Estado arrienda reservas nominalmente "forestadas" a empresas plantadoras, a precios muy por debajo de los de mercado. En Indonesia, las tierras públicas pueden ser arrendadas por empresas plantadoras por unos US$0,30 por hectárea y por año; en Tailandia por alrededor de US$2,50 y en Laos por US$3,30 (WALHI 1990, Bannan 1995). Mientras el arriendo de la tierra es uno de los principales costos de los programas de plantación forestal en los Estados Unidos, una compañía que planea establecer una plantación en Laos gastará apenas el 6% de su inversión anual en el arriendo de la tierra (Moulton & Richards 1990, Bannen 1995). Todo lo anterior determina bajos costos de la madera. De acuerdo con la firma consultora canadiense H.A.Simons, en 1988 el costo de producción de una tonelada de fibra enteramente seca de latifoliada fue apenas superior a los US$28 en Brasil, Chile y Argentina, US$40 en el sudeste de los Estados Unidos, US$49 en el interior de Columbia Británica, US$102 en los países nórdicos y aproximadamente US$154 en Japón. Los costos de producción de coníferas, de acuerdo con la misma consultora, fueron inferiores a los US$28 en Chile pero mayores a los US$42 en el sudeste de los Estados Unidos, superiores a los US$70 en Australia y por encima de los US$140 en Japón. En 1993, pese a que la competencia con el Sur había obligado a bajar en algo los precios de la madera en el Norte, igualmente los costos de la producción de madera de latifoliadas en Brasil e Indonesia y de coníferas en Chile y Brasil eran aún menos de la mitad de los que prevalecían en los países nórdicos o en la costa oeste de los Estados Unidos y también menores a los del este y oeste canadiense, la península Ibérica y el sudeste de los Estados Unidos. Más recientemente, la diferencia se ha ampliado nuevamente, puesto que los costos de la materia prima norteamericana y nórdica se han visto fuertemente incrementados (Graham 1994; Know-How Wire 1.93; Bazett 1993: 77, 92-3; Hagler 1994, 1995). Tales diferencias en costos son críticas, dado que la madera representa entre el 40 y el 70% del costo variable en la fabricación de pulpa, que a su vez constituye el principal costo en la producción de papel. Como señala Robert A. Wilson, "La madera es el conductor estratégico de la industria . . . el diferenciador competitivo clave". Por lo tanto, a menudo resulta rentable producir madera en el Sur, incluso si las plantaciones se encuentran a gran distancia de los grandes mercados papeleros. Excepto en el caso de situaciones políticas o económicas conflictivas, la tendencia hacia la producción de fibra en el Sur probablemente se acelere en los próximos años, a medida que las astillas de madera del noroeste y sudeste de los Estados Unidos y de Canadá occidental devenguen más escasas y caras (aunque también pueden incrementarse las exportaciones siberianas de coníferas). El consultor Robert Hagler estima que entre 1990 y el 2010, mientras que la corta anual permitida de coníferas en la costa noroccidental del Pacífico de los Estados Unidos declinará de 100 a 70 millones de metros cúbicos anuales, la cosecha anual de plantaciones de eucaliptos (situadas fundamentalmente en el Sur) crecerá de 82 a 132 millones de metros cúbicos anuales y la de las plantaciones de coníferas de Australia, Nueva Zelanda y Chile se incrementarán de 36 a 62 millones de metros cúbicos. Bruce Arnold, otro consultor forestal estadounidense, estima que en el año 2000, las plantaciones industriales de árboles podrían abarcar el 50% de la producción mundial de madera (Wilson 1991; Know-How Wire 1.1989; Bingham 1995; PPI 8.1993, 1.1994; Hagler 1993, 1995; Wright 1993; PP 1.1995; Stefan 1995; Pandey 1992). La tierra barata no es el único subsidio que impulsa la expansión de las plantaciones para pulpa en el Sur. Como se lo documentará en capítulos posteriores, otros subsidios que los gobiernos ayudan a implementar incluyen exoneraciones impositivas, créditos a tasas de interés reducidas, mano de obra barata y represión política. El pago por hora de trabajo en Brasil, por ejemplo, es el 20% de lo que se paga en Alemania. La supresión de los sindicatos es provista sin cargo alguno por los gobiernos de muchos países donde se está presenciando un gran auge de las plantaciones. Como se argumentará en el capítulo 5, tales subsidios son complementados, a través del apoyo de agencias internacionales e incluso ONGs, con el desarrollo de la infraestructura y programas de investigación y desarrollo que benefician desproporcionadamente a la industria. El cambio hacia las plantaciones y en particular, a plantaciones en el Sur, coincide con la creciente aceptación de la fibra de plantaciones, en particular de eucaliptos, por parte de los productores industriales (ver capítulo 2). Inversamente, cuanto mayor sea la penetración de la madera de plantaciones en la industria, más estimulados se sentirán los industriales a tratar a la materia prima como un factor cuya composición puede ser manipulada y homogeneizada. Mientras la industria había antes dependido en gran medida de diversos tipos de desechos madereros y por lo tanto, había tenido que depender fundamentalmente de los procesos industriales para asegurar una calidad uniforme del papel, ahora es crecientemente capaz de reducir la variabilidad de la materia prima misma. La producción de las plantaciones puede ser homogeneizada a través de la elección de especies, localización, insumos, espaciamiento, origen de la semilla, hibridación, clonación, macro y micropropagación y análisis del ADN. También se ha comenzado a trabajar en el área de la ingeniería genética. Como señalan Robert A. Wilson y O. Fernández Carro, de la empresa Arjo Wiggins Appleton (1992), "está comenzando el proceso de ligar genes a árboles, pulpa y papel". Wilson (1995), agrega: "Al igual que la revolución agrícola del trigo silvestre de la Mesopotamia al trigo moderno de alto rendimiento y resistente a las enfermedades, la industria forestal ahora se enfrenta a una nueva era, donde se combinará las especies de los bosques naturales con la experiencia agrícola, dando lugar a sistemas modernos de cosecha de fibras. Las especies de árboles . . . están siguiendo el mismo camino y mejoramientos que el trigo, el maíz y las papas". El depender de tal uniformidad, sólo reforzará, por supuesto, la dependencia de las plantaciones (Fernández Carro & Wilson 1992, R. Wilson 1995, P. Wilson 1995, Griffin 1995, L. Wilson 1994). Mudando la producción de pulpa Algunos de los mismos incentivos que alientan a la industria a mudar la producción de madera para pulpa al Sur, también la impulsan a construir allí plantas de pulpa y papel. Tierra barata, en grandes extensiones contiguas, constituye una ventaja, no sólo para plantadores, sino también para productores de pulpa, dado que las plantas de pulpa de última generación tienden a ser enormes y entonces su localización económicamente ideal es en el centro de grandes y compactas áreas productoras de materia prima. Los bajos costos de mano de obra también son, por supuesto, atractivos para las empresas de pulpa, al igual que el afán de muchos gobiernos del Sur de "otorgar estímulos" a la industria. Normativas ambientales menos exigentes constituyen un atractivo adicional. En 1990, la industria de la pulpa y el papel en Norteamérica, tuvo que destinar el 54% de sus gastos totales en nuevas plantas a medidas ambientales y en Europa occidental el 26%, mientras que en otras regiones la cifra fue de sólo el 10%. Las nuevas normas referentes al aire y el al agua puestas en vigencia por la Agencia de Protección Ambiental, tendrán como consecuencia que la producción de pulpa y papel en los Estados Unidos se encarecerá aún más; la empresa International Paper afirma que estas normas le costarán a la empresa más de US$1.000 millones en mejoras de sus instalaciones en un período de tres años (Soulas 1994, McClelland 1994, Van Hook 1994, FT 9.2.1995). No llama la atención entonces que la pulpa producida en el Sur pueda ser tan barata (en comparación con la del Norte) como la madera producida en el Sur. En 1993, por ejemplo, la pulpa blanqueada de latifoliadas costaba sólo US$78 la tonelada en Brasil, mientras que su costo en Canadá oriental era de US$156 y en Suecia ascendía a US$199. Los nuevos acuerdos regionales e internacionales, tales como el GATT, permiten que la industria saque fácilmente partido de tales diferencias de costo trasladando su producción al Sur (Judt 1994, Hagler 1995). La empresa consultora Hawkins Wright predice que, del total de incremento en la capacidad de producción de pulpa kraft de mercado que se espera ocurra entre 1994 y 1997, alrededor del 77% (más de 3,6 millones de toneladas anuales), se localizará en países del Sur como Indonesia, Brasil, Tailandia, Corea del Sur, Chile y Marruecos. En el mismo período, se espera que más del 98% del incremento en la capacidad de producción de pulpa kraft de latifoliadas ocurrirá en el Sur (Bingham 1995). Además, la pulpa tiene mayor valor agregado y, una vez secada, su transporte resulta más eficiente que el de los rollizos o de las astillas, que contienen hasta la mitad de agua. Una tonelada de pulpa seca de latifoliadas es más o menos equivalente a 2,5 toneladas de astillas; mientras el costo de transporte de Chile a Japón de la cantidad de madera de coníferas necesaria para producir una tonelada de pulpa es de US$150, sólo cuesta US$55 transportar la pulpa fabricada a partir de esa madera. En consecuencia, los sectores exportadores de Brasil, Indonesia y otros países del Sur, han integrado las plantaciones con las plantas de pulpa. Robert Hagler opina que a partir del 2000, "el incremento en la capacidad de producción de pulpa en las regiones productoras de madera, unido al aumento en la propiedad conjunta de esta capacidad por parte de productores que antes importaban la madera en bruto", resultará en la estabilización del comercio internacional de fibra de madera y eventualmente a su declinación (Bazett 1993; IIED 1995; Hagler 1993; Whitham 1994). Mientras que el costo del capital para la instalación de plantas de pulpa tiende a ser más alto en el Sur que en el Norte, los países del Sur pueden ofrecer compensaciones, que a menudo son más que adecuadas, incluyendo créditos blandos de los bancos multilaterales de desarrollo. A fin de poder refinanciar el servicio de la deuda de tales préstamos, los productores del Sur a menudo se ven forzados a bajar los precios para que las órdenes de compra (y las correspondientes divisas extranjeras), continúen ingresando al país. Esto empuja los precios del papel a la baja a nivel mundial. Obligadas a competir y a mantener su posición en el mercado, algunas empresas del Norte pueden verse impulsadas a subcontratar a sus contrapartes del Sur en algunos de sus rubros básicos de producción. De tal manera, la etiqueta de una empresa papelera del Norte, puede ser puesta a cajas de papel de fotocopia proveniente del sur de Brasil o Sumatra central, mientras que las plantas de la propia empresa se dedican a la producción de papeles especiales. Esto explica por qué las plantas más nuevas y grandes en países tales como Brasil producen tanto para la exportación, mientras que la tarea de abastecer el mercado doméstico es típicamente dejada a cargo de las instalaciones más antiguas (Graham 1994, Oinn 1994). La necesidad de las empresas del Norte de exportar maquinaria para la producción de pulpa y papel también contribuye a las presiones para la instalación de plantas en el Sur. A principios de 1990, por ejemplo, una severa recesión económica golpeó a Finlandia, un país particularmente vulnerable a los ciclos de la industria de la pulpa y el papel, debido a que la misma contribuye un 30% al PBI. A raíz del endeudamiento, los recortes en los costos y en el empleo en la industria forestal, empresas tales como Tampella, Valmet, Sunds Defibrator y Ahlstrom comenzaron a esforzarse duramente para colocar su producción en el Sur. Asistidas por el Plan de Crédito Concesional de Finlandia y por los fondos para la "asistencia al extranjero", las exportaciones finlandesas de maquinaria a Indonesia crecieron de cero a US$100 millones entre 1990 y 1993, mientras que en el caso de Tailandia se quintuplicaron en el mismo período, alcanzando casi los US$110 millones. Alrededor del 18% de las exportaciones finlandesas de maquinaria tienen actualmente como destino a esos dos países, que en 1990 sólo significaban algo más del 1% (PPI 1.1994; Finland National Board of Customs 1990-3, Rasmusson 1994, Ulvila 1994). Las empresas consultoras en forestación, ingeniería y fabricación de pulpa y papel de los países nórdicos, también procuran fervientemente acceder a contratos en el exterior. En 1994, alrededor del 10% de los profesionales forestales finlandeses se encontraban desempleados y muchos buscaban ansiosamente acceder a empleos en el Sur, con empresas o financiados por la "asistencia al extranjero". De acuerdo con Ulf Rasmusson, del Fondo Mundial para la Naturaleza-Suecia, los consultores nórdicos en Indonesia no sólo juegan un papel preponderante en el desarrollo de emprendimientos forestales industriales, sino que también han estado involucrados "en el establecimiento de la mayor parte de las plantas de pulpa en la isla de Sumatra" y " probablemente en la mayoría de los proyectos de grandes plantas en Kalimantán, ... que serán el eje de gran parte del desarrollo futuro de las plantas de pulpa". A través de su habilidad, lograda a partir de conexiones internas, para canalizar fondos de "asistencia" hacia objetivos de naturaleza esencialmente comercial, los consultores nórdicos de la industria forestal están también invadiendo masivamente a Laos, Camboya y Vietnam, ejerciendo, con dinero y planes, una presión arrolladora sobre las burocracias locales, en su intento de repetir previos "éxitos" de la industria en Brasil y otros países. Dado que algunos analistas predicen un estancamiento en los volúmenes de cosecha en los países nórdicos en el caso de que se planten extensas áreas en el Sur, las presiones por exportar consultores nórdicos bien puede incrementarse aún más en el futuro (Rasmusson 1994, Bazett 1993). Uno de los principales incentivos para la inversión en nuevas plantaciones y plantas industriales en el Sur y en particular en operaciones que integren ambas, lo constituye la prevista tasa de crecimiento en el consumo de pulpa y papel en la región del Pacífico asiático durante la próxima década. Hacia 1998, la demanda asiática de pulpa de mercado probablemente habrá superado a la norteamericana. De acuerdo con la FAO, alrededor del 45% del crecimiento del consumo en la región durante las próximas décadas será atribuible a Japón, que ya da cuenta de la mitad del consumo de papel, aunque también será importante el crecimiento atribuible a los "tigres asiáticos" y a China. Según la empresa Arjo Wiggins Appleton, el consumo anual de papeles de impresión y escritura en Asia del este y el sudeste asiático casi se duplicará entre 1993 y el 2000, pasando de 8,5 millones a 16,5 millones de toneladas. En América Latina también se prevé un crecimiento en el consumo de papel, aunque menos espectacular, donde se espera que la demanda de papeles de impresión y escritura salte de 3 millones a 4,4 millones de toneladas en el 2000. Por comparación, las proyecciones de la demanda de Europa del Este para los mismos tipos de papeles implican un crecimiento de 1,9 a 2,5 millones de toneladas (Wright 1993, Olsson 1995, Soulas 1994, Ionides 1994, Graham 1994, WALHI & YLHBI 1992, Soetikno 1993, Aurell & Jaakko Poyry 1988, Pesonen 1995). La mudanza de las inversiones en plantaciones, pulpa y papel se produce no sólo del Norte hacia el Sur y Norte-Norte, sino también Sur-Sur e incluso, en algunos casos, del Sur al Norte. Economías con excedentes de capital, como por ejemplo Corea del Sur y Taiwán, están incrementando sus inversiones en la producción de astillas (y pulpa) en el exterior, no sólo en el sudeste asiático sino también, por ejemplo, en el sudeste de los Estados Unidos, en parte para asegurar un abastecimiento seguro para los productores de papel a nivel interno. Al mismo tiempo, una empresa china planea construir una planta de pulpa que utilizaría a los bosques nativos del sur de Tasmania como materia prima, mientras que empresas malasias y chinas se han unido a sus contrapartes japonesas y estadounidenses, invirtiendo en áreas forestales estatales recientemente privatizados de Nueva Zelanda (Graham 1994; Dudley, Stolton & Jeanrenaud 1995). En tanto, la principal empresa sudafricana de pulpa y papel (Sappi), controla compañías en el Reino Unido, Alemania y los Estados Unidos y a su vez Mondi, la número 2, tiene intereses en el Reino Unido y Portugal (PPI 3.1995). Dinámica de la globalización: el caso de Japón Una de las más notables demostraciones de la regionalización y la globalización de la industria de la pulpa y el papel, es la expansión de una red de fibra de madera con centro en Japón. La explotación de fuentes extranjeras de fibra barata por parte de las empresas japonesas de la pulpa y el papel, ha servido tanto para desvincular el consumo nacional del abastecimiento interno, como para limitar los efectos de la oposición ambientalista en puntos aislados de la red. Poco tiempo después del surgimiento, a fines del siglo XIX, del periodismo moderno y de una moderna industria del papel basada en la madera, las empresas papeleras japonesas, al haber agotado los limitados bosques nativos de coníferas, ya estaban buscando recursos forestales en Rusia, China y otras partes. Luego de la guerra Ruso-Japonesa, fue anexada Sakhalin y se estableció allí una gran base de producción de pulpa para aprovecharse de las coníferas de dicha península. Después de su victoria en la guerra Sino-Japonesa, también fueron explotados los bosques de Manchuria, al igual que la madera de Corea y Taiwán. Al tiempo de la segunda Guerra Mundial, los bosques del sudeste asiático ya estaban siendo estudiados en lo referente a su potencial para pulpa por la empresa Oji y durante los años 1950, ya se había llevado a cabo cierta explotación de los manglares del sudeste asiático. Durante la Guerra Fría, el gobierno de los Estados Unidos, que veía en Japón a un aliado contra el comunismo, ofreció a un necesitado de madera consorcio japonés los bosques de Alaska, causando un tremendo impacto en el área del Bosque Nacional de Tongass y su sistema hídrico (Nectoux & Kuroda 1989, JATAN 1993, Kuroda 1995). Entre 1960 y 1970, pese a enfrentarse a una escasez de económicamente disponible materia prima a nivel interno, Japón vio incrementarse su consumo aparente de papel de 47 a 121 kgs per capita. A partir de 1959, con la eliminación del sistema de cuotificación de divisas extranjeras para la importación de productos madereros, el país comenzó a importar grandes cantidades de fibra extranjera más cara, particularmente de los residuos de aserradero de los bosques de coníferas del oeste norteamericano. La escasez continuó, sin embargo, a principios de los 1960, pese al incremento de la producción nacional de bosques públicos y privados y se importaron cantidades cada vez mayores de madera de Norteamérica, Australia, Nueva Zelanda y la Unión Soviética así como, en particular a mediados de los 1970, de Malasia. Entre 1965 y 1975, la proporción de las importaciones en el abastecimiento japonés de madera para pulpa (excluyendo la importante categoría de residuos de aserradero resultantes del procesamiento de troncos importados), saltó del 3 al 40%. Entre 1986 y 1993, coincidiendo con otro período de consumo explosivo (la tasa de consumo de papel y el precio del petróleo parecen estar inversamente correlacionados), esta tasa se incrementó aún más, de 40 a casi 60%. En 1991, el país daba cuenta del 40% de las importaciones mundiales y del 90% de las importaciones en el área del Pacífico asiático (Marchak 1991; Ozinga 1994; Hagler 1993, 1995; Japan Paper Association 1994; Penna 1992; Lamb 1992; Olsson 1995; IIED 1995). A lo largo del tiempo, ha cambiado la forma en la que Japón importa su madera para pulpa, pasando de rollizos a astillas, siendo esta última una materia prima más fácilmente estandarizable. En 1964 se construyó el primero de una flota de barcos de lados altos y cascos chatos, destinados especialmente al transporte de astillas a través del océano. Tales barcos suman actualmente unos 110 y el 90% son de propiedad japonesa. Entre 1955 y 1975, la proporción de madera para pulpa en forma de astillas creció en Japón de 0,2 a 74%. En gran medida como resultado de este cambio, la proporción de las astillas en el comercio mundial de madera para pulpa creció desde 10% en 1960 al 54% en 1990. En la actualidad, Japón concentra el 80% del comercio mundial de astillas, lo que resulta cinco veces mayor que el de Europa y Norteamérica tomados conjuntamente. Como se sugirió anteriormente, el próximo estadio en esta evolución consiste en que el comercio de materia prima para papel tome la forma de pulpa seca en lugar de astillas; entre 1991 y 1994, la participación de las importaciones de pulpa en el consumo aparente de Japón creció del 20 al 26% (Schreuder & Anderson 1988, JATAN 1994, Lamb 1992, Whitham 1995). Desde los 1960, la mayor parte de las importaciones japonesas de fibra han consistido en astillas de coníferas del oeste norteamericano. En 1968, sin embargo, el país comenzó a importar madera de pinos de plantaciones de Nueva Zelanda, madera de árboles de caucho y de manglares de Malasia y, un par de años después, madera de eucaliptos de Australia. En 1972 se firmó un contrato de abastecimiento de madera para pulpa con la Unión Soviética y en 1974 comenzaron a llegar astillas de maderas tropicales de una operación de la empresa Honshu en Papua Nueva Guinea. Sudáfrica comenzó a enviar astillas de acacia y eucaliptos en 1976 y un año más tarde los bosques indonesios de manglares comenzaron a ser convertidos en astillas para ser exportadas a Japón. Luego de una recesión que afectó a la industria japonesa a mediados de los 1970, en parte debida a la aprobación de una nueva legislación en materia de control de contaminación, a la revaluación del yen, al aumento en el precio del petróleo y a una demanda industrial deprimida, tres shocks sucesivos llevaron a la industria del país a apresurarse a diversificar aún más su abastecimiento de ultramar. Primeramente, en 1979-80, las tasas de interés se incrementaron en los Estados Unidos. Esto se tradujo en una disminución en la construcción de viviendas y en la producción de madera aserrada, con la consiguiente disminución de excedentes de desechos de aserradero para la exportación. Abastecedores norteamericanos como Weyerhaeuser, de los que la industria japonesa se había vuelto particularmente dependiente, impusieron súbitas y pronunciadas subas de precios. Los precios no se mantuvieron lo suficientemente elevados como para volver económicamente viable el abastecimiento a partir de los recursos nacionales. Ello sumado a la caída de los precios del petróleo, de mediados de los 1980, impulsaró a la industria a volcarse a la importación de madera de coníferas de países como Chile. Con el incremento del reciclado de papeles, las fibras largas de esta madera de coníferas importada pasaron a ser particularmente importantes para complementar las mezclas de fibras reutilizadas, pero también los Eucalyptus deglupta y E. grandis (de fibra corta) comenzaron a ser reconocidos como valiosos para la producción de papeles de impresión de calidad. En setiembre de 1981, Honshu, Oji, Jujo y Kanzaki se unieron en una empresa, cuyo objetivo era el de asegurar nuevas materias primas y unificar la investigación sobre la fibra de madera. Un segundo shock ocurrió en 1987-88, cuando el gobierno de Tasmania aumentó los impuestos sobre la madera y una proyectada planta de pulpa en el estado amenazó con absorber la madera de eucalipto que había estado siendo exportada a Japón. Estos acontecimientos impulsaron a su vez a la industria japonesa, a volcarse cada vez más hacia el sudeste asiático y el sudeste de los Estados Unidos. Un tercer shock ocurrió a principios de los 1990, cuando la corta de bosques se redujo en el oeste norteamericano, disminuyendo entonces drásticamente el suministro de astillas de madera de descarte. Este acontecimiento se debió a que la industria forestal había agotado los bosques primarios, sin haber encarado la suficiente reforestación, a lo que se sumó un creciente ambientalismo con respecto al uso de las tierras públicas. Las exportaciones de astillas del oeste norteamericano declinaron casi un 22% entre 1989 y 1992. Las preocupaciones japonesas en torno al ambientalismo en Australia y Chile sólo han reforzado su determinación de asegurarse fuentes variadas de abastecimiento de materia prima (JP&P 30 (1); PPI 1.1994). A fines de los 1980, en medio de un nuevo gran crecimiento del consumo aparente interno, que pasó de 160 kgs per capita en 1984 a 222 kgs en 1989, Japón estaba importando astillas de madera, a una tasa firmemente creciente, no sólo de Australia, el oeste norteamericano, Canadá, Chile, Nueva Zelanda, Sudáfrica, la Unión Soviética, Indonesia y Malasia, sino también de Fiji, Papua Nueva Guinea, China, Tailandia, Taiwán y el sudeste de los Estados Unidos. Además, estaba elaborando planes para asegurarse aún más fuentes de abastecimiento en el interior del norte de Canadá, Vietnam, Argentina, Venezuela, Papua occidental y otras partes de Oceanía. Siberia, que siempre ha suministrado algo de madera de coníferas a Japón, también se ha convertido en un nuevo objetivo para una mayor explotación, pero aún no cuenta con la infraestructura suficiente, aunque es posible que en parte ésta se desarrolle a partir de la explotación petrolífera. Las importaciones japonesas de astillas saltaron de 7,1 a 11,8 millones de toneladas entre 1987 y 1991 y las importaciones totales de madera para pulpa se duplicaron entre 1985 y 1991. Durante el período de capacidad ociosa y decreciente rentabilidad en la industria del papel a principios de los 1990, el ministerio japonés de Comercio Internacional e Industria, en vez de responsabilizarse directamente para reducir la producción y la capacidad instalada, estimuló aún más a la industria a invertir en desarrollo técnico, plantaciones y plantas industriales en Asia, con el objetivo de sacar partido de los recursos de la región, de sus bajos costos y del esperado alto crecimiento de la demanda (Whitham 1994, 1995). En 1993, el 38% de las astillas fueron importadas de Norteamérica, 30% de Australia y Nueva Zelanda, 15% de América Latina, 8% de otros países asiáticos y más de 1% de Fiji y Papua Nueva Guinea. Es probable que durante la próxima década gran parte de las importaciones desde regiones distantes como Chile o el sudeste de los Estados Unidos, sean sustituidas por madera de latifoliadas proveniente de plantaciones del sudeste asiático. La continua expansión internacional de la industria japonesa del papel ha sido un elemento clave para el mantenimiento de precios de papel competitivos con los de las importaciones y para reducir su dependencia de las empresas comerciales de la nación; en el futuro también puede ser crítico en los intentos de la industria de beneficiarse de nuevos mercados (Penna 1992; Marchak 1992; Schreuder & Anderson 1988; P&PA 1993; Poyry 1993; UN 1994; JATAN 1993; Hagler 1995). Como se verá en los capítulos 8-12, esta política de diversificación de fuentes de abastecimiento ha dado lugar a luchas y trastornos sociales en el sudeste asiático y América Latina. También dio lugar a cambios ecológicos y sociales en algunas regiones del Norte. Hacia 1993, por ejemplo, el sudeste de los Estados Unidos se había convertido en una importante fuente de abastecimiento de materia prima para la fabricación de papel japonés y los puertos del golfo de México exportaban más del doble de astillas de madera de latifoliadas a Japón que sus contrapartes en la costa occidental de los Estados Unidos. Como comentaba un importante representante de la industria japonesa, su nación había dado "un nuevo paso para asegurarse los recursos, es decir, había plantado sus propios bosques en otros países como programas de recursos a largo plazo" (JP&P 30 (1), Hagler 1995). La competencia entre tantos países para acceder al mercado japonés ayudó, por supuesto, a mantener bajos los precios, a la vez que para a garantizar abastecimientos estables. Hacia 1987, la madera de latifoliadas australiana ya era más barata, en yenes, que la madera japonesa, incluso considerando el costo de transporte, mientras que la madera norteamericana de coníferas estaba casi a la par de la de coníferas nacionales. El precio en yenes de estas maderas cayó aún más entre 1990 y 1994 y las latifoliadas de Indonesia y coníferas chilenas eran aún más baratas (Marchak 1992, Japan Paper Association 1994, P&PA 11.1993, UN 1994, JP&P 30 (1), Hagler 1993, Whitham 1994). Tales bajos precios vuelven poco probable que la industria japonesa vaya a cambiar su abastecimiento externo de madera para pulpa por el interno. Mientras casi las dos terceras partes del territorio de Japón están forestadas, desde el punto de vista económico sus árboles no están disponibles para la fabricación de pulpa. En vez de estar administrados por empresas integradas, los bosques constituyen pequeñas parcelas fragmentadas en propiedad de familias, que se unen en cooperativas y comunidades para manejarlos. Tales propietarios a menudo no están particularmente interesados en vender a la industria de la pulpa y el papel, que está localizada fuera de las áreas forestales. Además, muchos bosques japoneses están ubicados sobre suelos con pendientes pronunciadas, son de difícil acceso y no están bien manejados. Si bien el gobierno plantó 10 millones de hectáreas de coníferas como respuesta a la enorme sobreexplotación de los bosques de latifoliadas ocurrida durante la segunda Guerra Mundial, es muy dudoso que estos árboles, que ahora tienen más de 40 años y cubren alrededor de la cuarta parte del territorio, puedan estar listos a ser cosechados en los próximos 10 años. Estas plantaciones, que incluyen especies como cedros y cipreses, fueron en todo caso destinadas fundamentalmente a la producción de madera y no de pulpa. Los relictos de bosques nativos de latifoliadas, por su parte, están siendo cortados cada vez menos, debido principalmente a presiones ambientalistas (Marchak1992, Cameron 1994, JATAN 1994, Bazett 1993, Kuroda 1995). El incremento en la importación de fibra de madera a Japón a fines de los 1980 y principios de los 1990 consistió fundamentalmente en madera de latifoliadas. El desarrollo de una tecnología posguerra para la producción de pulpa a partir de latifoliadas, había posibilitado la explotación para papel de las propias especies latifoliadas de Japón, lo cual se tradujo en un incremento en la cosecha de dichas maderas durante el período 1960-72. Pero aunque la cosecha de madera de coníferas nativas se mantuvo relativamente estable durante los 1970 y después, el abastecimiento local de latifoliadas comenzó a menguar a fines de los 1960 cuando la corta de bosques de hayas, que había estado creciendo, comenzó a disminuir. Especies de latifoliadas nativas de países como Chile, Australia y Papua Nueva Guinea, junto con madera de plantaciones de acacias y eucaliptos de países como Sudáfrica y Tailandia, han abastecido gran parte del crecimiento de la demanda. Como se sugiere en el capítulo 2, este cambio fue posible a resultas de los avances tecnológicos que convirtieron la madera de eucalipto en crecientemente atractiva como materia prima para la producción de papeles de calidad. Hacia 1991, la proporción de latifoliadas en el total de astillas se había incrementado al 65% y en 1993 al 73% (Graham 1994, JATAN 1993, Penna 1994, Marchak 1992, UN 1994, JPA 1994, Lamb 1992). Históricamente, las empresas japonesas han tendido a mantener sus plantas de pulpa y de papel cercanas a casa. Entre otros factores, esto permite a la industria beneficiarse de economías resultantes de la integración de las plantas de pulpa con las de papel. Sin embargo, la necesidad de asegurarse un abastecimiento barato de materia prima, los ahorros que se obtienen transportando pulpa en vez de astillas, unido a varias presiones comerciales, han determinado que las inversiones japonesas en el extranjero hayan crecientemente incluido plantas de pulpa e incluso de papel, además de plantaciones y operaciones de astillado. En 1971, Oji y lo que entonces era la empresa Sanyo Kokusai Pulp, participaron en la instalación de la planta de pulpa Carter Oji Kokusaku Pan Pacific, con una capacidad de producción de 700 toneladas diarias, en Nueva Zelanda. Dos años más tarde, Nippon-Brazil Resource Development, un consorcio de 20 empresas japonesas y el Overseas Economic Cooperation Fund (Fondo de Cooperación Económica para el Exterior), se unieron a la Companhia Vale do Rio Doce en Minas Gerais, Brasil, para crear Celulose Nipo-Brasileira (ver capítulo 7). Poco después, Sumitomo participó en la instalación en Tailandia de la planta Tenma, con una capacidad de producción de cartón de 40.000 toneladas anuales. Por añadidura, hacia 1980 ya se llevaban instaladas en Canadá plantas con un millón de toneladas anuales de nueva capacidad de producción de pulpa y papel, a través de los esfuerzos conjuntos de Honshu (en asociación con la Mitsubishi General Trading Company), Daishowa (con Marubeni) y Oji (con Mitsui). Nippon Paper y Alaska Pulp Corporation (en asociación con Mitsubishi, Marubeni e Itochu), se involucraron a su vez en la construcción de una capacidad de producción de 800.000 toneladas de pulpa y papel de periódicos en los Estados Unidos. Esta tendencia se aceleró a fines de los 1980, cuando el yen era fuerte y la demanda local en auge y se ha continuado en los 1990. Kanzaki, Settsu, Daishowa y Jujo han instalado nuevas plantas en los Estados Unidos y Settsu en Portugal y España, mientras que Nippon y Marubeni están involucradas en una nueva operación de pulpa en Sumatra y 19 otras empresas japonesas trabajan para expandir una enorme operación de pulpa en Brasil. Empresas japonesas también participan en operaciones papeleras en Indonesia, Tailandia, Brasil, Malasia, China y Singapur. En Alberta (Canadá), en tanto, Daishowa, New Oji, Honshu, Hokuetsu y Mitsubishi controlan gigantescas operaciones de 850.000 toneladas anuales de pulpa, incluyendo concesiones de más de 10 millones de hectáreas de bosques. Como resultado de tal expansión, el porcentaje de participación de Japón en las importaciones mundiales de pulpa creció de menos del 5% en 1965 a casi 14% en 1989. En 1993, Japón importó alrededor de 3,3 millones de toneladas de pulpa, correspondiendo el 71% a Norteamérica, 2% a Brasil, Chile e Indonesia y cantidades menores de Nueva Zelanda, los países nórdicos, Portugal y Sudáfrica. Algunas empresas japonesas también han comenzado a comprar papel a empresas canadienses como MacMillan Bloedel (AP&P 31 (2); Dargavel 1991; Olsson 1995; Whitham 1994). |
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